Tiempo de Victoria: Dinastía Lakers (Miniserie)

Gabriel Sales

Periodista y especialista en Comunicación y Branding digital. Cinéfilo y crítico de cine y series de televisión.

Si los tratamos según la descripción de la ficha, tanto Winning Time como The Last Dance (2020) de Jason Hehir son miniseries y documentales. Tras ver y comparar ambos, está claro que el producto sobre los Bulls de Jordan se aproxima más a la pureza del género e intenta narrar lo que fue, sin romanticismos, y Dinastía Lakers  es una especie de docudrama, aunque basada en aquel superequipo de estrellas, que presenta a propósito cómo la nueva empresa de Buss cambió la NBA para siempre haciendo de su nuevo juguete empresarial una marca única dentro de la cultura pop del momento.

Una de las cosas más llamativas de Tiempo de Victoria, algo que muchos adorarán y sin duda repugnará a tantos otros, es la explicitud de toda la narración: el histrionismo de los personajes (fantásticos Reilly e Isaiah) se une a los exagerados diálogos, la suciedad del lenguaje empleado, la vulgaridad del ambiente y, sobre todo, una atrevidísima y saturada estética. Trata sobre cómo esos Lakers cambiaron la historia del baloncesto para siempre, rompiendo la dictadura de los Celtics de décadas anteriores, sí, pero se ve poco de los partidos, incluidos los más épicos. La cancha escasea y abunda la cultura estrambótica de aquel entonces, y por ende la vida descontrolada que algunos de los jugadores llevaban (promiscuidad, drogas, alcoholismo), todo de cara a la galería, lo que en parte retrata el machismo y racismo imperantes. A esto ayuda un estilo visual ineludible por la audiencia, con movimientos de cámara más propios al vídeo doméstico y cambios de plano tan rápidos que pudiera parecer torpe. Pero no lo es, es intencionado para acompañar la recreación de la época.

El resultado final también está alimentado por un tono cómico realmente osado y grosero, además de una repetitiva estimulación a base de golpes de atención al espectador, cambios y agilidad en el relato. Nunca para, y para los menos acostumbrados puede llegar a ser demasiado cargante. Sin embargo, los más adeptos a la apoteosis baloncestística ochentera sabrán apreciar esta fascinante propuesta de 10 capítulos.