Adaptación del primero de una serie de best-sellers juveniles de Cassandra Clare que mezcla realidad, aventura y fantasía en lo que se perfila como un éxito en taquilla del cine juvenil. Pero a diferencia de otras sagas, aquí todo es más aturullado y confuso, con interminables escenas de acción en que no progresa la trama. Hay momentos risibles y enamoramientos con los inevitables triángulos, donde aquí se introduce la «novedad» de una atracción homosexual.
ESTRENO Título original: The Mortal Instruments: City of Bones. |
SINOPSIS
Clary Fray es una adolescente neoyorquina aparentemente normal. Una noche, en compañía de su inseparable amigo Simon, decide ir a la discoteca de moda Pandemonium. Allí presencia cómo un extraño joven llamado Jace asesina a alguien, pero el cuerpo de la víctima desaparece y nadie más parece haberlo visto. Jace comienza a seguir a Clary, hasta que termina revelándole su secreto: es un Cazador de Sombras, un grupo de poderosos guerreros, mitad ángeles, mitad humanos, enfrascados en una antigua batalla para proteger nuestro mundo de los demonios. Una batalla en la que Clary jugará un papel decisivo.
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CRÍTICAS
[Enrique Almaraz, Colaborador de CinemaNet]
Cuando lo visual devora el argumento siempre es motivo de alerta. Eso es lo que sucede con “Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso”, pensada para un público muy concreto, conocedor de su base literaria y dispuesto a vivir emociones fuertes en medio de la grandiosidad oscura y sobresaliente de unos efectos especiales de calidad innegable. Eso no quita que exista una historia propia del género, suficientemente apuntalada para seguir adelante, pero siempre por debajo de su estética y acción: la madre de Clary ha sido secuestrada por fuerzas del mal y la joven tiene la doble misión de rescatarla y encontrar la ansiada copa motivo de su rapto. Para ello contará con la ayuda de los Cazadores de Sombras, con Jace al frente, y su amigo Simon. Lilly Collins, Jamie Campbell Bower y Robert Sheelan interpretan, por este orden, al terceto protagonista. Lo dicho, muchos ingredientes abiertamente para adolescentes en la primera de una saga también en la gran pantalla, intención explicitada al final por si no estuviese suficientemente claro.
Tal condición restrictiva sobre su público parece su mejor activo. De esta forma, las legiones de admiradores que atesora la obra escrita lo pasarán en grande entre diversas criaturas, fantásticas y reales, en busca de la copa de marras. Los efectos especiales se vuelven parte esencial en la plasmación de ese universo de runas, espadas y peligros. La contrapartida para los menos versados reside en este punto tanto como en la saturación de escenas surgidas fuera y después del rodaje. Y escuchar que Bach (sí, sí, Johann Sebastian, el compositor) fue también cazador de sombras es la puntilla definitiva para dejar de lado cualquier acercamiento posible a la realidad para imbuirse irremediablemente en el mundo de la fantasía y el entretenimiento.
Cuando lo visual devora el argumento siempre es motivo de alerta, comenzaba diciendo. Sin cambiar un solo fonema, pero con la flexibilidad postrera vacacional de estos últimos días de verano, añado que si en estos tiempos de iphones, podcasts, tablets y similares, la película puede acercar a más público a la lectura, bienvenida sea.
En busca de la copa perdida
La adolescente Clary Fray ve cómo su entera existencia en Nueva York se pone patas arriba cuando desaparece su madre Jocelyn y descubre su pertenencia al misterioso y ancestral linaje de los cazadores de sombras, una especie de semiángeles con asombrosos poderes. Será introducida en un submundo donde se juega una tremenda lucha por el dominio, donde es clave cierta copa que poseía Jocelyn. En sus andanzas le ayuda Simon, un humano común enamorado de ella, y Jace, uno de los cazadores de sombres, que también quedará prendado por Clary, aunque hay otro cazador, Alec, que se pone celoso, porque a él le gusta Jace.
Adaptación del primero de una serie de best-sellers juveniles de Cassandra Clare, el claro objetivo de Cazadores de sombras: Ciudad de Hueso es revalidar el éxito de la saga Crepúsculo y compañía. Pero a diferencia de los personajes creados por Stephenie Meyer, aquí todo es más aturullado y confuso, con interminables escenas de acción en que no progresa la trama. Hay momentos risibles –se lleva la palma la alusión a las cualidades de la música de J.S. Bach para poner nerviosos a los demonios, mucho más eficaz que el ajo con los vampiros, palabras casi textuales-, y chicos guapillos, con miradas lánguidas y enamoramientos, con los inevitables triángulos, donde aquí se introduce la «novedad» de una atracción homosexual.
Más allá del empacho de efectos visuales y de los trucos facilones que quieren atraer al público adolescente que vibró con la no-obra maestra pero sí netamente superior Crepúsculo, falta sentido de la medida en el director holandés Harald Zwart, especialista en títulos para jovencitos algo sosillos (Superagente Cody Banks, The Karate Kid). Difícil destacar a alguien en el reparto, ningún actor sobresale del resto, si acaso llama la atención la presencia de Jared Harris, conocido por Mad Men y más perdido en esta película que un pulpo en un garaje.
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