Dirección: Susanne Bier. |
SINOPSIS
Jacob ha dedicado su vida a ayudar a los niños de la calle en la India, pero el orfanato que dirige está a punto de cerrar por falta de fondos. De pronto, recibe una oferta inesperada: un hombre de negocios danés, Jørgen está dispuesto a donar 4 millones de dólares a condición de que Jacob viaje a Dinamarca y asista a la boda de su hija. La boda se convierte en un encuentro entre el pasado y el futuro, enfrentando a Jacob al mayor dilema de su vida.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – La Linterna]
Jacob es un solitario cooperante danés de 40 años, que lleva los diez últimos ayudando a niños abandonados en las calles de Bombay. Incluso, se ha planteado adoptar a uno de ellos, al que educa desde que era un bebé. Pero su modesto orfanato se está quedando sin fondos, y debe viajar a Dinamarca. Allí debe entrevistarse con Jorgen, un rico empresario, también en torno a los 40, que puede resolver sus problemas financieros para siempre. Pero, durante la boda de la hija del magnate, Jacob se reencuentra con una mujer, que le reabre profundas heridas del pasado.
Esta película danesa candidata al Oscar 2007 al mejor filme en lengua no inglesa confirma la alta calidad del dúo formado por la directora Susanne Bier y el guionista y también realizador Anders Thomas Jensen, ya apuntada en Te quiero para siempre y Hermanos, sus anteriores colaboraciones. Aquí vuelven a desplegar un guión sensacional, de altísima intensidad dramática y con una profunda reflexión moral sobre la responsabilidad, la paternidad, la solidaridad, la unidad familiar y el sufrimiento. En este sentido, la película supera por elevación la demoledora visión de ciertas familias danesas que ofreció Celebración (Festen), de Thomas Vinterberg, y avanza por los luminosos caminos abiertos por Italiano para principiantes, de Lone Scherfig, también en su visión trascendente de la vida, sintetizada aquí en el magistral funeral con que se inicia el desenlace.
Todo esto, encarnado por unos actores sensacionales, que a menudo conmueven hasta las lágrimas con su autenticidad, incluso en los pasajes más extremados, en los que podrían haber caído en la sobreactuación facilona. Sorprende también el montaje de la película, absolutamente fragmentado casi como en El jefe de todo esto, de Lars Von Trier y con arriesgados saltos de grandes planos generales a opresivos primerísimos planos de detalle, siempre impactantes. De este modo, Susanne Bier logra que sangre en cada encuadre su antológica puesta en escena, resuelta casi siempre cámara en mano y con un hipnotizante ritmo sostenido, que impulsa constantemente la progresión dramática de los personajes a través de sutiles intrigas que se van alimentando unas a otras.
En fin, uno de los grandes títulos de la temporada, y una de las mejores películas europeas de los últimos años.
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