La aparición, película de Xavier Giannoli, con guion suyo en colaboración con Jacques Fieschi y Marcia Romano, acierta de lleno a la hora de entregar un buen conflicto entre fe, investigación periodística y razón. Porque se puede ser creyente y hasta devoto pero sin perder la visión de la realidad.
El gran mérito del filme es saber aunar varios elementos: poner en valor el trabajo profesional de los periodistas, el trabajo de investigación de las investigaciones canónicas, el respeto por la fe de los creyentes y la crítica por la mercantilización, en ocasiones abusivas, de personas que, sin saberlo, están muy perdidas.
Vamos a intentar no desvelar nada importante, así que nos limitaremos a resumir la sinopsis oficial: Jacques (inmenso Vincent Lindon), un reportero francés de gran prestigio por su imparcialidad, recibe un importante encargo del Vaticano, nada más y nada menos que investigar la veracidad de unas supuestas apariciones marianas en una pequeña localidad francesa que Anna (también magnífica Galatéa Bellugi), una joven de 18 años, afirma haber presenciado. ¿Serán reales o un cuento para lograr fama?
Jacques se nos muestra como un “creyente” sin práctica: hizo la Primera Comunión por tradición familiar y hasta ahí llega su nivel de implicación con la Iglesia Católica. Y quizás alguno podría decir “pues vaya comienzo”, pero en realidad esta falta de apego se releva como una ventaja ya que Jacques no muestra prejuicios para investigar, ni a favor ni en contra. Si bien es cierto que él mismo se cuestiona ser o no idóneo para el trabajo (precisamente cuestionarse es señal de humildad), lo acepta ya que recibe carta blanca del Vaticano para realizarlo como mejor considere.
Una vez en el terreno, es realmente llamativa, y para bien, la minuciosidad con la que Jacques lleva a cabo la investigación. Lejos de cuestionar a Anna o reírse de los fieles que congrega, mira y analiza con detalle cada muesca, gesto o frase. En ningún momento cuestiona nada desde el desprecio sino en búsqueda de la verdad, de lo que realmente pasó, pese a quien pese. Además la investigación canónica se muestra con todo detalle, respetuosa con los métodos eclesiales y sin estridencias.
En ese camino encontramos también una lucha dentro de la Iglesia, con sacerdotes enfrentados unos con otros por poder o recelos, y duela o no en la Iglesia Católica muchas veces es así. Se muestra y explica, pero no se juzga. Donde sí se pone el foco, y con razón, es en aquellos que buscan mercantilizar hasta el extremo la religión, a veces queriéndola llevar al espectáculo (esa retransmisión online casi forzada), pero al final reinando el sentido común (“¡Deja de grabar!”, más de un cámara de televisión de nuestro país debería aprender).
Todo esto ayuda a hacer llegar el mensaje de que la fe y la razón no tienen por qué pelearse, y que la fe no debe ser obstáculo para que las personas que tienen preguntas terrenales no las vean respondidas. Pero en todo caso la razón no puede responder a todas las preguntas que suscita la fe precisamente porque es el terreno divino y nuestras limitadas mentes no son capaces de asumirlo. Maravillosa esa línea de diálogo: “¿Qué esperaba, una prueba? Con ella no habría misterio. La fe es un don y una elección libre. Decidimos creer en un gran misterio y lo de menos son las pruebas”.
Por todo ello el objetivo de La aparición no es convertir a Jacques. No se trata de que todo el mundo crea en Dios o en las apariciones, sino de insistir en que las investigaciones deben hacerse siempre con el máximo rigor, preguntando y contrastando, pero sin ser incompatibles con una gran fe que acepte que no todo es cuantificable ya que no todas las preguntas tienen por qué tener una respuesta científica.