Dancer es un reflexivo y bello documental que nos aproxima al universo del bailarín ucraniano Sergei Polunin. Su intensa vida, pese a su juventud, nos invita a echar una mirada en la búsqueda del sentido vital. Furia, ira, frustración, cansancio y tedio son sentimientos que transmite el protagonista en Dancer –dirigida por Steven Cantor- y propone su resolución desde la duda y la pregunta vital.
Nos interroga el hecho de que para el protagonista, a pesar de estar en constante contacto con lo sublime, la posibilidad de crear belleza cada día, de expresar con el cuerpo, de disfrutar y hacer disfrutar con el arte del ballet, no sea suficiente para alcanzar la felicidad. Subyace de fondo la teoría del psicólogo social experimental neoyorquino, Kenneth J. Gergen que afirma que somos relación. La potencia de sentido vital se hallaría, pues, en la capacidad de relacionarnos y, en esa medida, deberíamos encontrar lo que más valoramos de nuestra vida en común.
Para Sergei Polunin, la danza como profesión era el medio de reunificar a su familia. Cuando eso ya se hizo imposible, se preguntó: ¿para qué bailo? Reformula ahí su relación con el ballet desde el yo más profundo. Resuenan también aquí las aportaciones de Víctor Frankl, aquel que tiene un sentido es capaz de superar cualquier adversidad y, cuando ya no somos capaces de cambiar una situación nos hallamos frente al reto de cambiarnos a nosotros mismos.
Saber escuchar al cuerpo sería otro aspecto a destacar. Polunin se halla prisionero de su propio cuerpo. Debe bailar sin descanso para mantener el nivel de sus músculos adecuado a las constantes representaciones. Entra, pues, en una espiral que le encarcela en su corporeidad. La biodanza sería lo contrario, el cuerpo se libera en la danza y encuentra en ella su sentido. Diríamos que se halla a un paso de enfermar. Las señales que nos manda el cuerpo de que algo está fallando, algo está desgastando en exceso, son luces que indican que lo que no funciona debe ser revisado. Valentía de Polunin que, compartamos o no, acomete en su decisión final.
El documental muestra la globalidad del sistema que envuelve al bailarín y como su familia se resitúa en este sistema. Las dudas surgen. Se apela a la responsabilidad personal y a las consecuencias por las decisiones que se toman en conciencia. Destacar la visión y misión de los padres, que actúan y deciden desde su amor más profundo, con los riesgos que eso comporta. Asumen sus responsabilidades y acompañan a su hijo en todo momento, bueno y malo.
Destacable la mirada del amigo que “simplemente” está a su lado, en las decisiones que toma. Observa y pregunta, no intenta comprender. Es un ejemplo de empatía y de respeto, un instante de ponerse en la piel del otro, sin opinar, descubriendo los paisajes y el mundo interior en lucha del amigo.
Con la canción Take me to church, con más de 20 millones de visualizaciones en Youtube, nos dejará su testamento coreográfico. Una imagen de sentido que despertará la pasión por la libertad y la expresión a través de la danza en miles de personas, hambre de belleza, de comunicación interpersonal, anhelo de trascender la materia.
Nos hallamos pues, en una propuesta de aproximación a este recomendable documental desde el prisma de la búsqueda de sentido vital.
La música y su expresión corpórea a través de la danza será camino de resiliencia para el protagonista. Llegará a una vía “muerta” que le obligará a tomar diez pasos en la toma de decisiones: interrogación, cuestionamiento, meditación, contemplación, admiración, comprensión-incomprensión, duda, fe, rebelión, recogimiento. Diez steps de avance y retroceso hacia la búsqueda de sentido y la auto-trascendencia. Aunque se llegue a tocar fondo, la capacidad de resistir, la actitud resiliente, nos llevará a acometer nuevas acciones y a salir a flote a pesar de las dificultades.
La inteligencia musical se convierte en el lenguaje del cerebro[1]. Para este autor la música es compartir los lenguajes del cerebro. Se plantea cinco preguntas, propias del lenguaje periodístico, Why, What, Where, When y How. Por qué, Qué, Donde, Cuando y Como. Cinco preguntas para la vida y cinco preguntas para la música. De alguna manera se establece una conexión entre inteligencia lingüística, inteligencia musical e inteligencia existencial o espiritual. El protagonista elabora su trayectoria vital a la luz de esas preguntas y avanza, a pesar de las tinieblas y la duda.
Según Zohar i Marshall[2] la inteligencia espiritual es el complemento de las inteligencias emocional y lógico-espacial. Capacita a la persona para dar sentido al sufrimiento y al dolor. La persona amplía sus recursos personales para encontrar el sentido de sus vivencias y dar significado a sus actos. Las personas espiritualmente inteligentes buscan una concepción del mundo, valoran sus acciones, su itinerario personal de vida y el significado profundo de su existencia. Es la inteligencia con la que afrontamos y resolvemos problemas de significados y valores. Gracias a ella situamos nuestras vidas en un contexto más amplio y significativo. Para estos autores la inteligencia espiritual capacita a la persona para:
- Ser más flexible y adaptativo.
- Tener más alto grado de autoconciencia.
- Afrontar el dolor y el sufrimiento.
- Vivir en conexión con visión y valores.
- Evitar daños innecesarios.
- Potenciar la capacidad holística para ver las relaciones entre las cosas.
- Capacitar para preguntarse sobre el porqué de las cosas y la búsqueda de respuestas.
- Facilitar herramientas personales para estar en contra de las convenciones.
Polunin ha aprendido todo esto solo. Su propia experiencia vital le llevará a desarrollar esa inteligencia espiritual en la búsqueda constante. La escuela de la vida llega donde quizás no alcanza la escuela material, pero nos da idea del camino a recorrer. La inteligencia espiritual abre nuevas líneas educativas para hacer ciudadanos libres, responsables, comprometidos, felices.
[1] Cfr. ZATORRE, Robert, Jornadas de Música y Neurociencia, Ajuntament de Barcelona, 2012.
[2] MARSHALL, I; ZOHAR, D. Spiritual Intelligence. The ultimate Intelligence, London: Bloomsbury, 2000. Ed. Cast. Inteligencia “espiritual”. Madrid: Plaza&Janés, 2001.