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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: The Iron Lady |
SINOPSIS
La Dama de Hierro es una película sobre la vida de Margaret Thatcher, ex primera ministra británica. Ahora, a sus 80 años de edad, se encuentra desayunando en su casa de Chester Square en Londres. A pesar de que su marido, Denis, falleció hace un par de años, la decisión de deshacerse finalmente de su ropa, provoca en ella recuerdos convulsos. Mientras Thatcher se prepara para su rutina diaria, la imagen de su marido —leal, cariñoso y travieso— es tan real que parece estar vivo. El personal de Margaret habla con Carol Thatcher para expresar su preocupación sobre la creciente confusión que sufre su madre entre el pasado y el presente. Esta preocupación aumenta durante una cena en la que Margaret cautiva a sus invitados para poco después distraerse ante las memorias de la noche en la que conoció a Denis, hace 60 años. Una vez que los invitados se han marchado, Margaret se retira a sus aposentos, pero no logra dormir. Se levanta, desempolva unas viejas películas caseras y se dispone a mirarlas, reflexionando así sobre los sacrificios personales que hizo para alcanzar sus objetivos profesionales. Al día siguiente, Carol convence a su madre para ver a un doctor. Margaret insiste en que no le ocurre nada. Al doctor no le revela los intensos recuerdos de su pasado, que ahora invaden sus días. En Chester Square, Margaret lucha contra la marea de recuerdos que le asolan. Termina de guardar las pertenencias de Denis y reafirma su independencia. Seguirá viviendo con sus memorias, pero se da cuenta de que tiene una vida en el presente. Una vida más sencilla pero que merece la pena seguir viviendo.
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CRÍTICA
[Julio R. Chico – La mirada de Ulises]
En el revisionismo histórico que el cine británico está llevando a cabo, tras los retratos de Jorge VI y de Isabel II se imponía abordar la figura de Margaret Thatcher y completar así la panorámica del siglo pasado. Y entre las posibles actrices para el papel, nadie mejor que Meryl Streep para un intento de humanizar a la primera ministra y a la vez plasmar el carácter fuerte que le granjeó el sobrenombre de “dama de hierro”. Phyllida Lloyd nos ofrece algunos brochazos de su vida política, esculpidos a la par que los principales acontecimientos de las dos décadas de su gobierno. Ante todo, a la directora le interesa resaltar cómo sus responsabilidades en el ejecutivo fueron configurando el carácter de una mujer que se abrió camino entre los hombres (incide en exceso en este aspecto feminista), y cómo enterró sin darse cuenta una vida familiar que en su ancianidad parece echar en falta.
Por eso, en realidad, La Dama de Hierro es más bien la construcción de una personalidad fuerte a partir de unas convicciones, que obligan a veces a decisiones difíciles, y que a su vez terminan por conformar unos hábitos y más tarde un carácter y un destino… Síntesis brillante que la propia Thatcher anciana hace de su vida cuando el doctor le pregunta cómo se siente, y ella le pide que no se interese por sus sentimientos sino que lo haga por sus pensamientos. Y es que la Dama de Hierro está convencida de que sus ideas son las que han conducido y determinado toda su vida, y que así seguirá siendo. El guión de Abi Morgan incide en ese aspecto y se guarda una baza final que deja un poso de amargura, en la despedida surrealista de un marido que le dice que no le echará en falta porque siempre se las ha apañado para vivir en solitario, sin necesidad de muchos apoyos y afectos.
Sin embargo, no falta humanidad al personaje de Thatcher porque Meryl Streep es capaz de eso y de mucho más. Suya es la película cuando la directora decide darle voz y memoria para recordar su pasado desde la ancianidad y cuando habla con el difunto Denis Thatcher. Son momentos cargados de personalidad y hondura -aunque no de excesivo sentimiento-, en los que la mujer siente por primera vez que necesita la compañía de su marido… y recuerda cómo la hija de un tendero se fue a Oxford y luchó cada día en una guerra de hombres por su país. El comienzo de la película con esa mujer senil que vive en otra realidad -lo mismo que cada uno de los regresos al presente, en menor medida por reiterativos- convencen a un espectador que se rinde ante el despliegue interpretativo de Meryl Streep, pero que pierde el interés cuando el cronista en quien asume la voz narrativa. La acumulación de imágenes de archivo para recrear los conflictos sociales, terroristas o bélicos no hacen sino entorpecer la historia, con un fácil y repetido recurso que deja de ser un apunte para convertirse en un telediario continuado.
En un guión irregular, mejor la parte en que la Dama de Hierro se presenta en ámbitos domésticos que aquella otra en que lucha en la arena política, más anodina e insulsa… y que poco aporta al espectador. Por eso, son mejores los momentos en que Meryl Streep comparte escena con Jim Broadbent al ofrecérsenos como caracteres contrapuestos, en lo que es otro acierto de casting al buscar para Denis la misma credibilidad y autenticidad histórica que para su mujer. Sin duda, esa baza de identificación de la ficción con la realidad está muy conseguida, gracias también al buen trabajo de maquillaje y vestuario, y por eso el espectador se sorprenderá al ver el parecido del original y la copia, tanto de imagen como de dicción (mejor ver la película en versión subtitulada). Con todo lo dicho, estamos ante un película que funciona mejor como construcción de un carácter que como biografía histórica, y también como muestra de una personalidad de hierro a la que le salieron grietas al final de su vida, cuando ya no podía controlar su entorno.
[Jerónimo José Martín – Cope]
Ya octogenaria y con alzheimer, Margaret Thatcher (Meryl Streep) habla con su marido ya fallecido (Jim Broadbent) y a ratos piensa que sigue en el poder. Así, entre delirios y momentos lúcidos, rememora los hechos más importantes de su vida, deteniéndose especialmente en las relaciones con su esposo y en los muchos sacrificios que tuvo que hacer para alcanzar sus objetivos profesionales. Unos esfuerzos que la convirtieron en licenciada en Química por Oxford, abogada de prestigio, parlamentaria, ministra, líder del Partido Conservador británico —la primera mujer en serlo— y Primera Ministra del Reino Unido de 1979 a 1990.
Sin duda, lo mejor de este biopic es el sensacional trabajo de Meryl Streep, cuya matizada caracterización de Margaret Thatcher ya le ha valido la candidatura al Globo de Oro a la mejor actriz dramática y, seguramente, le gane una nueva nominación al Oscar. Es en este aspecto actoral donde brilla especialmente la inglesa Phyllida Lloyd (Gloriana, Mamma Mia!, Macbeth), que arranca también a Jim Broadbent otra interpretación memorable. Sin embargo, su sólo correcta puesta en escena se resiente de las constantes idas y venidas en el tiempo del guión de Abi Morgan —sobre todo en la recta final del filme—, así como de su excesivo cóctel de géneros: drama intimista en torno al alzheimer, melodrama matrimonial —lo más conseguido del filme—, exaltación feminista, denuncia política y social…
Por otra parte, aunque se tratan con vigor —imágenes documentales, incluidas— hechos como la Guerra de las Malvinas, el atentado del IRA que sufrió Thatcher, las revueltas sindicales contra su subida de impuestos…, sólo se esbozan superficialmente otros acontecimientos relevantes del paso de la Dama de Hierro por el número 10 de Downing Street, como sus amistosas relaciones con Ronald Reagan o la intervención militar en Kuwait contra Saddam Hussein. Además, a ratos la película pierde ponderación y endurece demasiado sus críticas contra Margaret Thatcher, sobre todo al tratar su supuesto fracaso con sus hijos y su hosco carácter al final de su mandato. De modo que el retrato final que ofrece de ella es menos profundo y sugerente que el que ofrecen de sus biografiados otras producciones británicas similares, como Su Majestad Mrs. Brown, La reina Victoria, La Reina (The Queen) o El discurso del rey.
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