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Título Original: Tron Legacy |
SINOPSIS
Sam Flynn, un experto en tecnología de 27 años e hijo de Kevin Flynn, investiga la desaparición de su padre y se encuentra metido en el mismo mundo de programas violentos y juegos de lucha donde su padre ha estado viviendo los últimos 25 años. Junto a la leal confidente de Kevin, padre e hijo se embarcan en una aventura a vida o muerte a través de un cyber universo visualmente increíble que se ha hecho más avanzado…y mucho más peligroso.
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CRÍTICAS
[Enrique Almaraz Luengo, CinemaNet]
Inmersos en unos tiempos cinematográficos cuya mayor lacra reside en la falta de originalidad de las historias, parece que la única vía que muchos estudios creen posible aplicar es la de los “remakes” y las secuelas. De este modo, Disney aparca a su público infantil tradicional y regresa al juvenil especializado desempolvando “TRON”, una cinta de 1982 que dio mucho que hablar en el momento de su estreno – si bien no hizo una taquilla especialmente cuantiosa, conociendo los parámetros en los que se mueve la industria –, pronto convertida en obra de culto y cuya condición de abierta ha dado paso a esta segunda parte.
Continuando la estela de la película original, el director y guionista de entonces, Steven Lisberger, cede la batuta a Joseph Kosinski y ocupa en esta ocasión el cargo de productor para dar rienda suelta a unos trabajadísimos y casi insólitos efectos especiales que se convierten en el hábitat natural y virtual de Sam Flynn (Garrett Hedlund), el hijo de Kevin Flynn (Jeff Bridges), desaparecido misteriosamente años atrás. Esa ausencia paterna lo empuja a su búsqueda y pasa a formar parte del universo virtual que creó su progenitor y en el que se encuentra prisionero. El camino a la libertad no estará exento de toda clase de peligros, entre los que los desconocidos, los informáticos, cobrarán todo el protagonismo.
En su primer trabajo después de ganar el Oscar, Jeff Bridges repite su doble papel de la primera parte, Kevin Flynn / Clu, con la correspondiente dualidad de juventud y madurez y la eterna guerra en la que la creación se convierte en el mayor enemigo de su creador, término aludido innumerables veces con sentido explícito de deidad. Esta metáfora contiene el mayor mensaje de la película, aunque no es precisamente novedosa: desde la literatura de ciencia-ficción hasta las primeras y más indefensas (técnicamente hablando) películas del género, podría decirse que apenas se ha profundizado en otros pensamientos y que el grueso de títulos aquí incluidos ha basado su éxito o supervivencia en las distintas maneras de afrontarlo. “TRON: Legacy” lo hace a través de la figura del hijo, Sam, recurso manido que también le sucedió, por ejemplo, a Indiana Jones en su última y horrorosa cuarta parte.
El actor Garrett Hedlund demuestra unas grandes condiciones para el estrellato inminente gracias a un papel protagonista que hará las delicias de los incondicionales del género. A su lado, la bella Olivia Wilde, cuyas aptitudes interpretativas están fuera de duda gracias principalmente a la serie “House”, es Quorra, la creación predilecta del resignado Kevin y que salva a su retoño de numerosas situaciones. También repite su rol Bruce Boxleitner como Alan Bradley / Tron. Nunca está de más contar con intérpretes importantes, aunque el mayor reclamo de la película resida en los efectos especiales y la fase de post-producción para los mismos (las escenas rodadas con lo que se ve en pantalla se pueden contar con los dedos de media mano). Precisamente en el apartado visual cabe destacar el amplio despliegue de medios de última generación para crear ese universo ficticio y a la vez oscuro, tenebroso (no hay luz, todo lo envuelve una infinita y densa capa de nubes en amenazante e irrealizable tormenta) y tan apocalíptico como el mensaje, o la advertencia, que quiere transmitir la película al espectador.
Más allá de los logros de la grabación en 3D y demás, quizá resida aquí el germen de reflexión para darle vueltas en casa. Como Sam se empeña en recordar, “¡yo no soy un programa!”. Nosotros tampoco, ni siquiera como espectadores.
[Andrea Rodríguez, TAConline]
Sam Flynn, un experto en tecnología de 27 años e hijo de Kevin Flynn, investiga la desaparición de su padre y finalmente acaba metido en el mismo mundo de programas violentos y juegos de lucha donde su padre ha estado viviendo los últimos 25 años. Junto a la leal confidente de Kevin, padre e hijo se embarcan en una aventura a vida o muerte a través de un cyber universo que se ha hecho más avanzado y mucho más peligroso.
La secuela de la ochentera película Tron, pionera en introducir los gráficos por ordenador, supera con creces técnicas a su predecesora. Rodada en 3D, el impacto visual de sus efectos especiales y la banda sonora es lo único que vale la pena mencionar en un metraje excesivamente largo.
Jeff Bridges vuelve a interpretar al personaje de Kevin Flynn, pero esta vez es su hijo Sean (Garrett Hedlund) quien debe rescatarlo del mundo digital en el que ha vivido 20 años. Los dos actores ofrecen unas interpretaciones adecuadas que permiten cierto tono de credibilidad a una historia, de por sí, disparatada. Sin embargo, el gran fallo es el pésimo y aburrido guión (firmado por el director de la película original), claramente destinado al público juvenil del siglo XXI muy adepto a la ciencia ficción relacionada con la realidad virtual y, por supuesto, a los incondicionales de Tron.
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