The gray man | Eléctrica y tópica

Gabriel Sales

Periodista y especialista en Comunicación y Branding digital. Cinéfilo y crítico de cine y series de televisión.

¿Puede una película poco o nada original ser buena? Evidentemente, pero esta es una relación que no convence a todos. The gray man de los hermanos Russo, autores de algunas obras del MCU como Vengadores Endgame (2019) e Infinity War (2018) y Capitán América: El soldado de Invierno (2014), es un clásico thriller de acción y espionaje que no engaña a nadie. En este punto reside el quid de la cuestión: ¿es pretenciosa? Sí. ¿Embustera? Rotundamente no. La cinta, estrenada primero en las salas de cine y después en la plataforma Netflix, ha sido objeto de innumerables críticas negativas por el sencillo motivo de presentar ante el espectador un producto básico, sin complejidad argumental, que fundamentalmente tiene el objeto de entretener y divertir a quien lo vea. ¿Es esto acaso un pecado?

El agente invisible (2022) busca precisamente que te sientes en la butaca durante dos horas y goces con la gran cantidad de escenas de acción, lucha y persecución que ofrecen Joe Russo y Christopher Markus, encargados de elaborar el guion. Facilón, está claro, pero ahí está la clave. El film producido por Netflix reproduce el mismo algoritmo de siempre para este tipo de obras, que también repite en Alerta roja (2021), ambos los dos lanzamientos más caros de su historia (250 y cerca de los 200 millones, respectivamente). Hablamos de una narración que recorre varios escenarios espectaculares y/o exóticos como por ejemplo ciudades europeas, un ritmo frenético con llamativas escenas de lucha y persecuciones, una pizca de suspense que lleva a un final muy previsible, y por último un trío de protagonistas fijos como pueden ser el bueno, el malo irremediable y la chica.

Obviamente, detrás de todo este show de acción y movimiento coexiste un vacío argumental tremendo. ¡Porque no lo necesita! Este tipo de productos se lanzan en masa y no pretenden pasar a la historia del séptimo arte. Nunca serán obras maestras, pero sí películas importantes que cumplen con el 50% del objetivo de base: entretener. Si además le sumas que los intérpretes tienen el carisma suficiente y el punto cómico necesario, no tiene desperdicio. En este caso vemos a una siempre seductora Ana de Armas, un Ryan Gosling en su papel necesariamente inexpresivo y un Chris Evans muy divertido con su esperpéntico moustache.