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Título original: Wall Street: Money never sleeps. |
SINOPSIS
Un joven broker financiero ve cómo el banco en el que ha crecido profesionalmente se desploma, en lo que supone el anuncio del cataclismo de 2008. Con ganas de vengarse de quienes promovieron su caída y el suicido forzado de su mentor, Jake se alía con su futuro suegro, Gordon Gekko, un exconvicto por delitos económicos que parece haberse regenerado moralmente. Mientras tanto, su novia le insiste en que la reconciliación con su padre es imposible.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE ]
2001. Tras cumplir una condena de siete años por diversos delitos económicos, el veterano tiburón de Wall Street Gordon Gekko (Michael Douglas) sale de la cárcel y publica el libro ¿La codicia es buena? En él vaticina una inminente crisis económica como consecuencia de la avaricia que esconden los nuevos productos bancarios y financieros. Tras la presentación, contacta con él Jake Moore (Shia LaBeouf), un joven y ambicioso agente de bolsa, entusiasta defensor de las energías alternativas, y que vive y planea casarse con Winnie (Carey Mulligan), la hija de Gordon. Ésta, embarazada de pocos meses y directora de la izquierdista web La verdad congelada, no se habla con su padre, pues desprecia sus ideas y su modo de manipular a la gente, causa principal, según ella, de la muerte de su hermano por sobredosis de droga. Cuando el mentor de Jake, Louis Zabel (Frank Langella), se suicida por culpa de las crueles presiones de otro tiburón, Bretton James (Josh Brolin), el joven brooker planea una sofisticada venganza con la ayuda de Gordon Gekko, que también tiene cuentas pendientes con James.
Quizás sean excesivas, tópicas y/o poco matizadas las durísimas críticas que esta película lanza contra el capitalismo de última generación —el de los bonos basura, los derivados, la burbuja inmobiliaria y la generación ninja—, al que presenta como principal responsable de la crisis económica mundial que padecemos desde hace años. En todo caso, permite disfrutar al mejor Oliver Stone, es decir, al cineasta poderoso e idealista de JFK, Un domingo cualquiera o World Trade Center, y no al crudo y pesimista de Platoon, Nacido el 4 de julio o Asesinos natos, o al complaciente y manipulador de Salvador, Nixon, Comandante o W.
Porque aquí, sin rebajar la dureza de sus críticas políticas y sociales, Stone opta por un grato optimismo, asentado en la capacidad redentora del amor y, en concreto, de la maternidad y la paternidad, espléndido motor de la evolución dramática del trío protagonista, con la embarazada y resuelta Winnie como punto de giro. Casi pro-vida resultan algunas emotivas escenas de este sugestivo entramado familiar.
En este sentido, es fundamental la sensacional interpretación que realiza la londinense Carey Mulligan, a la misma altura o mayor de la de An Education, que le valió el año pasado un montón de premios, incluido el BAFTA, así como la candidatura al Oscar y al Globo de Oro a la mejor actriz. El resto del inmejorable reparto se mueve también a un gran nivel, potenciado por la sólida puesta en escena de Stone, de gran densidad visual y dramática.
Sólo cabe reprochar al cineasta neoyorquino un tratamiento muy plano de la madre de Jake —bien encarnada por Susan Sarandon—, una cierta confusión durante las intrigas financieras —al no iniciado le costará seguirlas— y un desenlace demasiado abrupto, sobre todo en la evolución final de los personajes principales. Queda, en todo caso, una gran película, muy actual en sus planteamientos argumentales, y certera y profunda en sus propuestas morales.
[Lourdes Domingo, TAConline]
Oliver Stone, fiel a su fiebre de cubrir aspectos sociales de interés,se adentra en la actual crisis económica desde su propia matriz, también física: Wall Street. Aprovechando su anterior película de 1987, Wall street, el director de J.F.K., Nacido el 4 de julio o Nixon, retoma el personaje de Michael Douglas al poco de cumplir su condena por un delito de fraude y uso abusivo de información.
No cabe duda que el tema suscita interés, pues aborda una de las causas del caos financiero que se vivió en 2008 y cuyas consecuencias continúan actualmente. Además, el guión se trabaja desde prismas tan distintos como los de sus personajes principales: padre tiburón, hija altruista y yerno-marido en ciernes entre dos mundos.
Excesiva en la información que destilan los diálogos, al menos para el gran público que busca cine comercial, y publicitaria y efectivas en la realización, la película es una muestra del talante sanguíneo del director –que se permite un, por otra parte innecesario, cameo- a la caza de un mayor número de butacas en sala.
Por otra parte, el reparto da vida, con un buen trabajo, a una historia en la que se evidencia el poder de la libertad humana para ir contra corriente en un mundo económico dominado por la “avaricia” –tan nombrada en el guión- y la pervivencia incuestionable de la familia como valor seguro, a pesar de la debacle bursátil.
Una película envuelta de sofistificación pero con un mensaje sencillo y claro, en un final algo forzado, pero al menos optimista.
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