Puede parecer un poco incoherente hablar de una película como Terminator 2: El juicio final y poner en el mismo titular “el sagrado valor de la vida humana”, pero tiene mucho sentido si escuchamos con calma los diálogos.
No ignoramos Terminator, la primera película, la que lo empezó todo en 1985 y fue fruto de una pesadilla de James Cameron, director y guionista, tras una noche de fiebre; sin embargo es de recibo reconocer que la segunda superó con creces la primera y que la mayor parte dramática y los mejores mensajes están en la secuela, por eso hablaremos directamente de ella, pero animamos a cualquier amante del mejor cine a revisar el comienzo de una saga muy querida por millones de cinéfilos de todo el mundo.
Terminator 2: El juicio final llegó unos años después, concretamente en 1991, cuando James Cameron recibió más dinero y apoyo para sacar adelante la ansiada secuela. Sin detenernos en los miles de detalles y curiosidades de los que podemos hablar y que pueden encontrar fácilmente en internet así como en las estupendas ediciones domésticas tanto en DVD como en Blu-ray o UHD, iremos directamente a los detalles.
Para empezar, una curiosidad que define todo el metraje: hay dos terminators, uno bueno y otro malo, y el bueno nunca mata a nadie. Podría parecer banal, pero en la primera película el mensaje era muy claro: si era terminator era malo y nada lo paraba hasta conseguir su objetivo: matar a Sarah Connor, la futura madre de John Connor, el futuro líder de la resistencia. Por tanto la regla era muy clara: terminator es malo. Hasta que llegó la secuela y había dos, por lo que el peligro era doble hasta que el guion desvelaba su sorpresa: uno había sido enviado para matar a John Connor, el hijo ya nacido porque en la primera el malo fallaba, y otro estaba enviado para salvarlo. De esos dos, solo el terminator malo mataba personajes, el bueno solo hería.
Continuamos con los mensajes sobre el sagrado valor de la vida humana, desde su inicio que es la concepción, hasta la muerte natural. Cuando John Connor entiende que el terminator de Arnold Schwarzenegger está a su servicio, llega un conflicto: John quiere rescatar a su madre, ingresada por la fuerza en Pescadero, una institución psiquiátrica, pero la máquina le dice que no debe hacerlo porque no es la misión, sino solo protegerle. Tras un momento de tensión, John pide ayuda y dos personajes acuden a su llamada, pero la situación vuelve a dar un vuelco y John da permiso al terminator para que dé una lección a los personajes. Entonces la máquina se dispone a matarlos, pero es frenada por un Connor horrorizado, quien tiene esta conversación:
John Connor: Jope, ibas a matar a ese tipo.
Terminator: Claro, soy un terminator.
J.C.: Escúchame atentamente, ¿quieres? Ahora ya no eres un terminator, ¿de acuerdo?, ¿lo has entendido? No puedes andar por ahí matando gente.
T: ¿Por qué?
J.C.: ¿Cómo que por qué? ¡Pues porque no puedes!
T: ¿Por qué?
J.C.: Porque no puedes, ¿de acuerdo? Confi, tío.
John es incapaz, por ahora, de explicarle a la máquina que está mal, así que como sabe que está programado para obedecerle, termina la conversación así: “Oye, voy a ir a rescatar a mi madre y te ordeno que me ayudes”.
Antes de llegar a Pescadero se produce un momento importantísimo para la relación John–terminator:
T: ¿Por qué nos detenemos ahora?
J.C.: Quiero que me prometas que no matarás a nadie, ¿de acuerdo?
T: Bien.
J.C.: ¿Lo juras?
T: ¿Qué?
J.C.: Levanta la mano y di ‘juro que no mataré a nadie’.
T: Juro que no mataré a nadie.
J.C.: Bien, sigamos.
El terminator va a cumplir su palabra y, por orden de John, no va a acabar con ningún inocente, lo que no quita que, fiel a ser una máquina, hiera al guardia de la entrada, pero se resuelve con cierto toque cómico: le dispara a las rodillas. La breve conversación siguiente tiene su gracia:
J.C.: ¿¡Qué demonios estás haciendo?!
T: Vivirá.
Una fortísima autocrítica hacia el comportamiento humano se produce después, cuando John y la máquina hablan sobre si lograrán el objetivo de detener la futura guerra:
J.C.: No lo lograremos, ¿verdad? Me refiero a la gente.
T: Está en vuestra naturaleza destruiros mutuamente.
J.C.: Sí… vaya palo, ¿eh?
Seguimos avanzando en el guion y aquí nos encontramos con un tema muy similar: la paternidad responsable, en el sentido de ser un buen padre. Lo piensa Sarah una vez que es rescatada: “Observando a John con la máquina de repente lo vi claro. El terminator jamás se detendría, jamás le abandonaría y jamás le haría daño, ni le gritaría o se emborracharía y le pegaría, ni diría que estaba demasiado ocupado para pasar un rato con él. Siempre estaría allí, y moriría para protegerle. De todos los posibles padres que vinieron y se fueron año tras año, aquella cosa, aquella máquina, era el único que daba la talla. En un mundo enloquecido, era la opción más sensata”.
Otro momento tan importante como divertido se produce cuando la máquina va a enfrentarse a una enorme fuerza policial apostada delante del edificio en el que están los protagonistas.
J.C.: Tenemos compañía.
Sarah: ¿Cuántos?
J.C.: Creo que todos.
T: Yo me ocuparé de la policía.
J.C.: ¡Eh, espera, lo juraste!
El terminator sonríe como le ha enseñado previamente John en una secuencia anterior.
T: ¡Confi, tío!
Un poco más adelante encontramos un gigantesco tirón de orejas hacia los creadores de inventos destructivos, cuando un personaje dice “¿cómo íbamos a saberlo?”, en referencia a la creación de Skynet, la máquina que casi fulmina a la humanidad en el futuro, y Sarah responde: “Sí… claro… ¿cómo iban a saberlo? La gente como usted fabricó la bomba de hidrógeno, hombres como usted la idearon… y se consideran creadores… ¡jamás sabrán realmente lo que es crear algo!, ¡crear una vida, sentirla cómo crece en tu interior! ¡Lo único que saben ustedes crear es la muerte y la destrucción!”.
El colofón absoluto llega al final, con dos frases: “Ahora sé por qué lloráis, pero es algo que yo nunca podré hacer”, dice el terminator antes de su final, revelando que por fin empatiza con los humanos. Y la frase final es una reflexión de Sarah: “El futuro desconocido rueda hacia nosotros, por primera vez lo afronto con un sentimiento de esperanza, porque si una máquina, un terminator, puede aprender el valor de la vida humana, tal vez nosotros también podamos”.
De ahí que podamos decir, sin temor a equivocarnos, que Terminator 2: El juicio final es una película claramente provida, ya que su anterior terminaba con una Sarah Connor embarazada pero con su pareja muerta (víctima del primer terminator) y aun así seguía con su embarazo hasta dar a luz, y en la 2 se nos explica que toda vida merece ser vivida y tiene derecho a ello, sin que nada ni nadie intente acabar con ella en ningún momento.