Título original: A Christmas Carol |
SINOPSIS
Ebenezer Scrooge comienza la Navidad haciendo uso de su habitual mezquindad, gritando a su fiel empleado y a su alegre sobrino. Pero esa misma noche los fantasmas de las Navidades Pasadas, Presentes y Futuras se presentan en su habitación para llevarle a un viaje en el que tendrá que enfrentarse a una realidad que no quiere ver. Entonces el viejo Scrooge tendrá que abrir su corazón e intentar arreglar todo el mal que ha hecho antes de que sea demasiado tarde.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE y Popular TV]
De A Christmas Carol, el popular relato de Charles Dickens, se han realizado decenas de adaptaciones en todos los formatos cinematográficos y televisivos. Quizás las más destacadas sean el musical Gracias, Mr. Scrooge (1970), de Ronald Neame, y la producción televisiva Un cuento de Navidad, de Richard Williams, premiada con el Oscar 1973 al mejor cortometraje de animación. Ahora, da continuidad a esa tradición el inquieto cineasta estadounidense Robert Zemeckis, que lo lleva a la gran pantalla a través de las modernas técnicas de animación por captura de movimiento, que él mismo ya ha probado, con resultados discutibles, en Polar Express y Beowulf.
De este modo, retornamos al Londres de 1843, por el que pasea su egoísmo Ebenezer Scrooge, un hombre hosco, solitario y avaricioso que ha quemado su vida en el altar del dinero. Sufren especialmente su insolidaridad su secretario Bob Cratchit —sufrido padre de familia numerosa y con un hijo lisiado— y su sobrino Fred, un hombre animoso y optimista que intenta por todos los medios ablandar el endurecido corazón de su avaro tío. Pero éste sólo reaccionará cuando una Nochebuena se le aparezca el alma en pena de su socio Marley —muerto justo un año antes— y le presente a los fantasmas de la Navidad pasada, la presente y la que vendrá. Entre los tres mostrarán a Mr. Scrooge la verdad de su penosa existencia.
La película alarga en exceso el escueto relato de Dickens, cede puntualmente al histrionismo de Jim Carrey y resulta irregular en cuanto a la calidad de su factura, a ratos muy imaginativa, pero a veces, convencional. De todas formas, el guión es muy fiel al espíritu del relato original, sobre todo en su lúcida crítica al materialismo hedonista y en su emotiva exaltación de una solidaridad abierta a la trascendencia y asentada sin complejos en la caridad cristiana. Además, la película resuelve las secuencias de ambientación y los pasajes oníricos con una gran espectacularidad, pues el formato 3D estereoscópico le permite a Zemeckis todo tipo de movimientos de cámara, imposibles en una película de acción real. Elogio a parte merece la sinfónica banda sonora de Alan Silvestri, que culmina con una bella balada ¿?, a cargo del tenor italiano Andrea Bocelli. Queda así una brillante producción para toda la familia, muy apropiada en estas fechas prenavideñas.
El tiempo pasa… pero no pasaLondres del siglo XIX. Scrooge es un viejo avaro, con un corazón de piedra, incapaz de realizar un acto de bondad, ya sea con su fiel empleado Bob Cratchit o con su sobrino Fred. Incapaz de compadecerse ante las necesidades de los demás, tampoco sabe disfrutar de la vida. Especialmente odia la Navidad, le parece absurdo que en esa época del año la gente se deje guiar por sentimientos caritativos, olvidando rencores y demostrando amor. Siete años después de morir su socio, se le aparece su espectro atrapado por unas cadenas que señalan su estado de condenación. Y le anuncia la próxima visita de los fantamas de las navidades pasadas, presente y futuras, lo que supondrá un auténtico examen de conciencia de lo que ha sido su vida hasta entonces, y de lo que podría llegar a ser.
Existen versiones del clásico «Cuento de Navidad» de Charles Dickens para aburrir, con actores reales, animadas, mudas… Con Barbie, los Teleñecos, Mickey Mouse… Lo primero que viene a la cabeza es la pregunta ‘¿otra más, de verdad hace falta?’. Pues bien la respuesta es, ‘Bienvenido sea este maravilloso e imaginativo film de Robert Zemeckis’. Uno se da cuenta de que hay historias inmortales -piénsese en el caso de William Shakespeare-, que pueden ser contadas mil y una veces, y nunca cansan, basta que haya un poco de talento en el narrador de turno. Si encima dicho narrador se toma la cosa en serio, y cuida el aspecto visual de un modo nunca visto hasta la fecha, pues vamos, sólo queda decir ‘¡chapeau!’
Zemeckis, autor también del guión, logra mostrar la vigencia del cuento, sus valores universales y su fondo cristiano, que hablan del tiempo limitado de que disponemos los seres humanos en este mundo, y de la necesidad de aprovecharlo para hacer el bien y ocuparse de los demás. Y lo consigue sin caer en el empalago de otras aproximaciones, incluyendo pasajes bastante terroríficos, y dosificando los momentos de acción, humor y lágrimas, o el de aquellos que apelan directamente al corazón. Los actores, que han sido filmados con sensores para luego trabajar las imágenes en la animación fotorrealista ya utilizada por el director en Polar Express y Beowulf, están muy bien, de modo especial Jim Carrey que no sólo compone un Scrooge contenido en sus diversas edades, sino que pone voz a otros personajes como los fantasmas de las navidades.
Zemeckis siempre ha demostrado una gran capacidad para usar los efectos especiales y el 3D sin caer en la rutina, no hay más que repasar su filmografía. Aquí vuelve a probar su pericia en el magnífico diseño visual, con las cadenas del primer espíritu, en el diseño de los tres fantasmas, especialmente el aterrador y silencioso de las navidades futuras, en los vuelos fantásticos, incluida la imagen que homenajea al barón Munchäusen, en las carreras por la nieve. Resulta además un acierto la incorporación de momentos de acción -como el deslizarse sobre la nieve- que no distraen de la narración principal.