Os presentamos una película en la línea de la famosa Los chicos del coro, en la que se muestra cómo la música puede convertirse en camino de redención. Aunque algo previsible, siempre puede ser interesante, sobre todo para los amantes de la música, que la disfrutarán de veras.
ESTRENO Título Original: Boychoir |
SINOPSIS
Set es un niño problemático de 11 años que vive y cuida de su madre, la cual tiene problemas con la bebida. Su profesora del colegio cree que tiene un don especial para el canto y pide a la prestigiosa American Boychoir School, que les haga una visita con el fin de realizarle una prueba de canto a Set. En niño tendrá que enfrentarse al exigente y reconocido maestro Carvelle.
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CRÍTICAS
[María Luengo. Colaboradora de Cinemanet]
Stet es un adolescente rebelde, que vive con su madre alcohólica y estudia en un colegio donde tiene constantes problemas para adaptarse a las normas. No obstante, a pesar de sus dificultades, tiene una gran virtud, y es su voz y su enorme aptitud para cantar. El día en que su madre muere en un accidente, se queda solo. Entonces, una de sus profesoras que le profesa especial cariño se interesa por él, y le anima a ingresar en un internado para niños cantores. El problema es que ese prestigioso colegio requiere mucha disciplina, y su rebeldía no encaja con una institución estricta con las normas.
Dustin Hoffman nos ofrece una notable interpretación como director de la escuela de canto. Su relación con el niño le va a traer recuerdos sobre su propia vida y sobre la importancia de aprovechar y trabajar el talento personal. No solo hace falta tener una buena voz, sino que también resulta esencial tener una disciplina de trabajo y saber comportarse en todas las situaciones. Genialidad, trabajo e inteligencia emocional, una lección de vida.
El reparto y las interpretaciones resultan un poco irregulares: El joven Garrett Wareing interpreta a este adolescente, un actor desconocido e inquietante, elegido tras un enorme casting con grandes talentos. Kathy Bates ofrece un buen papel, así como Debra Winger como maestra. Sin embargo, Hoffman no logra su mejor interpretación, aunque su peso en la película es muy potente.
En definitiva, “El Coro” es una preciosa cinta del canadiense François Girard, que repite tema con la música como protagonista, una mezcla de “Los chicos del coro” y “Billy Elliot”,un canto a las cualidades naturales, un canto a la enseñanza, a la educación y al esfuerzo. Y finalmente resulta también un canto a la familia, donde aún en difíciles circunstancias, el amor trasciende los errores de cada uno.
[Mª Ángeles Almacellas. Colaboradora de Cinemanet]
Stet es un preadolescente enormemente violento y conflictivo, con unas circunstancias familiares dramáticas. Su madre acaba de fallecer de forma repentina y, por primera vez en su vida, aparece su padre, cuya existencia desconocía. No está dispuesto a hacerse cargo de él, pero, con tal de alejarlo de su familia, accede a pagarle los estudios en una escuela musical privada que tiene el mejor coro de niños del país. Aunque Stet está dotado de una voz magnífica, su adaptación al centro va a resultar muy difícil y tendrá que enfrentarse a muchos obstáculos. Sin embargo él mismo constituye la mayor dificultad, pues está lleno de rabia y amargura, sin motivación por perseguir ninguna meta.
Con “El coro” se puede caer en el error de quedarse en el mero nivel del argumento y tachar la película de previsible y sensiblera y de considerarla una pobre imitación de “Los chicos del Coro”. Pero si se profundiza en la trama humana de la historia, comprobamos que efectivamente hay una cierta similitud entre ambas películas, pues las dos presentan el valor formativo de la música y cómo es capaz de redimir a un niño muy problemático, porque al ascender al nivel de la belleza, se eleva también a lo mejor de sí mismo. Pero “El coro” no oculta tampoco la posibilidad de que el valor de la belleza no lleve a asumir otros valores, como la bondad y la verdad. Los valores son imponentes, atraen, pero no arrastran a quien se niega a acogerlos en su vida.
La película muestra el valor del esfuerzo y la disciplina, el respeto a los demás, la capacidad formativa de la música… pero, sobre todo, nos lleva a la reflexión sobre el don. Un don es una capacidad muy especial que recibe una persona. No es una realidad cerrada y terminada, sino que todo don se le da al hombre como una tarea, tanto más esforzada cuanto más elevado sea el rango de dicho don. El primer gran don que recibimos es la vida, que nos pide concentrar todas nuestras energías para no malograrla, orientarla bien y darle pleno sentido.
Por eso Carvelle, el director del coro, no duda en afirmar que en el centro se educa a los alumnos para la vida, no para una carrera profesional. Es tanto como decir que allí se les forma para que aprendan a fecundar los dones que han recibido. Un don es algo que se nos ofrece gratuitamente y con la misma gratuidad hay que darle respuesta. El don de la voz es una realidad valiosa, propia por tanto, del nivel de los grandes valores. No puede, pues, ser utilizado como un “medio para”, sino que es un fin en sí mismo. Stat debe cultivar su voz porque en sí misma tiene sentido. Es la belleza de la música.
Todo don tiene un final, que puede coincidir con el término definitivo de la persona, como la vida, o puede acabarse antes, como sucede con la voz de un niño, que cambia al llegar a la pubertad. Lo cual ni le priva de sentido ni exime a quien lo ha recibido de hacerlo fructificar. Esta es la gran lección de la película nada fácil de asumir en una época como la nuestra marcada por el utilitarismo y la búsqueda egoísta del propio provecho.
Carvelle se mueve por amor a la belleza pura de la música, sin ningún tipo de interés egoísta. Intenta inculcar a los niños el valor de la unidad y la solidaridad, que entiendan que las personas no somos seres aislados, sino que formamos parte de la humanidad, como un corista forma parte del coro. Esto implica responsabilidad respecto del conjunto. Cada uno debe llevarse a sí mismo al máximo de excelencia, como contribución gratuita al bien común.
En conjunto es una buena película, con magníficas interpretaciones, especialmente Dustin Hoffman encarnando al magistral director de coro, buena fotografía, y, sobre todo con una música y unos coros que emocionan al espectador hasta las lágrimas. Ofrece, además, temas para la reflexión sobre la necesidad del hombre de vivir en el nivel de los valores, no sólo para llevar a su persona a pleno desarrollo, sino también como servicio a la sociedad. Para no perdérsela.
Crítica cedida por la fundación López Quintás
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