SABER VER
Fue San Juan Pablo II -heraldo del evangelio y experto en humanidad- el que le dijo a Mª Antonietta Macciocchi, que estaba escribiendo una carta de amor a las mujeres, porque creía en el “genio femenino”. Se trataba de la Mulieris dignitatem (15-8-1988).
Mª Antonietta, la controvertida y honesta política italiana de izquierdas, quedó fascinada. Habló y publicó acerca de este documento, al que calificó de sorprendente, por la defensa que acerca de la dignidad femenina, realizaba desde la teología, la sociología y la antropología. En mi opinión, el documento manifiesta una penetrante mirada, llena de amor, acerca de la dignidad femenina.
En el pasado caluroso mes de julio el Papa Francisco ha dado a la celebración de Santa María Magdalena el rango de fiesta; señalando que debe servir para reflexionar profundamente en la dignidad de la mujer, que incide en la nueva evangelización, en la grandeza del misterio de la misericordia divina.
El “genio femenino” no es de hoy, es de siempre, en el mundo y en la historia. Pero ahora, ante ese imperativo de la ideología de género, “mirando” buen cine podemos volver a redescubrir, algunos campos de la aportación de la mujer; muy particularmente para ir a lo esencial y no funcionar con las apropiaciones ilegítimas del feminismo.
Viene a mi memoria una idea de C. S. Lewis, La tarea de los educadores modernos no es destrozar jungla, sino regar senderos. La defensa adecuada de los falsos sentimientos es inculcar sentimientos rectos. Quizás puede ser una nueva ocasión para releer el libro de Jesús Trillo «La revolución silenciosa». En todo caso, nuevamente podemos recrearnos con unas películas estupendas en la que la principal protagonista es una mujer. Además de las siete películas elegidas, cinco son hechos reales.
Joy (David O. Russell, 2015)
Con algunas licencias se narra con simpatía la historia de Joy Mangano, inventora de una curiosa fregona que popularizó a través de un programa de teletienda. No es una película fundamental, pero nos interesa ver la capacidad de Joy para fundar una dinastía de negocios y sacar adelante a su familia, cuando lo que le rodea, tanto a nivel personal -un clima curioso italoamericano- como social, es la deslealtad, la traición y la incompetencia. Su mundo interior, su imaginación le ayudan a atravesar las inimaginables situaciones que se le presentan. En su singular aventura, vemos también el papel fundamental de la mujer en la familia y en la sociedad.
La dama de oro (Simon Curtis, 2015)
Estamos ante un thriller jurídico/artístico muy bien elegido. Se basa en la historia real de María Altmann, una enérgica y octogenaria mujer judía, que huyó de Viena durante la II Guerra Mundial, y que regresa sesenta años después para reclamar las propiedades que los nazis confiscaron a su familia, entre las que se encuentra el célebre ‘Retrato de Adele Bloch-Bauer I‘, de Gustav Klimt. Para ello ha de enfrentarse con el gobierno austriaco y la Corte Suprema de los Estados Unidos. Y lo hace con no pocas peripecias. Todo está al servicio de lo que se narra: la música, la puesta en escena, etc. El espectador sale convencido que hay batallas que merece la pena llevar a cabo.
Al encuentro de Mr. Bank (John Lee Hancok, 2013)
Un recorrido mágico -de humor blanco- ilumina la pantalla mientras se nos narra, a modo de biopic apañado, la verdadera historia de Pamela L. Travers, la creadora de la novela “Mary Poppins”, la preferida de las hijas de Walt Disney. Ellas le pidieron a su padre que hiciera la película. Tardó más de veinte años en cumplir la promesa por la negativa inflexible de la cascarrabias y solitaria autora. Walt decidirá indagar en su propia infancia hasta vislumbrar los fantasmas que obsesionan a la escritora. Y ambos, entre idas y vueltas, despliegan una dosis entrañable de sueños e ilusiones, en la que todos los personajes, naturales y ficticios tienen su encanto.
El diablo se viste de Prada (David Frankel, 2006)
Basada en una novela de L. Weisberger sobre el trabajo de la directora de Vogue en EEUU. El film, una simpática y ligera comedia que refleja, al menos en parte, las nuevas tiranías laborales de la moda. El film rezuma autenticidad y es un canto constante a la vertiginosa ciudad de Nueva York. A todo ello se enfrenta una novata periodista mientras es mandada de la noche a la mañana por su jefa, vestida de pies a cabeza de Prada. Las texturas y colores de la telas; la maravillosa arquitectura que se puede hacer con ellas sobre el cuerpo femenino; la industria que generan nos dan posibilidad de descubrir los valores éticos y estéticos encerrados en ese ámbito.
Deliciosa Martha (Sandra Nettelbeck, 2001)
Como describe acertadamente R. Chico, se trata de una película gastronómica que se trasforma en una comedia sentimental de toques dramáticos en torno a una mujer que tiene todas las recetas excepto la más importante, la del amor. La vida de Martha –independiente e inteligente- jefe de cocina en un restaurante de Hamburgo dará un vuelco definitivo al descubrir a Mario, un colega flexible y respetuoso, que entiende la vida y que conoce el ingrediente de la felicidad. La gastronomía nos hace un guiño para sacar gusto a la vida y su verdadero sentido.
Gorilas en la niebla (Michael Apted, 1988)
Se narra la vida real de Dianne Fossey, una antropóloga, con una voluntad de hierro, que decidió dedicarse al estudio de los gorilas en su medio natural. Para ello, llega a África, y acompañada por un rastreador nativo, comienza su trabajo, dispuesta principalmente a realizar un censo de una de la especies en extinción: el gorila de montaña. Queda tan fascinada por ellos que llega a establecerse una curiosa relación afectiva, de modo que tiene que luchar contra dificultades de todo tipo para protegerlos. Los paisajes –espectaculares- resaltan el proyecto vital de esta mujer, que sería enterrada en el cementerio que hizo construir para los gorilas, cerca de su vivienda.
Azul (Krzysztof Kieslowski, 1993)
Pertenece a la famosa trilogía en la que el director busca reflejar -con los colores de la bandera francesa- los principios de la democracia, Azul nos presenta a Julie que acaba de perder a su marido y a su hija en un accidente de coche. Por este enorme shock decide anular su pasado y comenzar una vida independiente, solitaria y anónima. Descubre que no puede vivir en una libertad ilusoria sin raíces y sin corazón. Su dolor pasará de la violencia al perdón; y del perdón al amor. El final queda abierto entre la paradoja del pesimismo y de la esperanza -como la misma vida-. El espectador puede fascinarse con la profundidad inagotable del corazón humano. Los recursos visuales y la banda sonora de Zbigniew Preisner son sencillamente magistrales.