Uno de los hitos más significativos en tratar la discapacidad en Hollywood se origina con Los mejores años de nuestra vida, dirigida por William Wyler y estrenada en 1946. En el portal Slant, Eric Henderson escribía que uno «tendría que estar ciego» para no reconocer los «implacables logros» de esta producción.
La película sigue el regreso a casa de los soldados estadounidenses tras la II Guerra Mundial, muchos con grandes discapacidades. Después del reconocimiento como héroes victoriosos comienza la vida civil, con los verdaderos problemas que entraña la discapacidad: la integración en el propio entorno, el desempleo o incluso la marginación.
Se suele leer que la discapacidad ha sido tratada de manera progresiva y con mayor rigurosidad desde entonces. A mi entender, esto es solo ver parte del paisaje, tomando como ejemplo algunas películas y olvidando otras, quizás porque nunca hemos tenido que recordarlas.
Tomemos un ejemplo actual y de gran éxito: la serie The Good Doctor, que va ya por su cuarta temporada. Esta serie ha sido muy alabada, quizás por la interpretación de Freddie Highmore como el doctor Shaun Murphy, un joven cirujano residente que padece autismo y síndrome de Savant.
En The Good Doctor, el autismo es tratado de manera ilusoria, de tal manera que el espectador puede quedarse con la interpretación que dicha enfermedad está asociada a una inteligencia extraordinaria, una inocencia infantil y unas capacidades casi ilimitadas. Nada que ver con Rain man (Barri Levinston, 1988), en la que Dustin Hoffman daba vida a un hombre con autismo.
Los increíbles años 80
Las historias que presentaron los realizadores de los ochenta se adentraban de manera más auténtica en la complicada psique de lo que implica la discapacidad. En este contexto se estrenó la citada cinta Rain man, y en 1989 se estrenaron dos películas protagonizadas por personajes que utilizan una silla de ruedas. Se trata de Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989) y Nacido el cuatro de julio (Oliver Stone, 1989), protagonizadas respectivamente por Daniel Day-Lewis, que recibió entonces su primer Oscar, y Tom Cruise, nominado también al premio.
A principios de los 90 encontramos un remake extraordinario a la hora de tratar la ceguera. Al Pacino consiguió el Oscar con la interpretación de un invidente en Esencia de mujer, y aquí ya no se trata de un discapacitado amable con dotes extraordinarias. El personaje de Pacino, Frank Slade, es un malhumorado y cínico coronel en la reserva del ejército norteamericano, retirado por un accidente que le ocasionó la ceguera. Su actitud no acude a lugares comunes, y es más creíble y realista que aquellas en la que la discapacidad se presenta como un pequeño problema fácil de asumir.
Los tópicos más nocivos
En muchas películas se ha tomado la parte por el todo, por un mal entendido paternalismo, o por enmarcarse en lo políticamente correcto. Algunas cintas presentan a un discapacitado reconocido por su talento en alguna disciplina artística o científica, identificando discapacidad y talento.
Por ejemplo, en Ray (Taylor Hackford, 2004) vemos cómo Ray Charles es un talento al piano por su ceguera, y la cinta cae en el tópico más antiguo de identificar ceguera con talento musical. Este argumento es tan válido como el pensar que los niños afroamericanos en situación de marginación son más proclives a alcanzar el genio de Michael Jackson. Lo que subyace en este asunto es más importante de lo que parece, pues en el fondo la sociedad agrupa a personas afectadas por una deficiencia con rasgos y estereotipos.
Esquizofrenia ideológica para la discapacidad
En España también sufrimos de otra esquizofrenia ideológica a la hora de abordar la discapacidad en el cine. La reciente Campeones podría ser objeto de estudio, tanto por la película en sí como por la difusión que ha tenido. Lo primero que debería resaltarse es que la película como tal es mala, así, sin más anestesias. El equipo de baloncesto es un tópico que ya se ha utilizado en cientos de ocasiones, sea para jóvenes marginales de un barrio neoyorquino, para reclusos en cárceles sureñas y hasta psiquiátricos, como ya se hiciera en Alguien voló sobre el nido del cuco.
Mientras la Academia del Cine se deshizo en premios y alabanzas en defensa de los discapacitados intelectuales, la fibra ideológica de los que mueven los hilos de esta “Academia” no dudan en defender el aborto de aquellos que podrían ser en el futuro otros campeones. Moverse por los sentimientos da lugar a estas contradicciones ideológicas propia de adolescentes o de incongruentes que saben cuando tocar la pieza sensible que les va bien.
he leído con más interés que otras veces -esto es la verdad- los trabajos, quizás porque el de 8 M es mío. Reconozco que todo lo publicado esta vez -qu2 no excluye otras, pero deseo centrarme en esta vez- es INTERESANTE Y PROMETEDOR, y la maquetación imparable. CINEMANET ¡¡¡¡ADELANTE!!! UN GRAN ABRAZO A TODOS
¡Muchas gracias, Gloria! ¡Adelante!