Medio siglo después de que John Sturges contara esta historia, los siete magníficos vuelven a las pantallas en un remake de Antoine Fuqua que se ciñe a los códigos del blockbuster contemporáneo.
Título Original: The Magnificent Seven |
SINOPSIS
Los habitantes de Rose Creek, atemorizados bajo el control del industrial Bartholomew Bogue, deciden contratar a siete forajidos para terminar con la amenaza: Sam Chisolm (Denzel Washington), Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), Jack Home (Vincent D´Onofrio), Billy Rocks (Byung-Hun Lee), Vasquez (Manuel García Rulfo) y Red Harvest (Martin Sensmeier). Sin embargo, pronto los siete se darán cuenta de que están luchando por algo más que el simple dinero.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
La última víctima hasta la fecha de la ola de remakes, reboots y secuelas tardías que recorre los despachos de los altos ejecutivos de Hollywood ha sido el célebre western de John Sturges “Los siete magníficos”. Hay cierta justicia poética en el asunto: al fin y al cabo, Sturges realizó su película como un remake yanqui de “Los siete samuráis” de Akira Kurosawa. De todos modos, intentemos obviar las comparaciones y centrémonos en la realidad que tenemos entre manos: llega a los cines “Los siete magníficos”, nueva versión de la misma historia contada, en esta ocasión, por Antoine Fuqua.
El argumento es conocido y no tiene demasiada complicación: un pueblo asolado por un déspota mafioso contrata un grupo de siete mercenarios para defenderse. La premisa se materializa en un western lúdico y muy entretenido, una suerte de “Los Vengadores” o “Guardianes de la Galaxia” –no es casual la presencia del carismático Chris Pratt– con sombreros y revólveres. El guion, como mandan los cánones del blockbuster contemporáneo, se mueve entre el chascarrillo fácil y la grandilocuencia bravucona.
En este mismo sentido, el entretenimiento desvergonzado relega a un segundo plano cualquier atisbo de reflexión o valores en la película. De todos modos, un espectador con ánimo de caza-tesoros y mente curtida en cinefórums podrá encontrar pepitas de oro como la frase que pronuncia el personaje de Vincent D’Onofrio antes de entrar en batalla: “Servir a los demás rodeado de gente a la que respeto… no se me ocurre un lugar mejor en el que estar”. La entrega al otro –hasta el punto de involucrarse hasta el cuello en una guerra que es ajena a los siete magníficos del título- aparece así como el pivote en torno al cual gira la cinta.
Con el mismo ojo crítico, por contra, “Los siete magníficos” es una cinta violenta. Puede parecer evidente resaltarlo, pero lo cierto es que las muertes y las agresiones se suceden por doquier –más incluso que en otras películas de categoría similar- sin que ninguna de ellas haga mella en el espectador inmunizado. Destaca en esta categoría cierto asesinato al ritmo de un Padrenuestro que removerá de la butaca a más de uno.
Aun así, la película de Antoine Fuqua es un western desacomplejadamente entretenido. El amante del género se reunirá aquí con todos los elementos propios del cine del Oeste: hay Saloons con trileros y tramposos, hay revólveres y caballos indomables, hay avenidas desiertas en las que se puede cortar la tensión con un cuchillo antes de un tiroteo… Es precisamente en estas últimas escenas en las que el director exhibe músculo, construyendo la tensión con la lección bien aprendida de Leone y compañía.
El único “pero” achacable a esta versión posmoderna de “Los siete magníficos” es el poco desarrollo del que gozan los personajes. Desde luego, cada uno de los siete protagonistas tiene una personalidad y una manera de ser, pero no dejan de ser bastante esquemáticos y típicos: el indio, el mexicano, el tramposo irlandés, el soldado de la Guerra Civil retirado… Una piedra en el zapato que, sin embargo, no lastra del todo la divertida experiencia que supone perderse durante algo más de dos horas a disfrutar de una película de vaqueros sin complejos.
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