En esta sección sobre literatura y cine intento atrapar joyas que suelen estar casi en el olvido. Por casualidad he encontrado una del maestro Preminger. Un guion absorbente, un ritmo sin pausa, una fotografía en blanco y negro con unos primeros planos impresionantes y un reparto fabuloso, considerado impecable por la mayor parte de críticos, son algunos rasgos de Al borde del peligro de 1950.Marx Dixon es un conflictivo policía, de carácter violento, marcado por el pasado delincuente de su padre. Accidentalmente mata a un héroe de guerra intentando descubrir el asesinato de un amigo del finado. La historia se complicará con el empeño desesperado del policía por ocultar el hecho a unos jefes que ya le han degradado por actuaciones descontroladas. La huida de sí mismo será la característica de todo el film y su redención será por el amor y la confianza que depositará en él la joven viuda del fallecido.
Otto Preminger es capaz de hacer una obra brillante a partir de una novela bastante irregular. La corrigió junto a uno de los mejores guionistas del cine clásico norteamericano, Ben Hecht. Juntos hicieron numerosos cambios en el guion respecto a la novela original hasta dotar a la película de la carga psicológica y emocional propia del mejor género negro y del que carecía la novela. El guion resultante supo perfilar de modo soberbio a los personajes, desdibujados en la novela, modificando algunos rasgos hasta permitir al espectador empatizar con el protagonista pese a su carácter implacable. Como señalan algunos críticos, convirtió una novela regular tirando a buena en una película notable tirando a sobresaliente.
Se ha dicho que se trata de una obra menor del gran cineasta. Las obras menores de los grandes directores, muchas veces suelen ser obras que rozan la perfección. Y esta película tiene esa impronta de Preminger: una gran fuerza visual, lograda gracias a planos muy bien construidos y una magistral fotografía que hipnotiza al espectador desde el principio. Hechiza el rostro bellísimo de Gene Tierney en los primerísimos planos por poner un ejemplo.
La película engancha al espectador desde el minuto cero, por su ritmo acompasado, sus personajes brillantemente definidos y las dosis de suspense repartidos en todo el metraje a pesar de conocer al culpable del delito. Con muy pocos elementos involucra al espectador como un testigo más de la historia. Nos enfrentamos a la desesperación de un hombre que quiere borrar la huella que su padre ha dejado en su vida y que es siempre recordada por los que le rodean. Un hombre bueno, con un carácter excesivamente impulsivo, marcado por su pasado. Un hombre solitario, triste, incapaz de establecer vínculos por temor a no ser digno de ser amado. Al borde del peligro es un gran ejemplo de género negro, con un Dana Andrews sobresaliente en su papel de hombre atormentado que llega a la redención a través del sufrimiento y el amor. Una estupenda película reforzada por la química entre los dos actores principales que ya habían trabajado juntos en Laura. En este caso se trata de los mismos protagonistas, Dana Andrews en el papel de Marx Dixon y Gene Tierney en el de Morgan, la hija del taxista acusado falsamente del crimen perpetrado por el policía.
La crítica señala un final un tanto precipitado como único defecto de una obra que, si no existiera su antecedente en Laura, sería denominada maestra dentro del cine negro. En efecto es una película injustamente olvidada, tal vez por considerarla erróneamente como un apéndice de la otra, pero se trata de cine negro del bueno. Una obra maestra que bordea la excelencia en el retrato de un hombre roto que necesita ser redimido por aquellos a los que ha herido sin pretenderlo. Un hombre caído en lo que más odia, que se deja amar en su debilidad y siente, por esa experiencia inaudita en su vida, que vale la pena seguir viviendo aceptando su debilidad sin avergonzarse de ella. Debilidad que deja plasmada en una carta a la vista de las personas que más le importan. Se vuelve libre cuando se deja arrestar por el crimen involuntario que ha cometido. Vuelve a la vida, rompiendo su coraza de dureza, a través del amor de Morgan cuya belleza le ha cautivado. Tras haber buscado la muerte como única salida al conflicto que le tenía preso, ahora siente de nuevo las ganas de vivir como si la sangre de delincuente que cree haber heredado se diluyera por fin y le dejara ser él mismo.
Una obra admirable que trata verdades eternas como la redención y la culpa, la conciencia, la mentira y la verdad, la legalidad, el amor y el sacrificio y, por encima de todo ello, la libertad humana, tal vez condicionada, pero nunca determinada por las circunstancias y menos por un pasado sobre el que el ser humano es capaz de encaramarse y recomenzar una nueva vida.