La segunda incursión de Thomas Lilti en la gran pantalla tras «Hipócrates» es otra preciosa cinta sobre la dura profesión del médico, en esta ocasión el médico rural. El melodrama protagonizado por François Cluzet y Marianne Denicourt es otra de esas pequeñas joyas que regularmente nos regala el cine francés.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Médecin de campagne |
SINOPSIS
Jean-Pierre (François Cluzet, “Intocable”) es el entregado médico de un pequeño pueblo cerca de la Normandía francesa. Allí visita a sus pacientes y todos le quieren: situación que se trunca para él cuando le detectan un tumor en el cerebro. Para ayudarle y reducir su carga de trabajo, llega a la ciudad Nathalie (Marianne Denicourt), ex enfermera que acaba de terminar su residencia en el hospital. Las fricciones surgirán cuando los caracteres de los dos comiencen a chocar.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de CinemaNet]
Describir “Un doctor en la campiña” es muy sencillo. La película es un nuevo paso dado por el ex médico metido a director de cine Thomas Lilti: un ejemplo sobresaliente de buena praxis médica, que muestra la profesión con cariño pero sin ocultar su dureza. Es la visión que solo puede dar quien, como Lilti, ha vivido en primera persona lo que explica durante una década. Es ver la Medicina como una dulce maldición -el Jean-Pierre de François Cluzet se ve como un reparador de los errores de la naturaleza, en la línea del debut del director, “Hipócrates”-. El abnegado médico rural protagonista del film aparece como encarnación de la Medicina no como un trabajo más sino como una vocación o un oficio, que se aprende en el taller y no en el aula…
Un momento, en realidad no es del todo así, rectifico. Volvamos a empezar: describir “Un doctor en la campiña” es muy sencillo. Es una sutil e inteligente comedia romántica que sugiere más de lo que muestra y que encandila al espectador respetando su inteligencia. La relación entre Jean-Pierre y Nathalie -estupenda Marianne Denicourt– se articula a base de miradas, de momentos compartidos captados al vuelo por la cámara de Lilti…
No, tampoco. Está claro que “Un doctor en la campiña” es una película que se construye a partir del clásico argumento de maestro y alumno, aunque estos roles queden confundidos. El veterano doctor y la médico advenediza no acaban de encajar en estos moldes y en realidad los dos tienen que aprender a ser humildes. La película dota de sentido al refrán citado por Lucas: “Médico, cúrate a ti mismo”: los dos protagonistas han de lidiar con la soberbia propia de quien se sabe profesional en lo que hace. El esfuerzo de uno por aceptar a la “intrusa” o el esfuerzo de la otra por aceptar que no lo sabe todo -como la certera enseñanza de que la habilidad más importante en un buen médico es escuchar: “el 90% del diagnóstico lo da el paciente”- son ejemplos de que “Un doctor en la campiña” es sin duda una fábula sobre los beneficios de la humildad.
Bueno, o no. Volvamos al principio. “Un doctor en la campiña” es una cinta feel-good y costumbrista que retrata la vida cotidiana de una comunidad rural francesa a través de los ojos de unos de sus miembros destacados: el médico rural, una profesión dura y en vías de desaparición, según denuncia Lilti. A través de este prisma y con la excusa de la llegada de Nathalie, acompañamos al doctor en su recorrido por un retablo viviente de los problemas que sufren los habitantes del pueblo. Temas como el aborto, la enfermedad mental o la vejez se tratan sin subrayados innecesarios y con gran sensibilidad.
Bueno, tampoco es esto. O sí, es esto y lo anterior y mucho más: “Un doctor en la campiña” es un gran trabajo de cine que escapa de los corsés que el espectador se empeña en imponerle. No es una obra perfecta -habrá quien le achaque un exceso de sensiblonería o algún truco de magia del guion-, pero sí que es una película que, sin querer ser bombástica, rechaza etiquetas. ¿El mejor consejo? Aceptar su naturaleza y sus muchas virtudes y dejarse llevar por lo que en definitiva es -y ahora sí- la historia de dos personas que aprenden a quererse.
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