Entrañable retrato de un maduro matrimonio, entre la acidez y la ternura, en la que una compenetrada interpretación de sus protagonistas en el incomparable marco de París ayuda a crear un entorno sentimentalmente adecuado para, en su mezcla de pasajes banales con otros de mayor calado, plantear una visión del amor más profunda de lo habitual.
ESTRENO Título original: Le week-end. |
SINOPSIS
Nick y Meg son una pareja de profesores británicos que regresa a París muchos años después de su luna de miel para intentar revitalizar su matrimonio. Meg siente que merece una vida mejor, pero se muestra insegura y desamparada sin su marido Nick.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Nick y Meg, una pareja de profesores británicos ya maduros, viajan a París, treinta años después de su luna de miel, para celebrar su aniversario e intentar revitalizar su matrimonio. Siguen queriéndose y, aunque ella habla reiteradamente de separarse, no logran imaginarse la vida el uno sin el otro. Sin embargo su relación se ha deteriorado considerablemente y hay entre ellos un espacio de incomunicación.
A su llegada al hotel donde se alojaron en su viaje de novios, descubren que el tiempo no sólo ha hecho mella en sus personas, sino que también los lugares se han deteriorado y envejecido. Y de súbito se apodera de ellos una especie de locura juvenil y empiezan a disfrutar París, cometiendo toda suerte de insensateces y gastando más dinero del que tienen en su cuenta. Por casualidad se encuentran con Morgan, un viejo compañero de estudios de Nick, que siente auténtica devoción por él, y que los invita a una fiesta en su casa. Allí se presenta a Meg una ocasión de infidelidad, que pone de manifiesto que ha habido antes, en su matrimonio, una constante de infidelidad, que nada tiene que ver con la relación con otra persona. La fidelidad exige cumplir a cada instante de la vida las promesas de amor que se hicieron los amantes cuando iniciaban su vida en común. Ser fiel supone, pues, una actitud dinámica, comprometida, para renovar el amor en cada circunstancia de la vida, no permitir que el egoísmo convierta en monótona dependencia lo que debería ser una relación afectiva constantemente renovada.
La fiesta en casa de Morgan va a ser la ocasión de que surjan no pocas cuestiones ocultas, insatisfacciones y hasta rencores entre Nick y Meg. En cierto modo, el profundo deterioro del amor de pareja con el paso del tiempo parece ser la tesis de la película. Cierto que en medio de esa suerte de fatalismo, surgen algunas “perlas” en boca de Nick, como cuando dice: “No existe el sexo si no existe un intento de amor” o “El amor es mucho más difícil de hacer que el sexo”.
La película se sostiene en gran parte por las geniales actuaciones de la pareja protagonista, Jim Broadbent y Lindsay Duncan, que consiguen hacer creíbles y cercanos sus personajes, perdidos en tal situación de desorientación y desequilibrio, que le hace confesar a Nick en un momento de sinceridad: “No encajo ni cuando estoy solo”. Las bellísimas y deslumbrantes imágenes de París, que ofrecen un magnífico marco a la acción, constituyen un auténtico regalo para la vista al tiempo que contrastan con la amargura de las agrias palabras de la pareja. A pesar del tratamiento banal de un tema humano de tan hondo calado como el amor conyugal, Hanit Kureishi nos ofrece un fantástico guión en el que se mezclan situaciones cómicas y momentos dramáticos, que acaban dejando un sabor agridulce al espectador y dejan abiertas no pocas cuestiones para la reflexión.
[Jerónimo José Martín – COPE]
Nick (Jim Broadbent) y Meg (Lindsay Duncan) forman un matrimonio de sesentones profesores británicos, ya sin hijos en casa y con sus carreras a punto de finalizar. Treinta años después de su luna de miel, pasan un fin de semana en París con la ilusión de revitalizar su maltrecha relación. Meg siente que merece una vida mejor, pero se muestra insegura y desamparada sin Nick. Por su parte, Nick no se plantea grandes cambios, aunque comienzan a incomodarle los resentimientos y reproches de Meg. En cuanto llegan a la capital francesa, se apodera de ambos una especie de alocado espíritu juvenil, que les lleva a juguetear sin rumbo por la ciudad, a gastarse más de la cuenta y a asistir a una fiesta organizada por el pegajoso Morgan (Jeff Goldblum), un viejo compañero de estudios de Nick, con el que se han encontrado por casualidad.
Esta nueva tragicomedia romántica del sudafricano Roger Michell (“Persuasión”, “Titanic Town”, “Notting Hill”, “Al límite de la verdad”, “El intruso”) le valió al inglés Jim Broadbent la Concha de Plata al mejor actor en el Festival de San Sebastián 2013, y opta ahora a los British Independent Film Awards en cinco categorías importantes. El guión del londinense Hanif Kureishi —que ya había colaborado con Michell en “The Mother” y “Venus”— tiene un planteamiento similar a los del texano Richard Linklater en la trilogía que inició con “Antes del amanecer”, pero adaptado a la ancianidad de los protagonistas y con fuertes trazos patéticos a lo Mike Leigh y afilados sarcasmos a lo Woody Allen. Como en los filmes de Linklater, Leigh y Allen, en “Le week-end” también hay situaciones dramáticas y cómicas, planteadas con un cierto afán de encontrar respuestas a las grandes preguntas, sobre todo a las que hacen referencia al matrimonio y a las demás relaciones humanas. En este sentido, el filme incluye pasajes superficiales y hasta procaces, pero también algunas reflexiones incisivas y a contracorriente, como cuando el protagonista manifiesta: “He decidido no mantener ninguna relación sexual en la que no haya amor”.
A pesar de su limitada antropología de fondo, ese esfuerzo narrativo y ético permite el lucimiento de todos los actores, especialmente de Jim Broadbent y Lindsay Duncan, que desarrollan una química poderosa y una veracidad apabullante, hasta acercar mucho sus personajes al espectador. Por su parte, Michell los mima en su naturalista puesta en escena que, de paso, saca brillo a los bellos lugares de París donde ha rodado. Queda así una película a la vez grata e incómoda de ver, con una visión del amor más profunda de lo habitual, en el que el sexo y la diversión banal no lo son todo.
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