Impresionante espectáculo audiovisual, a ratos arduo y de intensidad irregular pero de alta calidad estética y antropológica, con el que los entusiastas de los musicales disfrutarán. Al igual que el musical original, la película ofrece una elogiosa visión de la Iglesia católica, la fe, la esperanza y la caridad cristianas, el valor de la oración a Dios, la lucha por la libertad y la capacidad redentora del amor, con momentos sublimes, como los pasajes corales, en los que confluyen varios temas musicales, y en el que las historias de amor, amistad, entrega y redención se expresan en desgarradoras canciones.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Les misérables. |
SINOPSIS
La acción transcurre en la Francia del siglo XIX y cuenta una emotiva historia de sueños rotos, amor no correspondido, pasión, sacrificio y redención: una prueba atemporal de la fuerza del espíritu humano. Jean Valjean es un exconvicto al que persigue durante décadas el despiadado policía Javert después de saltarse la condicional. Cuando Valjean accede a cuidar a Cosette, la joven hija de Fantine, sus vidas cambiarán para siempre.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Francia, principios del siglo XIX. Jean Valjean (“prisionero 24601”) sale de la cárcel tras casi 20 años de condena por robar un pedazo de pan para alimentar a un niño enfermo y por varios intentos de fuga. Javert, el alcaide de la prisión, le entrega el documento de libertad condicional, en el que se le califica de “muy peligroso”. Por tal razón no puede encontrar ningún trabajo y se ve empujado a robar para poder sobrevivir. Su encuentro con el Obispo Myriel va a ser la ocasión de dar un vuelco a su existencia. Después de haber sido acogido generosamente en su casa, de madrugada huye llevándose la cubertería de plata. Pronto es detenido por la policía, pero el obispo hace que lo liberen dando a entender que fue él quien le regaló esos objetos, para que los vendiera y pudiera empezar una nueva vida. Valjean decide entonces cambiar radicalmente, incumple la libertad provisional, adquiere el nombre de M. Madeleine y llega a ser una persona acomodada y honorable, dueña de una importante fábrica y alcalde de la ciudad. Es un hombre bueno que practica la justicia y se esfuerza por el bien de sus conciudadanos. Pero Javert, convertido en jefe de policía, sigue buscando la pista del prófugo Jean Valjean y éste se ve obligado a seguir huyendo.
Valjean asiste a la “miserable” Fantine en el momento de su muerte y empeña su palabra de que cuidará de su hijita Cosette. Y a partir de entonces, empieza otra vida para él, protegiendo a la que considera su hija y sorteando constantemente el acoso de Javert.
El film deja traslucir los temas de fondo de la novela, en cuanto a ideas políticas y religiosas. Los “miserables” personajes que aparecen en la obra son víctimas de una organización social que es la responsable de todos los males que aquejan a la humanidad. Urgen, por tanto, serias reformas que sólo la revolución puede llevar a cabo. Si en la novela, tales reformas ya no pasan de grandes principios generales, en la película no se hace prácticamente ninguna alusión a ellas. Sin embargo, toda la historia de Jean Valjean se desarrolla con el telón de fondo de los tiempos convulsos de rebelión contra el poder tiránico y la injusticia social que se vivían en Francia, en una época marcada por el hambre, la “miseria”, degradación personal y muerte de los más desfavorecidos, y que culminaron en París en junio de 1832. En unas escenas, bellísimas y sobrecogedoras, se presenta el levantamiento de un puñado de héroes del pueblo dispuestos a dar la vida por sus ideales, que concluye en una cruel matanza. Es uno de los momentos de mayor tensión dramática de la película, que, a pesar de estar totalmente cantado, es capaz de mantener un contenido tono épico, subrayando la grandeza humana de la lucha por la justicia y la libertad.
El profundo sentimiento religioso de Hugo, reflejado especialmente en la espléndida figura del obispo Myriel, se mantiene en la obra cinematográfica, aunque sin la riqueza de matices ni la profundidad humana del original. En el libro, el encuentro entre Jean Valjean y Mons. Myriel abarca once capítulos, que constituyen una joya de la literatura universal. La actitud benevolente del obispo se sintetiza en la frase “Jean Valjean, hermano mío, ya no pertenecéis al mal, sino al bien. Yo compro vuestra alma; la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición y la consagro a Dios”. Y, finalmente, tras otro abominable delito, se produce la conversión del antiguo preso, quien, llorando amargamente, de rodillas, “Contempló su vida y le pareció horrible; su alma, y le pareció horrible. Sin embargo, había una suave luz sobre esa vida y esa alma. Le parecía que veía a Satán a la luz del paraíso”. A pesar de todo, la fe no deja de ser una constante a lo largo de toda la película.
Los amantes de Victor Hugo, echarán también de menos la hondura personal de los personajes. Ciertamente aparece, por ejemplo, el contraste entre el convertido Valjean y Javert, que no cree en la posibilidad de redención ni en el valor del perdón, pero se queda en la línea argumental, sin ahondar en el drama interno de cada uno de ellos.
Sin embargo, el trabajo de los actores es magnífico y el riesgo de haber grabado las canciones en directo ha resultado todo un acierto, pues le da realismo y emotividad al film. Quizá pueda achacársele una cierta sobreactuación del matrimonio Thénardier en la escena de la boda, que acaba resultando extemporánea y grotesca, pero no llega a desmerecer la calidad del conjunto. Por otra parte, algunos escenarios, como la barricada en París o el muelle sacudido por la tormenta, resultan deslumbrantes y otros, como el barrio de las prostitutas, sencillamente espeluznantes.
Los entusiastas de los musicales disfrutarán de un espectáculo memorable, con momentos sublimes, como los pasajes corales, en los que confluyen varios temas musicales, y en el que las historias de amor, amistad, entrega y redención se expresan en desgarradoras canciones. Un espectáculo digno de ver.
[Jeronimo José Martín – COPE]
Más de 60 millones de espectadores en 42 países y en 21 idiomas han disfrutado ya el popular musical Los miserables, el más representado hasta la fecha en los escenarios. Estrenado en París en 1980, se trata de una adaptación libre de la romántica novela de Víctor Hugo —publicada en 1862—, realizada por Claude-Michel Schönberg (música), Alain Boublil y Jean-Marc Natel (letras). Treinta y dos años después de ser compuesto, llega ahora la versión fílmica de ese musical, con una producción espectacular y un reparto de lujo, escrita por el inglés William Nicholson (Tierras de penumbra, Gladiator) y dirigida por el londinense Tom Hooper (John Adams, The Damned United) dos años después de su rotundo éxito con El discurso del Rey. Por el momento, el filme opta a cuatro Globos de Oro: mejor película de musical o comedia, actor de musical o comedia (Hugh Jackman), actriz de reparto (Anne Hathaway) y canción original (Suddenly). Además, el American Film Institute ha incluido a Los miserables en su lista de mejores películas del año, y la National Board of Review la ha premiado con su galardón al mejor reparto.
Ambientada en la Francia de principios del siglo XIX, la trama desarrolla una emotiva historia de sueños rotos, amor no correspondido, pasión, sacrificio, redención y revolución. El protagonista es Jean Valjean (Hugh Jackman), un ex convicto que en 1815 se salta la libertad condicional e inicia una nueva vida —con una falsa identidad— tras ser ayudado por el caritativo Obispo de Digne (Colm Wilkinson). Durante décadas, Valjean será perseguido por el despiadado inspector de policía Javert (Russell Crowe), un hombre solitario y celoso de la ley, que no comprende el arrepentimiento y el perdón.
Las vidas de ambos dan un giro radical cuando Valjean accede a cuidar a Cosette (Isabelle Allen), la joven hija de Fantine (Anne Hathaway), una pobre chica que acaba entre prostitutas tras ser injustamente despedida de la empresa de Valjean y entregar a su hija al impresentable matrimonio Thénardier (Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter). Al cabo de los años, Cosette (Amanda Seyfried) y su novio Marius (Eddie Redmayne) se verán involucrados en las revueltas revolucionarias contra la tiranía en el poder.
Para bien y para mal, esta versión de Los miserables es extremadamente fiel al musical de Schönberg, Boublil y Natel. Para mal, pues su estructura narrativa es más teatral que cinematográfica y, por tanto, mucho más episódica e irregular que la que sustenta a la mayoría de las películas. En este sentido, el filme de Tom Hooper no tiene la continuidad ni la progresión dramática de la excelente versión de la novela de Víctor Hugo que rodó el danés Bille August en 1998, con Liam Neeson, Geoffrey Rush, Uma Thurman, Claire Danes y Hans Matheson como protagonistas.
Además, la reducción al mínimo de los diálogos no cantados hará costosa la visión de la película a los espectadores poco acostumbrados al musical, sobre si todo si sólo se estrena —como sucede en España— en versión original subtitulada de las letras en inglés de Herbert Kretzmer. Finalmente, aunque Tom Hooper se esfuerza y consigue pasajes de gran vigor visual —como el prólogo y el epílogo—, a menudo —sobre todo en las secuencias de masas— su puesta en escena no logra sacar todo el partido posible a los elogiables esfuerzos de ambientación, fotografía y vestuario.
De todas formas, el resultado general es más que notable gracias a unas interpretaciones sensacionales, en las que todo el reparto demuestra sus dotes cantoras —sobre todo Anne Hathaway, Amanda Seyfried y Eddie Redmayne—, haciendo brillar así la altísima belleza y la vibrante fuerza emocional de la partitura original, sencillamente apabullante en temas como At the End of the Day, I Dreamed a Dream, Who Am I?, ABC Cafe/Red and Black, A Heart Full of Love, One Day More, On My Own, Bring Him Home o Finale.
Además, al igual que el musical original, la película ofrece una elogiosa visión de la Iglesia católica, la fe, la esperanza y la caridad cristianas, el valor de la oración a Dios, la lucha por la libertad y la capacidad redentora del amor, más nítida y emotiva, incluso, que la que daba la citada película de Bille August. Queda así un impresionante espectáculo audiovisual, a ratos arduo y de intensidad irregular, mejor en sus intensos pasajes melodramáticos y épicos que en sus grotescos interludios cómicos, pero de alta calidad estética y antropológica.
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