¿Qué tienen en común los proyectores primitivos del siglo XIX, un sombrero de Fellini, unos zapatos de Marilyn o acetatos variados de Disney? Todo esto y mucho más se puede encontrar en el Museo Nacional del Cine de Turín.
Hoy, en “Maravillas cinéfilas por el mundo”, ponemos el foco en uno de los múltiples reclamos turísticos de ensueño que ofrece la ciudad de Turín: el Museo Nacional del Cine (Museo Nazionale del Cinema). Ubicado en el centro histórico, en la Via Montebello, número 20, lo alberga la Mole Antonelliana —que debe su nombre al arquitecto Alessandro Antonelli, responsable de su diseño—, enorme cúpula y un símbolo turinés, en lo alto de la cual existe un mirador con vistas a toda la ciudad. El museo, además de un enorme muestrario, supone una experiencia inmersiva que permite al visitante interactuar con recreaciones de escenarios y más secciones cinematográficas, como se describe a continuación.
La exposición está diseñada siguiendo un orden cronológico. Las primeras salas hacen un recorrido por las primitivas formas de exhibición de figuras en movimiento, con las sombras chinescas, la linterna mágica el zoótropo e invenciones similares propias de ese período donde el cine no era siquiera una idea. No tarda el visitante en encontrar explicación de los fundamentos ópticos y un enorme muestrario de proyectores propios de los albores del cine, así como reproducciones de carteles anunciadores de los hermanos Lumière e incluso una simulación en vivo de aquella primera película exhibida en 1895, con la llegada del tren.
Avanzando se llega a una recreación de diversos escenarios, como el Caffé Torino. La zona central está provista de unos divanes desde los que se ve una pantalla grande con una serie cíclica de imágenes. Una reproducción del colosal escenario de “Cabiria” preside la estancia. También hay un atuendo original de la citada película de Giovanni Pastrone. Comprensible no sólo por la ubicación de la ciudad, sino porque la de Italia fue la primera cinematografía mundial que otorgó a este nuevo vehículo de expresión la vitola y el reconocimiento que hasta el momento finalizaba en la escena y la ópera.
Diversos géneros tienen cabida, desde el terror —con las figuras de Lon Chaney y Boris Karloff— al cine familiar —con diversos dibujos de Disney, como Mickey, Donald, Pinocho o Peter Pan, o una puerta con la silueta del Coyote, de los cortometrajes de Warner—, pasando por el oeste. Existe un repaso por las diversas secciones de la producción, como los decorados, el vestuario —varios trajes de “Gangs of New York”—, los efectos especiales —con un simulador aéreo y otro de una cueva en rápido descenso— o la escritura —con guiones originales de “Psicosis” o “El Padrino”—, por ejemplo. Entre los objetos más preciados se encuentran un brazalete, un corpiño y unos zapatos de Marilyn Monroe —en una vitrina que preside su famoso posado para el fotógrafo Tom Kelley cuando aún era una desconocida, sobre fondo rojo— y un sombrero y una bufanda que pertenecieron a Federico Fellini. Una de las zonas, plagada de retratos de actores, puede poner a prueba la memoria visual: decenas de imágenes, desde John Barrymore a Julia Roberts, pueblan las paredes y resulta una entretenida manera de averiguar a cuántas estrellas uno es capaz de identificar.
La galería de carteles es inmensa y contiene títulos de diversos países, incluido España, a lo largo de más de un siglo. “Lo que el viento se llevó”, “Casablanca”, “Cantando bajo la lluvia”, “Las vacaciones del Sr. Hulot”, “La tentación vive arriba”, “El Gatopardo”, “La vida es bella”, “Todo sobre mi madre”… todas ellas y muchas más tienen su rinconcito. Por último, una distribución ascendente en una rampa de caracol recuerda a muchos realizadores importantes a lo largo y ancho del globo, con una glosa sobre sus carreras.
Definitivamente, la hora y media que estiman los propios responsables del museo se queda corta para disfrutar de todo el material allí presente. Una visita muy recomendable para quienes pasen por la bella Turín y decidan dedicar parte de su viaje a alimentar la cultura y la emoción de su cinefilia.
Nota: Deseo expresar mi agradecimiento a Elisa Bonofiglio, artista multidisciplinar —cantante lírica, violinista, actriz…— y Francesca Rossi, grandes amigas ambas, que fueron mis anfitrionas en esta nueva visita a la bella Italia.