Otra de Blancanieves —sin ella, pero con su madrastra— donde los efectos especiales pretenden servir de parche a la falta de imaginación. Intérpretes de fama tratan de emular el éxito de su predecesora, aunque no estaría de más que la base para ello hubieran sido el espíritu y el ambiente de los cuentos de siempre.
Título Original: The Huntsman: Winter’s war. |
SINOPSIS
La malévola reina Ravenna (Charlize Theron) traiciona a su bondadosa hermana Freya (Emily Blunt) de una forma imperdonable, congelándole el corazón para que nunca conozca el amor, y liberando un helado y desconocido poder. Freya se retira a un lejano reino en el norte más profundo y reúne a un ejército de cazadores para que la protejan, pero les prohíbe que se enamoren.
La guerra se recrudece entre las dos reinas, y el héroe que puede inclinar la balanza a favor de Freya es Eric (Chris Hemsworth), su mejor cazador, apoyado por la guerrera Sara (Jessica Chastain), la mujer que ha conquistado su corazón. Pero Eric debe ayudar a Freya a vencer a su hermana… si no quiere que la maldad de Ravenna domine el mundo para siempre jamás.
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CRÍTICAS
[Enrique Almaraz. Colaborador de Cinemanet]
Cuatro años después del resurgimiento de Blancanieves en el cine —hasta tres versiones del personaje se estrenaron entonces—, la Universal vuelve con una película relacionada con una de ellas, “Blancanieves y la leyenda del cazador”. Se mantiene el nombre de Blancanieves en el título, aunque no sale más que en alusiones. Ahora el protagonismo recae sobre la hermana de la reina Ravenna, llamada Freya, para quien la pérdida de su retoño en un incendio supone la revelación de sus poderes sobrenaturales: desde ese momento es capaz de controlar a su antojo el hielo, con efecto destructor, habiendo perdido su alma cualquier resquicio de amor hasta el punto de prohibirlo entre sus súbditos. Aquellos dominios en las tierras del norte son el escenario donde Eric y Sara, dos de sus soldados enamorados, tratan de huir juntos y se ven separados de forma cruel. Siete años después, el destino los reúne en circunstancias hostiles, él con la misión de recuperar el Espejo Mágico y ella…
El éxito en taquilla de su predecesora parece la única excusa para esta película en la que la novedad brilla por su ausencia no sólo respecto a la primera, sino también en comparación con otras de la nueva hornada del cine de acción enmarcado en reinos de fantasía. Cámbiense los coches por caballos, el vestuario y otro par de cosillas y apenas habrá diferencias. No faltan a la cita las peleas propias de otras latitudes, otras longitudes y otras cronologías; la estética repetitiva e impersonal, muy trabajada pero sin sello; una tecnología omnipresente y de gran calidad que convierte las películas en videojuegos y las aleja de los tomos de tapas duras, erosionadas por el uso durante tantas noches antes de dormir.
El festín de efectos especiales, de los que pocos retazos tratan de crear verdadero ambiente, no consigue imbuir al espectador en ese bosque mágico ni hacerlo partícipe activo de las hazañas de los protagonistas. Nunca llega a verse dentro, los elementos pasan a su alrededor sin impregnarlo. Antes de llegar al plato fuerte del Espejo, algo más de empeño, aunque tampoco mucho, se dedica a los goblins, unas criaturas del bosque dedicadas al robo de oro y cuyo líder muestra la misma afición que Mr. T a las cadenas. Siendo el apartado visual una de las premisas esenciales, sin otra alternativa resultan insuficientes en el resultado completo. La técnica no sustituye la emoción y en este caso tampoco conduce a ella.
El tratamiento digital enfría paisajes —lo cual aquí está más que justificado—y supedita otros pilares fílmicos como la trama. A los nombres ya vistos en la entrega anterior –Charlize Theron, Chris Hemsworth, Sam Claflin y Nick Frost- se suman los de Emily Blunt y Jessica Chastain para tratar de ofrecer altas miras. Los personajes de los cuatro enanitos, dos hombres (Frost y Rob Brydon) y dos mujeres (Sheridan Smith y Alexandra Roach), sostienen con eficacia y humor buena parte del metraje, calificable como irregular y vacuo a causa de un argumento demasiado básico. No obstante, el triunfo del amor siempre es un punto a tener en cuenta, a la par que obligado en este género.
Todo esto desemboca en la conclusión de que sin las “ocurrencias” beligerantes del exigente, mentiroso o cuando menos errado Espejo Mágico mientras sea una reina con los rasgos de Charlize Theron quien se le ponga delante, el mundo sería un lugar más tranquilo. Claro, así no habría historia ni película, lo que no sería tan mala idea.
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