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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Les émotifs anonymes |
SINOPSIS
Angélique y Jean-René, dos personas extremadamente tímidas, acuden a una terapia de grupo para gente acomplejada y con problemas de comunicación y, de repente, se enamoran a primera vista. Sin embargo, tratándose de dos seres con tantos problemas para relacionarse, pronto surgirán entre ellos ciertas dificultades.
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CRÍTICAS
El consagrado director francés Jean-Pierre Améris, que ganó la concha en el Festival de San Sebastián de 2001 por La vida (C’est la vie), nos sorprende con un delicioso largometraje protagonizado por el gran cómico Jean-René es el jefe de una fábrica de chocolate a punto de quebrar, y Angélique, chocolatera de talento, entra a trabajar allí aspirando a demostrar su virtuosismo. Pero para su decepción la contratan como comercial, trabajo para el que es negada, dada su patológica timidez. Jean-René es también otro neurótico en las relaciones sociales, y el conflicto estallará el día en que se enamoren el uno del otro y sean incapaces de comunicárselo… de una forma normal.
Esta simpática y muy divertida comedia romántica toma un tema tradicional como el enamoramiento entre un empresario y su empleada, y lo transforma en algo nuevo y original cuando convierte a sus protagonistas en dos enfermos de timidez. Ambos van a terapia, pero las circunstancias de la vida real van a ser sus verdaderas medicinas. El resultado es de una ternura hilarante y de una agradable positividad. Además se añade el aliciente de ser un film gastronómico, con un homenaje brillante a la artesanía del chocolate.
Detrás de su tono surrealista, y de su tratamiento hiperbólico del humor gestual -la interpretación de Benoît Poelvoorde entronca con Louis de Funes, Fernandel, hasta llegar a los grandes de la mímica como Chaplin o Buster Keaton-, la película es mucho más “realista” de lo que podría parecer a primera vista. Ese miedo a la vida, a lo incontrolado, ese pánico al otro, a la amenaza de una novedad es una característica del hombre posmoderno. Los personajes del film caricaturizan el rostro de nuestra sociedad de soledades que se gestionan a base de medidas de seguridad. Pero en el film también se trata de un asunto interesante: la aceptación del otro sin pretender que cambie. Es muy hermoso ese final -que no desvelamos- en el que aceptan sus límites y deciden lanzarse a la vida con ellos.
A pesar de ser francesa, la película no se recrea en ese estilo complaciente y frívolo tan galo, pero en cambio, sí expresa la exquisitez francesa en la dirección artística, la puesta en escena, y la maravillosa forma en la que se trata el chocolate. Muchas críticas que se escribieron tras su proyección en el festival de Tribeca terminaban con la misma advertencia al espectador: al salir del cine querrán comprar chocolate.
[decine21]
La chocolatera
Angélique es una mujer joven que tiene un problema patológico de timidez y acude regularmente a una terapia de grupo de Tímidos Anónimos. Encontrará trabajo en una empresa chocolatera, donde el jefe, Jean-René, parece ser bastante arisco y comportarse secamente. En realidad, tiene el mismo problema que Angélique con respecto al trato con la gente, e incluso más acentuado. Sin embargo, ambos se sentirán atraídos el uno por el otro. Angélique comenzará a trabajar de comercial, aunque en realidad ella es una experta creadora de chocolate, que sabe el secreto para fabricar el mejor chocolate del mundo.
Amable y divertida comedia francesa que se ve como un cuento o fábula sobre la búsqueda de la felicidad por parte de personas de gran corazón que se sienten hiper vulnerables e inseguros ante el futuro. El aire de la comedia es ingenuo y tierno, plagado de momentos cómicos, más o menos logrados, pero siempre agradables, ofrecidos en la mayoría de las ocasiones por las ocurrencias del actor belga Benoît Poelvoorde (Nada que declarar), que está empezando a convertirse en un pazguato cómico que aquí recuerda a una especie de Woody Allen de habla francesa, también por esas surrealistas terapias con el psicólogo.
La película está dirigida con ritmo por Jean-Pierre Améris, quien entregó hace años la estupenda La vida y que ahora desde luego demuestra que sigue siendo un cineasta optimista y con ganas de alegrar el personal. Salvo algún detalle burdo que no viene muy a cuento, el conjunto es muy bondadoso y ligero. Ayuda la expresividad de la dulce Isabelle Carré, que compone un personaje totalmente angelical, como dice su mismo nombre.
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