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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: The conspirator |
SINOPSIS
Tras el asesinato de Abraham Lincoln, ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al secretario de Estado. La única mujer que se encuentra entre ellos, Mary Surratt (Robin Wright), regenta una pensión donde el autor del magnicidio, John Wilkes Booth, y sus cómplices se reunieron y planearon los atentados simultáneos. Mientras Washington se recupera de las heridas de la Guerra Civil, el abogado Frederick Aiken (James McAvoy), un héroe de guerra unionista de 28 años, accede a regañadientes a defender a Surratt ante un tribunal militar. Sin embargo, el joven abogado sospecha que su cliente podría ser inocente, y que está siendo utilizada como señuelo y rehén para capturar a su propio hijo, John, el único conspirador que escapó a la orden general de busca y captura. Con el país entero en contra de Surratt, Aiken es el único dispuesto a destapar la verdad y salvarle la vida.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana – Pantalla90]
El actor Robert Redford (Gente corriente, Quiz Show, Leones por corderos), que ya ha demostrado en muchas ocasiones que es un gran director, nos ofrece uno de sus mejores títulos en esta película histórica que recrea los juicios contra los asesinos del presidente Abraham Lincoln, abatido de un tiro el 15 de abril de 1865 mientras asistía a una representación en el teatro Ford. Concretamente, el filme recrea la defensa de Mary Surrat por parte del joven abogado Frederick Aiken. Una defensa que contaba con la oposición frontal del gobierno y del Estado Mayor del Ejército.
Esta película se inscribe dentro de ese delicioso subgénero que es el cine de juicios, y lo hace brillantemente, con un estilo narrativo muy clásico y con unos actores excelentes encabezados por James McAvoy, Robin Wright Penn, Kevin Kline y Evan Rachel Wood. La banda sonora de Mark Isham es excelente, como el trabajo fotográfico, caracterizado por una persistente atmósfera polvorienta en los interiores.
Conspiración ofrece una reflexión interesante sobre el Estado de derecho, los límites del poder y la siempre pantanosa justicia humana. Pero no lo hace desde fáciles maniqueísmos entre buenos y malos, sino tratando de mostrar la complejidad de los puntos de vista, sin abandonar el terreno ético tan querido para el cineasta Redford. El filme transmite la nostalgia de un western crepuscular en el que el hombre justo e incomprendido termina marchándose solitario en su caballo hacia quién sabe dónde.
[decine21]
Hacer justicia
Tras una guerra civil traumática que ha desangrado a los Estados Unidos, el país sufre una auténtica conmoción por el asesinato de su presidente, Abraham Lincoln, cuando asistía a una representación teatral. Una serie de personas son detenidas bajo la acusación de conspirar para acabar con las vidad del presidente, vicepresidente y secretario de estado. La única mujer inculpada en un juicio ante un tribunal militar es la cuarentona Mary Surratt, que regentaba la casa de huéspedes donde se reunieron los otros acusados con el actor John Wilkes Booth, el autor material del magnicidio. Se encargará a regañadientes de su defensa el joven abogado Frederick Aiken, héroe de guerra en el bando de la Unión, quien poco a poco se involucra más a fondo en el caso, convencido de la inocencia de su cliente, pero también de que hay algo más en juego, el derecho de todo ciudadano a un juicio justo, por encima de afanes de venganza o de apaciguar a cualquier precio al pueblo.
Vibrante cine histórico encuadrable también en el atractivo subgénero del drama judicial, dirigido con estupendo clasicismo por Robert Redford, a quien le gustan las historias basadas en hechos reales, piénsese en sus film Quiz Show (El dilema). El cuidado guión de Gregory Bernstein y James D. Salomon sale airoso de lo que se dirían sus metas principales: describir un ambiente de posguerra aún crispado, donde todavía saltan chispas entre vencedores y vencidos, las heridas aún tardarán en ser restañadas, hay todavía mucho odio, rencor, miedo y prejucios acumulados; pintar el “viaje del héroe” acometido por un joven abogado, que sabrá hacer suyo un caso por el que no sentía ninguna atracción, aun a costa de ganarse el desprecio de “los suyos”; y atrapar el dilema de una madre, Mary Surratt, que nunca sacrificará a su hijo, en busca y captura como sospechoso de formar parte de la misma conspiración, aunque desarrolla una especie de relación materna inesperada con su abogado.
El film tiene la virtud de tener muy bien trenzadas las distintas subtramas, de saber crear intriga acerca de cuál será el veredicto, de ser emotivo respetando al mismo tiempo al espectador sin baratos trucos sensibleros. Es hermosa la paleta de colores apagados, una adecuada fotografía de Newton Thomas Sigel adecuada al luctuoso contexto histórico en que se sitúa la historia. Y el reparto está fantástico, tanto los actores principales, James McAvoy y Robin Wright, como otros más secundarios –Tom Wilkinson, Evan Rachel Wood, Kevin Kline, Danny Husto-, pero decisivos para armar esta sólida película. Se trata de la primera producción de The American Film Company, una compañía que tiene el loable propósito de abordar cine histórico, porque al decir de uno de sus responsables “la realidad supera la ficción no solo porque es más sorprendente sino también más interesante”.
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