Título original: Avatar |
SINOPSIS
Jake Sully, un ex-Marine confinado en una silla de ruedas, todavía es un guerrero de corazón. Jake ha sido reclutado para viajar a Pandora, donde las corporaciones están extrayendo un mineral extraño que es la clave para resolver los problemas de la crisis energética de la Tierra. Al ser tóxica la atmósfera de Pandora, ellos han creado el programa Avatar, en el cual los humanos «conductores» tienen sus conciencias unidas a un avatar, un cuerpo biológico controlado de forma remota que puede sobrevivir en el aire letal. Estos avatars están creados genéticamente de DNA humano mezclado con DNA de los nativos de Pandora…los Na’vi.
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CRÍTICAS
[Ramón Ramos, colaborador de CinemaNet]
Un lugar mágico llamado Pandora
James Cameron lo ha vuelto a hacer. Marcó una nueva era en los efectos especiales con las increíbles transformaciones por ordenador del T1000 en Terminator 2: El juicio final (Terminator 2: Judgement day, 1991), luego propició un fenómeno social con Titanic (1997), donde utilizó todas las técnicas de efectos especiales existentes en la industria de ese momento, desde maquetas a especialistas generados por ordenador y réplicas de escenarios a escala real. Ahora es la tecnología 3D con la que de nuevo vuelve a deslumbrar al mundo en Avatar (2009).
En el planeta Pandora una gran corporación terrestre ambiciona la explotación de una mina sobre la que habita un clan de indígenas Na’Vi. Para echarlos del lugar cuenta con un ejército de mercenarios, por si hay que usar la fuerza, pero primero intentan la vía diplomática mediante un proyecto científico denominado Avatar, que consiste en generar seres genéticamente híbridos entre humanos y alienígenas, de forma que cada científico controla su propio avatar a distancia y los utilizan para acercarse amistosamente a la tribu y ganarse su confianza.
La idea de un doble controlado con la mente se ha visto hace unos meses en Los sustitutos, en la que las réplicas eran androides en vez de seres orgánicos. La relación del extrajero con los aborígenes recuerda a Bailando con lobos (Dances with wolves, Kevin Costner 1990) y el look militar futurista de los mercenarios a Aliens: El regreso (Aliens, James Cameron 1986), referencia que además se acentúa con la presencia de Sigourney Weaver en el reparto, encarnado a una dura científica. El retrato del clan tribal bebe de los distintos pueblos de diferentes partes del mundo. Por ejemplo el entorno es como el de una tribu amazónica, mientras que los rituales recuerdan más a los africanos, e incluso hay reminiscencias a indios norteamericanos, como la forma de bendecir la muerte de un animal cuando cazan que recuerda a El último mohicano (The last of the mohicans, Michael Mann 1992).
El diseño del planeta tiene una clara inspiración en el mundo acuático pero llevado a tierra firme, fruto de las investigaciones que del medio submarino ha venido realizando Cameron para sus distintos proyectos, desde Abyss (1989), pasando por Titanic (1997) hasta los documentales para Imax y televisión que ha realizado en los últimos años.
Todos estos elementos son hábilmente combinados para ofrecer al espectador una experiencia cinematográfica en 3D increíble, en un mundo alucinante que absorbe la atención desde el primer fotograma. El protagonista Sam Worthington está correcto en su papel, al cual ya vimos este año en la piel del nuevo cyborg de Terminator salvation. También Zoe Saldana, que interpreta a la nativa coprotagonista de la historia, fue vista en este 2009 en otra aventura de ciencia ficción con la nueva entrega de Star Trek. Dos secundarios, Stephen Lang y Giovanni Ribisi, trabajaron ambos este año en Enemigos públicos. Todos los actores en Avatar cumplen con eficacia en sus respectivos papeles.
En definitiva Avatar es una película de aventuras a la antigua usanza con un envoltorio tecnológico de última generación tan aparatoso como fascinante, que transporta al espectador a un nuevo mundo fantástico haciendo creíble lo irreal. Así es la magia del cine.
Puedes acceder a un estudio más exhaustivo de AVATAR , realizado por CinemaNet, en el siguiente enlace:
Cuando Cameron nos dice: nadie puede enseñarte a ver
Debido a la crisis energéntica que vive la Tierra, algunos humanos se han desplazado a un planeta rico en fuentes, sobre todo una que podría ser la solución al problema. Jake Sully, un exmarine ahora paralítico, se desplaza a Pandora como parte de un equipo científico, al que había pertenecido su difunto hermano gemelo. Una vez allí, Jake descubre los conflictos de intereses –económicos, político-militares y de investigación- que los humanos están estableciendo entre ellos, mientras los nativos asisten perplejos y amenazados a un posible cambio en la historia de su pueblo.
El título ya es una declaración de intenciones, ya que hace referencia a la nueva acepción del término avatar que, en general, se entiende como una representación visual de uno mismo, como usuario, en un entorno tecnológico (vídeojuegos, redes sociales…). Sin embargo, en la película de Cameron “avatar” significa algo aún más vivo, pues es la creación, mediante ingeniería genética, de un na’vi o habitante del planeta Pandora. A esa creación se le puede dar vida mediante la conexión con la conciencia de un humano. Una especie de alterego o trasposición mental en otro cuerpo.
James Cameron ideó el argumento y características de producción de “Avatar” hace 14 años (poco antes de que rodara su buque insignia “Titanic”), pero la tuvo que desarrollar más tarde (hace 4) debido a que la tecnología no permitía hacer lo que su imaginación sí podía. Este director norteamericano es un de los clásicos de la acción y ciencia-ficción contemporáneas con títulos como “Abyss”, “Aliens” o “Terminator”, en las que siempre ha intentado hacer un gran espectáculo para mayorías, donde tecnología y relato no estuvieran reñidos. Es cierto que, en algunos casos, ha salido bastante airoso, pero en “Avatar” la historia no es, precisamente, un paradigma de originalidad. Un refrito evidente de mitos y con intenciones ampulosas impiden un desarrollo más creativo y rítmico del guión.
Para el film se ha utilizado el ya conocido sistema de captura del movimiento de actores reales, pero con una técnica de casco que hace que sea más precisa la percepción de detalles gestuales. A este adelanto tecnológico, que en la película se perfila con la animación en 3D de los estudios WETA (Gollum de “El señor de los anillos”, o el monstruo de “King Kong”), Cameron le ha sumado el de la cámara virtual que permite crear planos dentro de entornos virtuales como si fueran reales, algo que se nota de manera especial y con fuerza en los travellings aéros por la naturaleza de Pandora. Además, se ha rodado en 3D estereoscópico en la imagen real, sin olvidar el cariz 3D de la animación generada por WETA en ordenador; lo que ha supuesto una convergencia de tecnologías y materiales hasta ahora nunca probado
Cargada de referencias a historias sobre la supervivencia de una civilización y sobre el liderazgo, el guión ofrece un trasfondo que mitifica la ingenuidad de la vida tribal, ligada religiosamente a la naturaleza. Esta línea argumental cobra fuerza también en el mensaje ecológico –sin duda no muy complejo en su planteamiento y exposición- y en la dialéctica entre humanos y na’vis, también bastante polarizada.
Por otra parte, la historia recurre al deseo de superación personal en el caso de Jake, que se ve atrapado física y emocionalmente en su mundo, y liberado y crecido en su avatar. Esa ambivalencia entre universos, entre la vigilia y en sueño, trae al caso alguna resonancia calderoniana y de otros autores como el del relato de Julio Cortázar “La noche boca arriba”.
El listado de aspectos estéticos y referenciales sería inacabable, pero eso y su notoriedad técnica no justifican un metraje desmesurado, sobre todo en un desenlace dilatado en exceso.
Otra vidaAño 2154.
El paralítico ex marine Jake Sully es requerido para una expedición al planeta Pandora, en sustitución de su hermano gemelo, muerto fatalmente en un atraco callejero. Su coincidencia genética le convierte en la persona ideal para usar el avatar de su hermano. Un avatar es un cuerpo híbrido de hombre y na’vi -los nativos de Pandora-, desarrollado con la más sofisticada biotecnología, para ser controlado con la mente en un estado semejante a la hibernación. De ese modo los recién llegados al planeta pueden adaptarse a su atmósfera, y tratar amistosamente a los na’vi, que viven en un estado primitivo de perfecta comunión con la natureleza.
Doce años ha estado desaparecido de la ficción cinematográfica James Cameron, desde su lejana coronación como «rey del mundo» con Titanic. La espera ha merecido la pena. Avatar responde a las expectativas de convertirse en muestra ejemplar del ‘cine del futuro’ -un futuro que ya es presente-, absolutamente innovador en el uso de las herramientas de los efectos visuales, con un fotorrealismo nunca visto antes, y de las posibilidades del 3D. Criaturas fantásticas, el desarrollo de los na’vi, el amplio lienzo de la pantalla, robots y naves especiales, todo es prodigioso y parece ‘de verdad’, sin trampa ni cartón, bien acoplado a los movimientos de cámara.
Pero además, Cameron, guionista y director, ha prestado atención a la trepidante historia, a la que sabe insuflar aires épicos de gran aventura. Su Aliens, Terminator y Abbyss, más Apocalypto, El nuevo mundo, El Señor de los Anillos, Parque Jurásico, La guerra de las galaxias. Una nueva esperanza, Matrix, Transformers -más seguro que otros títulos que olvidamos- no son simples citas cinéfilas o guiños para iniciados, son referencias para la creación de una trama inteligente y original, que sigue el clásico esquema del viaje del héroe, que inicialmente debe cumplir una misión, infiltrándose entre los na’vi, pero que al final ha de cuestionarse sus acciones y pensar qué es lo correcto. Entre medias hay lugar para una historia romántica que evita los caminos fáciles, y sugerentes planteamientos -dentro de su asumida condición mítica, que quizá alguien ligará exageradamente a la New Age-, sobre la ambición, la ecología, la ciencia y la religión. Evidentemente la llegada de los marines a Pandora evoca las conquistas de lugares primitivos más o menos idílicos -Utopía o el paraíso terrenal, para entendernos-, donde un orden perfecto es trastocado por ‘el hombre blanco’. Los personajes son interesantes: Jake Sully, su interés amoroso Neytiri y la doctora Grace, interpretados por Sam Worthington, Zoe Saldana y Sigourney Weaver, y las dos caras de la villanía, el belicoso coronel Quaritch (Stephen Lang) y el ‘empresario’ Parker (Giovanni Ribisi).
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