En su momento hablamos con calma y detenimiento sobre El sexto sentido, considerada, no sin razón, obra culmen de M. Night Shyamalan, donde pudimos ver que la comunicación y la sinceridad eran claves en las relaciones humanas.
El director es especialista a la hora de abordar asuntos humanos y sociales, y en el lado religioso él mismo reconoce que es casi ajeno a las creencias, aunque su educación pasó por ahí: “Me crié a medio camino entre lo cristiano y lo hindú, por lo que estoy empapado de religión. Me guste o no. Que no me gusta, de hecho, y en mi casa y con mis hijos lo he evitado siempre. Pero sí me parece muy interesante coger conceptos de lo religioso y trasladarlos a la vida real, hacerlos parte del relato”. En otra entrevista afirma “soy hindú de nacimiento, y mi familia es hindú, pero fui a un colegio católico durante diez años, así que fui adoctrinado ciertamente durante ese tiempo en esa mitología”.
Es cierto que es una visión un tanto pesimista y que la palabra “adoctrinado” no suena bien, pero viendo su película Señales (2002) encontramos en los diálogos una fuerte visión religiosa de la realidad y un reencuentro de su protagonista con la fe, curiosamente como pasó en la vida real.
Recordemos la sinopsis: el exreverendo Graham Hess (Mel Gibson) descubre una mañana unos extraños símbolos en sus campos de maíz. Él, su hermano y sus hijos viven a partir de ese momento, y junto a todos los habitantes del mundo, sucesos inexplicables y hasta ahora inimaginables.
Lo primero que hay que destacar es que Mel Gibson es famoso en Hollywood, además de por varios escándalos importantes, por proclamar a los cuatro vientos su fe católica, apostólica, romana y practicante. A pesar de su vida personal, muy cuestionable, siempre ha reconocido que no ha perdido la fe y que la practica con asiduidad, y hecho rodó La Pasión de Cristo (2004) y ahora prepara la secuela. Por todo ello es curioso que en esta película haga de reverendo (o exreverendo) que ha perdido su fe.
Volviendo al filme, tenemos cuatro personajes importantes: Graham, el protagonista, exreverendo; Merril (Joaquin Phoenix), su hermano y tío de sus hijos, exjugador de béisbol; Morgan (Rory Culkin), hijo mayor, asmático; y Bo (Abigail Breslin), hija menor, obsesionada con el agua, que siempre dice que está contaminada.
Al principio tenemos a Graham, que se despierta solo en la cama y una foto en la mesilla a su lado: rostros sonrientes, él rodeado de su familia. Su estado anímico es pésimo, ya que está roto por el dolor, y al cabo de un rato descubrimos que perdió a su esposa en un accidente de tráfico. Tanto que ha colgado el traje clerical. Le intenta ayudar su hermano Merril, pero sigue sin levantar cabeza.
En el pueblo todos le conocen y le piden consejo, pero él no deja de repetir “ya no soy reverendo”. El director y guionista sabe dosificar bien los diálogos y las sorpresas, por eso va dando las claves poco a poco, dejando lo mejor para el final, que guardaremos por ahora. Lo primero que vamos a recordar es un diálogo crucial, entre el personaje de Ray (cameo de M. Night Shyamalan) explicando a Graham por qué le ha llamado. Ray está en su furgoneta, a punto de irse:
Ray: Trabajé muchas horas aquella noche, nunca me había dormido conduciendo, ni he vuelto a hacerlo.
Graham: Déjalo.
Ray: Durante casi todo el camino no pasó ni un coche en ninguna dirección, si me hubiese dormido entonces habría acabado en una cuneta con dolor de cabeza, tuvo que ser en ese preciso instante cuando me cruzase con ella, esos 10 o 15 segundos de su paseo. Es como si estuviera escrito. Creo que si esto es el fin del mundo estoy fastidiado. Los que matan a esposas de reverendos no creo que estén muy vistos en el cielo. (…) Sé lo que te he hecho, cuestionarte tu fe, siento mucho lo que os he hecho a ti y a los tuyos.
Graham:… Vale…
Aquí ya confirmamos que la tragedia familiar tuvo su comienzo en el atropello de la mujer de Graham por parte de Ray y que esto hizo que el protagonista perdiera la fe.
Cuando los círculos de los extraterrestres aparecen por todo el mundo, empieza a cundir el miedo y surgen las dudas, y la familia de Graham no es ajena a ello. Esto se dicen él y su hermano:
Merril: Muchos seguramente creerán que es el fin del mundo.
Graham: Tienes razón.
Merril: ¿Crees que podría serlo?
Graham: Sí.
Merril: ¿Cómo puedes decir eso?
Graham: ¿No es la respuesta que esperabas?
Merril: ¿No podrías fingir ser como eras… y animarme un poco?
Graham: El mundo tiene dos tipos de personas, y cuando ocurre algo afortunado los del primer grupo lo consideran más que suerte, más que casualidad, lo consideran una señal, una prueba de que hay alguien ahí arriba cuidando del ser humano. La otra gente lo considera pura suerte, un feliz giro del azar. Seguro que la gente del segundo grupo está observando esas 14 luces con recelo, para ellos la situación está mitad y mitad, podría ir mal o bien, pero en el fondo sienten que, pase lo que pase, están solos, y eso les llena de temores. Sí, es lo que piensan, pero luego hay cantidad de gente del primer grupo que, cuando observan esas luces, están viendo un milagro, y en el fondo sienten que, pase lo que pase, habrá alguien allí arriba para ayudarles, y eso les llena de esperanza. Lo que debes preguntarte es en qué grupo estás tú, ¿eres de los que ven señales, de los que ven milagros, o crees que la suerte de la gente es aleatoria? O, plantéatelo así, ¿es posible que no existan las coincidencias?
Merril: (…) A mí me van los milagros, y esas luces son un milagro. ¿Y tú de cuál eres?
Graham: ¿Te sientes más animado?
Merril: Ahora sí
Graham: ¿Entonces qué más da? Nunca te dije las últimas palabras de Colleen antes de que… la dejasen morir. Me dijo ‘ve’, sus ojos se le humedecieron, y entonces dijo ‘batea fuerte’, ¿sabes por qué lo dijo? (Merril niega con la cabeza). Porque las neuronas de su cerebro bullían mientras moría y de repente le vino a la memoria algún recuerdo de nosotros en algún partido tuyo. No existe nadie que nos proteja Merril, estamos muy solos.
Antes de la invasión alienígena, y en claro símil a la Biblia, cocinan una última cena, donde vuelve a surgir el conflicto porque Graham se niega a rezar:
Graham: ¿Qué nos pasa a todos? Cenemos.
Morgan: Deberíamos bendecir la mesa.
Graham: No, no vamos a bendecirla. No pienso perder un solo minuto más de mi vida rezando, ni un solo minuto más, ¿entendido? Y ahora disfrutemos de esta comida.
Esta tensión provoca lloros y desesperación, pero tiene su catarsis en un abrazo familiar entre los cuatro miembros, justo antes de que los aliens intenten entrar en la casa. Cuando la invasión alienígena empieza, Merril se revuele contra Graham por no dar el ejemplo que debería:
Merril: No creías que sobreviviríamos, ¿verdad?
Graham: No.
Merril: Oye, hay cosas que puedo aceptar, y otras que no puedo. Una de las que no puedo es que mi hermano mayor, que es cuanto yo quiero ser, empieza a perder la fe en todo. Te he visto los ojos esta noche, no quiero volver a ver tus ojos así nunca más, ¿vale? Va en serio.
Graham: Vale.
La situación ya es crítica y los aliens están muy cerca, tanto que entran en la casa y uno de ellos coge a Morgan y amenazan con envenenarlo. Graham duda sobre qué hacer, y entonces ve el bate de béisbol de Merril colgado en la pared y a éste al lado. Es el momento de recordar las últimas palabras de su mujer antes de morir: “Dile a Morgan que juegue mucho, es bueno hacer el ganso. Dile a Bo que escuche a su hermano, él la cuidará siempre, y dile a Graham ‘ve’, dile que vea… y dile a Merril que batee fuerte”. Ahí está la señal de Dios para salir adelante: “Ve”, del verbo ver, debe ver las señales para salir de esta situación. Graham lo hace y le ordena a Merril que batee fuerte, cosa que hace y mata al alien, quien justo había intentado envenenar a Bo disparando un gas venenoso en su rostro a través de un apéndice saliendo de su muñeca.
El veneno no logra matarle gracias a que tenía los pulmones cerrados debido al asma. “No puede ser solo suerte, los pulmones estaban cerrados, el veneno no entró”. Graham y su familia ven cómo el niño recobra el conocimiento. El plano final es elocuente: Graham, vestido de reverendo, se pone la chaqueta, dispuesto a volver a ejercer como tal y con la fe de regreso.
De ahí que Señales, en realidad, sea una película sobre la fe perdida, encontrar las señales de Dios en la vida cotidiana, y apoyarse en ellas cuando la situación parece perdida. Es un filme teóricamente sobre alienígenas pero solo en la superficie, como es habitual en su director: esconder el tema real bajo capas de otras historias.