Reflexionar sobre la naturaleza de los afectos es una tarea fundamental para cada persona y para toda sociedad, porque la esfera afectiva influye poderosamente en la vida humana. A esa tarea dedica Coín Tomás y Garrido este ciclo de cinefórum, dividido en seis capítulos.
En esta segunda entrega, tratamos sobre Prefiero el paraíso, una película religiosa llena de alegría y optimismo. La película es, además, la 4ª recomendación semanal del ciclo «Un verano de cine solidario»: una iniciativa online de CinemaNet que busca, a través de diez películas con valores -una por semana-, recoger fondos para ayudar al Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna.
En el último tercio del siglo XX, Radio Televisión Italiana (RAI) estrenaba una primera versión sobre la vida de San Felipe Neri titulada State bueni… si potete («Sed buenos si podéis», famosa expresión atribuida a nuestro protagonista), dirigida por el cineasta Luigi Magni. Ya adentrados en el siglo XXI, otro director italiano, Giacomo Campioti, rodó una acertada serie televisiva titulada con otra frase célebre del Santo: Preferisco il paradiso («Prefiero el Paraíso»), que da título al tema musical principal de la película.
Más de seis millones de italianos vieron esta biografía -miniserie de dos capítulos-, protagonizada por Gigi Proietti, plenamente identificado con el santo y su mundo interior. Posteriormente se estrenó una versión reducida de esta serie: un nuevo éxito en la gran pantalla. Es esta la cinta que pudimos disfrutar en España, largometraje en el que destaca el ambiente alegre y optimista que sólo podía ofrecer quien es conocido como “el más alegre de los santos”.
A primera vista, y más en los tiempos que corren, no parece muy apetecible ver una película sobre la vida de un santo. Sin embargo en esta ocasión, después de haber pasado 120´sentado en una butaca de una sala de cine, sales después de la proyección con la sonrisa puesta en la cara y el corazón esponjado de alegría; no en vano San Felipe Neri es conocido como “el santo de la alegría” -alegría que contagia- y uno de los santos más queridos de la historia de la Iglesia.
La historia fluye con agilidad, sin sobresaltos; incluso los milagros de curaciones o la resurrección de muertos se desarrollan con una inexplicable normalidad ante nuestros ojos hasta el punto de que nos parecen incluso creíbles. El director, con un presupuesto ajustado, ha logrado plasmar un sólido guion en el que se entremezclan momentos de tensión con otros de humor y muchos de especial alegría. La película busca la complicidad del espectador y lo logra, provocando que sea una historia cercana que emociona, que va directa al corazón.
La música es espléndida y su protagonismo, justificado, no solo en su tema principal, Preferisco il Paradiso sino toda la banda sonora, que llega a recordar lo mejor de Ennio Morricone. Para Felipe Neri, la música era esencial en su tarea de la salvación de los niños, y no solo de los pequeños, sino también como factor de renovación y cambio del ser humano.
La trama de Prefiero el paraíso se desarrolla en la Roma del siglo XVII, mientras se celebra en Trento uno de los concilios más importantes de la historia de la Iglesia, que dio inicio a la llamada Contrarreforma. La ciudad italiana se encontraba bajo el nepotismo de la familia noble de los Medici, que gobernaban incluso el colegio cardenalicio, en el que encontramos eclesiásticos que se comportaban más bien como príncipes. Parte del clero había caído en la indiferencia e incluso en la corrupción. Se trata de un tiempo convulso y difícil de la historia de la Iglesia en la que San Felipe -considerado como una de las figuras con más carisma del siglo XVII- tuvo una gran importancia a la hora de reevangelizar Roma.
La cinta comienza con la llegada del santo a Roma: ya viste sotana. Su viaje a la Ciudad Eterna tiene como meta la ilusión que alberga su alma: pedir a San Ignacio de Loyola que le envíe con sus frailes jesuitas como misionero a las Indias. Pero su destino, que irá descubriendo poco a poco, será otro. Resulta significativo que desde la primera escena se le advierta de manera clara y sorprendente, a través de un niño desconocido, que no se hará realidad su deseo, que no irá a donde quiere: contra toda previsión personal, Felipe permaneció en la Ciudad Eterna, con encomiable docilidad a sus superiores, más de 60 años. Fue un hombre que respondió a los signos de la realidad sin planes ni proyectos previos.
El relato se ajusta a la historia verdadera. Su vida transcurrirá entre niños de suburbios, de las calles romanas, de los sin hogar, a los que irá rescatando de la miseria, de los abusos, del hambre, de los vicios: “La Roma de los Papas no puede tener a estos niños en el abandono”, clamará con vehemencia y convicción. Estos niños seguirán siendo pobres, pero tendrán techo y comida, dejarán de robar, aprenderán a leer y a escribir, a ser amigos y, guiados por San Felipe, a conocer el significado de la fe, de la esperanza y la trascendencia. La película nos descubre constantemente la historia de San Felipe ganándose a los niños pobres de las calles de Roma. Más tarde, esos niños ya convertidos en jóvenes, seguirán recibiendo grandes lecciones de la santidad alegre que, con su vida, pregona Felipe.
La gran empresa del santo fue su atractiva forma de educar a gente joven, con tal ternura, cariño e ironía que conseguía que fueran acercándose a Dios a través de la Liturgia, y que se divirtiesen cantando y jugando en un lugar que, con el tiempo, fue proclamado por el Papa Gregorio XIII como la congregación del “Oratorio”, destinada a la instrucción de la juventud y a procurar la salvación de las almas. Se unieron a esta tarea sacerdotes y laicos que quedaban unidos -no por ningún tipo de voto-, sino con toda libertad. Comprometidos, sencillamente, por los vínculos de la caridad y la observancia de algunas prácticas espirituales.
A lo largo de toda esta entrañable cinta vamos descubriendo al santo como un hombre experto en humanidad: luminoso, alegre, con gran sentido del humor y una socarronería limpia, que hacen creíble su entrega a Dios y su compromiso con una fe vivida. Su sonrisa era auténtica y contagiosa. Se comporta como una persona humilde pero fuerte, atento a las necesidades de los demás.
En el santoral es conocido como el santo de la alegría, el juglar de Dios, el segundo apóstol de Roma; también como Pippo el bueno. Son solo alguna de las expresiones que se atribuyen a este hombre optimista, que insistía en que había que servir a Dios con alegría.
En su larga vida fue amigo de San Ignacio de Loyola y del cardenal San Carlos Borromeo pero él, firme en su misión, cuando el Papa le propone nombrarle cardenal, con su agudo ingenio fue capaz de contestar, sin dilación, la comprometida respuesta: “¡Prefiero el Paraíso!”. También es suya la proverbial expresión con la que pedía a los niños hacer el bien: “Sed buenos…si podéis”. No es de extrañar que sea considerado patrón de los educadores y de los humanistas.
El actor Gigi Proietti presta su mirada luminosa y su porte amable para transmitir un ambiente atractivo. En la cinta se emplea a fondo y consigue atrapar toda la simpatía del público que se ve impelido a acompañarle en su apasionante aventura de fe. Junto con el resto de los actores secundarios hacen una atractiva presentación no sólo de la vida de santo. sino también de la novedad perenne y de la alegría profunda, propia de la fe cristiana.
Esta ha sido la segunda entrega del ciclo de cinefórum «El laberinto de los afectos». Puedes consultar la introducción en la página principal del evento, y la primera entrega aquí: «Wonder» y el amor a la familia.
¿Qué es el reto Un verano de cine solidario?
Es una iniciativa online de CinemaNet que tendremos activa durante durante los meses de julio, agosto y septiembre. A través de diez películas con valores -una por semana-, recogeremos fondos para ayudar al Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna: un proyecto precioso en el centro de Barcelona que acoge, protege e integra en la sociedad a personas que se ven en situación de indigencia.
— QUIERO DONAR, ¿CÓMO LO HAGO? —
Tras darle varias vueltas, hemos llegado a la conclusión de que lo más sencillo es que las donaciones se realicen directamente al Hospital de Campaña de Santa Anna. Ellos lo tienen todo muy bien detallado en este enlace: