Nina, una historia humana conmovedora, un tema de actualidad, y un personaje atormentado que llegó al corazón de los espectadores.
Fue una tarde de cine maravillosa de cine y de cinéfilos. A la proyección de Nina, una película que gustó muchísimo, le siguió un coloquio animadísimo que contó con la presencia de la directora Andrea Jaurrieta, la actriz coprotagonista, Aina Picarolo y dos destacados miembros del equipo de producción, Iván Luis y José Nolla. Todo un lujazo.
En la sala, envuelta en una penumbra mágica, solo iluminada por el haz de luz que surgía del proyector hasta llevar a la pantalla una historia viva y palpitante, no se oía ni el crujido de palomitas. Los espectadores permanecían atentos, clavados en sus butacas, solo pendientes de Nina, sus heridas y su escopeta vengadora.
Pocas veces hemos presenciado un diálogo tan animado como el que se produjo este dieciséis de mayo en los cines de La Vaguada. El micro corría de fila en fila y casi se quitaban la palabra unos a otros, para exponer opiniones y hacer mil preguntas al equipo.
La película tiene una dimensión de western clásico, y hubo quien se estremeció con el ruido del reloj de Solo ante el peligro; la película tiene una dimensión de denuncia con tintes de actualidad (allí estaba Pedro, el depredador, sin conciencia de culpa por el dolor causado), y hubo quien propuso que la película fuera un instrumento para advertir de la falacia que supone hablar de consentimiento en la infancia; la película tiene una dimensión de lamento por el silencio culpable de quienes ven el mal pero dejan que actúe sin comprometerse, como Blas, todo un pueblo, que acaba disculpándose de corazón, pero nadie en la sala le concedió las disculpas.
Los espectadores destacaron la belleza de las líneas de tiempo por las que avanza la película, resaltaron escenas y ponderaron con detalles concretos la calidad del trabajo de la joven actriz Aina Picarolo. Hay que destacar de ella, además de su magnífica interpretación del personaje, la humildad para recibir los elogios y la enorme simpatía que la hace conectar fácilmente con quien se acerca a ella. Hay que seguir ese nombre, tiene un futuro prometedor. Andrea Jaurrieta, un torbellino encantador, que sabe escuchar, acoge y rumia lo que se le dice, sin alardear de su categoría profesional. Es una gran directora, pero dialoga con la sencillez propia de los muy inteligentes.
El público asistente se autoproclamó vocero de la película, dispuesto a aconsejar a amigos y conocidos que no se la pierdan, y que merece la pena, al salir del cine, sentarse con amigos a dialogar sobre ella y a sacarle, entre todos, la riqueza que encierra, como así se hizo el pasado jueves, en la misma sala, después de la proyección.
No podemos dejar de ponderar una vez más la iniciativa de los cines de La Vaguada de propiciar esos encuentros lúdico-culturales para estimular el cine de gran pantalla y potenciar nuestro cine, cine con ñ, el buen cine español.