SINOPSIS
Un hombre de mediana edad decide cambiar su vida. Los planes de un joven abogado provocan el caos a consecuencia de un solo acto. Una mujer se enfrenta a la infidelidad de su marido. Un envidioso hombre de negocios busca venganza en un alegre compañero de trabajo. Y una joven y optimista mujer de la limpieza espera un milagro. Simplemente las idas y venidas del día a día en Nueva York: caótico, aislado, difuso.
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CRÍTICAS
[Carmen Lucena Hidalgo. Cinemanet]
Una felicidad que parece no durar
Una ciudad cualquiera. Una época cualquiera. Cinco personas cualquiera. No saben si son felices, o creen serlo y no lo son, o lo son y no lo creen. Vidas contadas es una reflexión que no se arrepiente de serlo acerca de si somos felices. Todos acabamos pensando en la felicidad de una manera o de otra, y Jill Sprecher lo ha hecho en 90 minutos.
Estructurada en capítulos, once, nos metemos en la vida de cuatro protagonistas cuyas vidas, en principio aisladas, se entrecruzan. Casualidad o no, es lo de menos. ¿Vivimos cada uno de nosotros aislados?, se muestra la realidad de cualquier persona y aquellas con las que acaba coincidiendo. Podrían ser cuatro historias distintas, cuatro películas distintas, pero es que nadie vive su cotidianidad solo, siempre implicamos a los demás.
Vidas contadas llegó en un momento donde son frecuentes las películas telaraña, y podría caer en un guión forzado o en unos personajes arriesgados. Pero no es así. Llena de detalles cotidianos como los miedos, cobardías, soledad, intimidad o suerte, nos metemos en la piel de unos personajes muy reales, que parece que han sido así desde siempre, logrando una interpretación muy conseguida. La envidia de Gene hacia sonrisas Bowman, o la chulería transformada en miedo de Troy, el fiscal, les hacen muy humanos. Si esta película hubiera sido muda, los personajes no hubieran sido mutilados, pues con solo ver sus caras y sus movimientos se les conoce, sabemos más con sus silencios que con sus palabras, que siempre son demasiado elaboradas. Walter podría habernos dado clase y con verle entrar sabríamos que está aburrido y hastiado de su rutina. Beatrice podría limpiar en nuestra oficina y al mirarla sabríamos que es inocentemente feliz hasta que no se demuestra lo contrario. Troy podría habernos guiñado en un bar y sabríamos que es seguro de sí mismo hasta que es consciente de sus actos. Podríamos haber servido un café a Gene para saber que se arrepiente de cada cosa que hace. En cuanto a los secundarios, también ocurre esto. Una segunda parte no repetiría nada si se volcase en sus historias y sus miradas.
Es curioso el uso del color en algunos personajes. El apagado verde que siempre rodea a Walter, o el suave amarillo de Beatrice, o el negro de Troy, quizás sin demasiada intención, ayuda aún más a caracterizar a estos tres personajes.
Los diálogos son muy empalagosos y exagerados en reflexiones, cuando se habla de la felicidad es con lemas muy mascados, muy conocidos. Aunque también tiene ideas más nuevas; la necesidad del espacio personal, que la vida solo tiene sentido mirada hacia atrás… Sea como fuere, logra su objetivo: que el espectador sea el quinto protagonista y elabore su propia tesis acerca de la felicidad.
Conocemos la historia de un modo desordenado, y esto la enriquece. Conocer todos los hechos en el orden en que sucedieron ni le quita ni le pone nada, porque es una película de personajes, no de hechos. El desorden contribuye a conocer a cada personaje, a aclarar la relación que puede haber entre ellos, ya que al principio no se quiere desvelar, tarda quizás un poco. No son coincidencias muy forzadas, aunque haya algunas innecesarias, de las que Sprecher se ha querido valer para remarcar una vieja teoría. Dudo de si la conoce, es aquella que entre cualquier persona del mundo y tú solo hay otras siete. Que Gene encuentre en el metro a Patricia no es relevante, pero sí que Gene es capaz de sonreír, aunque sea a una desconocida. O que Troy y Gene se tomen una copa en el mismo bar, pero sí que Troy se pare a pensar, aunque sea con un filósofo de barra de bar.
[deCine21]
Una terapia peligrosa
Jill Sprecher ya sorprendió con la estupenda Esperando la hora, película coescrita, como ésta, con su hermana Karen. Aquí vuelve a demostrar su agudeza a la hora de captar tipos humanos diversos y sus relaciones. Las habilidad de las chicas Sprecher es dibujar personajes y situaciones creíbles, y demostrar que, a pesar de que existen hechos incontrolables en nuestras vidas, lo que sí está al alcance de todos es repartir amor, regalar una sonrisa. Lo demuestra sobre todo ese empleado de mediana edad, injustamente despedido de su empresa, y al que los sucesos contrarios no logran borrarle la sonrisa que habitualmente adorna su rostro. Cuenta Jill que se ha basado en un hecho que le ocurrió a ella: La película, coral, ofrece magníficos trabajos de los actores. Entre los conocidos destacan Matthew McConaughey, John Turturro, Amy Irving y Alan Arkin.
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