Phil despierta cada mañana en el mismo día: el mismo locutor le arranca del sueño a la misma hora con la misma tonadilla. “¡Buenos días, excursionistas!”, y el mundo se reinicia: un Día de la Marmota tras otro y todo es igual, excepto el comportamiento del simpático perdedor protagonista. Y nosotros, desde el otro lado de la pantalla, nos reímos con él, porque sabemos que esto es Atrapado en el tiempo, que el juego temporal es una forma de educar a Phil sobre el amor verdadero y porque, seamos honestos, no pensamos demasiado en ello.
De hecho, en caso de que lo hiciéramos, el resultado no sería la agradable comedia familiar que Harold Ramis estrenó en 1993, sino algo más parecido a The Endless, el retorcido cuento tenebroso que los directores Justin Benson y Aaron Moorhead han presentado en la 50ª edición del Festival de Sitges. Curtidos en el campo del fantástico y el horror, el también guionista Benson se disfraza en esta película de H.P. Lovecraft y nos hace partícipes de una actualización de los mitos de Cthulhu mostrándonos el terror cósmico que subyace en la idea principal de la inocente Atrapado en el tiempo.
El horror cósmico: la antítesis del Dios cristiano
Sin embargo, antes de entrar al trapo conviene explicar un par de conceptos relativos a este término: ¿qué es el horror cósmico? ¿Por qué es tan aterrador? La respuesta a la segunda pregunta es relativamente sencilla: porque el miedo que inspiran estos relatos no viene del susto, el gore o los monstruos convencionales, sino que es un terror existencial. Uno que parte de la angustia infinita que sobreviene al enfrentarse a un cosmos vacío, a la soledad infinita y abocada a la nada.
Esta concepción de la literatura de terror –que posteriormente se hizo extensiva al resto de lenguajes artísticos- nace con el escritor ya mencionado antes, H.P. Lovecraft. Este autor, nacido en la ciudad de Providence en 1890, superó con mucho a los monstruos y criaturas que poblaban las pesadillas de sus contemporáneos. En sus cuentos y novelas no encontramos vampiros, hombres-lobo ni momias; al fin y al cabo, estos seres son meras exageraciones de rasgos humanos: el vampiro es soberbia y lujuria, el licántropo es nuestra animalidad exagerada y la momia es un castigo por profanar lo antiguo.
No, en los relatos lovecraftianos los monstruos más memorables adoptan el nombre de Primigenios: unas criaturas de rasgos semi-divinos y origen alienígena que existen desde mucho antes de que los humanos dejáramos de andar a cuatro patas. Unos seres inabarcables para la mente mortal que operan más allá de conceptos morales y sin percatarse de la existencia de los bípedos que pululan por la Tierra. Son, por su indiferencia respecto al destino del hombre, la antítesis del Dios cristiano.
En este sentido, por tanto, los Primigenios de Lovecraft funcionan como metáfora existencialista: personifican un Universo vacío y muerto en el que existimos por casualidad, solos y sin importarle a Nadie. Un cosmos del que no cabe esperar que responda ninguna plegaria y un horizonte mortal tras el que no hay nada. Una espiral sin sentido que, a poco que rasquemos, es lo que subyace en los bucles temporales de Atrapado en el tiempo y The Endless.
The Endless, atrapados en el tiempo
La película de Benson y Moorhead no tiene, de momento, fecha de estreno en España –y no parece que vaya a tenerla a medio plazo-, pero pensar sobre ella, aun sin haberla visto, nos puede ayudar a reflexionar sobre las distintas posturas ante esas Grandes Preguntas que pululan en el alma. Por ello, como aviso para navegantes, de aquí en adelante habrá spoilers de The Endless.
El argumento parte de la siguiente premisa: Justin y Aaron son dos hermanos que pasaron su infancia en una secta conocida como Campamento Arcadia, pero lograron escapar. Años después, reciben una cinta de video que les apunta de nuevo hacia aquel lugar, al que regresan de visita. A partir de su llegada a este lugar, perdido en medio del bosque, The Endless va revelando poco a poco al espectador el misterio de ese lugar: uno que tiene mucho que ver con una deidad arcana e invisible que encierra a los habitantes del lugar en bucles temporales.
Así, determinadas zonas del bosque se encuentran ancladas a un momento, condenadas a repetir un lapso de tiempo –que varía desde varios años a unos pocos segundos, según el caso- por toda la eternidad. Y aquí está el quid de la cuestión: ¿qué es la eternidad que muestra esta película? En el mundo inmisericorde de The Endless –uno habitado por una criatura sin nombre de evidentes reminiscencias lovecraftianas-, el infinito no existe: la eternidad no es un estado fuera del tiempo, como el Cielo cristiano, sino simplemente “mucho tiempo”. Una cantidad insoportable de tiempo, para ser precisos.
Los bucles temporales en los que quedan encerrados los personajes de esta película –reflejo de aquel que domina el argumento de Atrapado en el tiempo, entre otras cintas similares- son la encarnación de la angustia ante el sinsentido. Los hombres y mujeres atrapados en estos espacios, cerrados y cíclicos -sin un sentido hacia el que avanzar, por tanto-, se sumen en la desesperación, y giran de forma natural hacia el suicidio como única salida. Una salida que, por la naturaleza de la paradoja temporal, no lo es: simplemente, el bucle se reinicia.
La existencia como cárcel, la angustia ante el infinito vacío de sentido y la locura como consecuencia lógica son características que The Endless toma prestadas de los relatos de Lovecraft. Un horror cósmico que cala en los huesos con más fuerza que el enésimo cuento de zombies o asesinos en serie porque apela a nuestros principios fundamentales: nos invita, desde el lado oscuro del alma, a elevar la mirada a las estrellas. A contemplar el infinito y sentirnos interpelados: ¿qué responderemos?
Muy genial, no considero que sea un spoiler, es muy sutil la información, Gracias! estaré al pendiente de la película