Alrededor del 8 de marzo, marcado en el calendario como el Día Internacional de la Mujer, las redes sociales disparan todo lo habido y por haber acerca de la mujer y del feminismo, descrito con muchas contradictorias afirmaciones. Es una búsqueda y una alarma que no despeja, sino que complica este laberinto creciente del relativismo en relación con la mujer.
En su ensayo de 1993 La llama doble, el escritor mexicano Octavio Paz delata que la licencia sexual ha degradado a Eros. Afirma que esta ha corrompido a la imaginación humana, ha resecado las sensibilidades y ha hecho de la libertad sexual la máscara de la esclavitud de los cuerpos.
Junto a este certero diagnóstico, el filósofo Robert Spaemann afirma que la coincidencia entre las ideas morales buenas de las distintas épocas son mayores que lo que comúnmente se cree. Señala que muchas de estas no son exclusivas del cristianismo o de otras religiones, sino que pertenecen en sí a cada persona, aunque por distintas circunstancias e historias no se reconozcan.
Desde estos, supuestos he vuelto a releer el Microrrelato que publiqué hace ya cinco años aquí, en Cinemanet, titulado “El genio femenino y su decisiva aportación a la vida”. Se citan en ese trabajo buenas películas desde el punto de vista cinematográfico que, a su vez, muestran la fuerza, el encanto y la verdad de lo femenino.
Ahora he decidido añadir alguna película más, que nos confirme la capacidad y el empuje de la mujer para superar situaciones y crear climas condensados de humanidad, de aventura, de inteligencia. Al hacerlo, curiosamente, me ha venido a la cabeza el relato del gigante Gulliver.
Recordemos que, tras una terrible tormenta, el barco en el que iba se partió en dos y que, antes de que se hundiera, los aterrados tripulantes se tiraron por la borda. Sólo Gulliver consiguió nadar a través del furioso oleaje y llegar a tierra sano y salvo. Los otros marineros se ahogaron. Estaba Gulliver tan completamente agotado, que quedó sumido en un profundo sueño.
Al despertar, sin idea de cuánto tiempo había estado durmiendo, el sol brillaba intensamente en sus ojos. Soltó un gemido e intentó estirarse, pero comprobó horrorizado que no podía moverse ¡Tenía los brazos, las piernas y la espesa cabellera firmemente sujetos al suelo! Fruto de muchos hilillos sobre los que trabajaron los pequeñísimos liliputienses, habitantes de ese país. Veamos ahora en tres películas bastante recientes, estos hilillos, estas acciones sutiles que podemos aplicar al alma femenina.
1- La candidata perfecta
(Haifaa Al-Mansour, 2019. Arabia Saudita)
¿De qué va? Una mujer se ve obligada a dar marcha atrás en un aeropuerto por culpa de su tutor masculino, cuyos papeles no están en regla. Motivada por este hecho, decide iniciar una campaña para pelear contra las normas machistas que imperan en Arabia Saudí en relación al comportamiento social que discrimina a las mujeres, y a la influencia de la familia en decisiones importantes y que deberían ser unipersonales.
La protagonista central, es Myriam, con un estilo argumental muy sencillo nos empapamos de la marcha de la cultura islamista, del papel que tiene la mujer y de los campos a los que no hay posibilidad de acceder. Sin rencores, con inmenso trabajo, con prudencia y audacia, Myriam va a ir abriendo un camino, aunque el resultado no sea satisfactorio, pero en el que no solo ella sino también muchas otras mujeres descubrirán por donde hay que avanzar, como hay que esperar y también lo que se puede dar aportar contando con las dificultades. Un camino lleno de esperanza.
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2- Que suene la música
(Peter Cattaneo, 2019. Reino Unido)
¿De qué va? Cuando un grupo de esposas de militares deciden crear un coro en una base militar, un poderoso vínculo comienza a surgir entre ellas. La música y la risa transformarán en cierta forma sus vidas, ayudándoles a intentar superar el miedo que experimentan cada vez que sus seres queridos se aventuran en peligrosas misiones en Afganistán
Encontramos dos mujeres valiosas. Lisa y Kate. Las dos chocan en su modo de ser pero tienen agallas para prevalecer unidas en lo fundamental; incluso se crean situaciones en las que el espectador se lo pasa muy bien con sus dimes y diretes. Ambas iluminan el lado oscuro de situaciones duras.
Lisa es creadora de lo sencillo, se las apaña sin saber mucho. Activa. Convencional. Capaz de enfadarse y de relajarse ante situaciones delicadas tanto familiares como sociales. En Kate descubrimos un liderazgo fuerte. Es tensa y fría. Compradora compulsiva. En el jardín de su casa sigue, a modo de símbolo, el estropeado coche del hijo muerto en la guerra, nunca había sido utilizado hasta que…
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3- Adam
(Maryam Touzani, 2019. Marruecos)
¿De qué va? Abla regenta una humilde pastelería en su propia vivienda de Casablanca, donde vive sola con Warda, su hija de 8 años. Su rutina, dictada por el trabajo y las labores domésticas, se ve un día interrumpida cuando alguien llama a su puerta. Se trata de Samia, una joven embarazada que busca empleo y techo. A la pequeña le atrae la recién llegada desde el primer momento, pero la madre se opone inicialmente a acoger a la extraña en su casa. Poco a poco, sin embargo, la determinación de Abla va cediendo y la llegada de Samia les abre a las tres la posibilidad de una nueva vida.
Tres mujeres a cada cual más interesante. Abba con su capacidad para superar dificultades de la soledad, de la economía, de su propio modo de ser. Warda que parece más la madre de su madre que ser hija; con un maravilloso corazón, y una intuición femenina entrañable, capta, suaviza, consuela. Y Samia, toda arrepentimiento, toda laboriosidad…cuánta bondad. Su discreto final nos conmueve; en él florece el amor desinteresado y desbordante al hijo.
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Son, en definitiva, tres películas que creo oportunas para un ocho de marzo. En resumen, refleja la nuclear antropología de Edith Stein: “Lo eterno que brilla en las cosas”. Sí, esa feminidad que acoge y que todos no solo necesitamos, sino que debemos proteger y admirar.