Dura pero lúcida disección del caótico individualismo dominante en las sociedades occidentales, y muestran sin complacencias sus trágicas consecuencias en tantos niños, desatendidos por sus padres y víctimas inocentes de sus divorcios, siempre amargos. Queda así otra valiosa fábula moral sobre el perplejo, irresponsable y destructivo egoísmo de tantas y tantos, y sobre el verdadero sentido de la maternidad y la paternidad
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: What Maisie knew. |
SINOPSIS
Maisie es una niña de seis años que se encuentra en medio de la lucha por su custodia entre su madre Susanna, una madura estrella del rock, y su padre, Beale, un importante marchante de arte. En la pugna por conseguir el favor del juez, Beale se casa con Margo, la niñera de Maisie, lo que empuja a Suzanne a casarse con su amigo Lincoln. Con Susanna y Beale inmersos en una batalla que no beneficia a nadie, Maisie se encariñará de las nuevas parejas de sus padres.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Maisie, una encantadora niña de seis años, se encuentra atrapada en medio de la lucha por su custodia entre su madre Susanna, madura estrella del rock, y su padre Beale, marchante de arte en Nueva York. Para conseguir el favor del juez, Beale se casa con Margo, la cariñosa niñera de Maisie, y Susanna, a su vez, con su bondadoso amigo Lincoln. En realidad, la pugna entre Susanna y Beale no busca en ningún momento el bien de Maisie. La niña se ha convertido, por una parte, en un arma arrojadiza contra el cónyuge odiado y, por otra, en una suerte de objeto de exclusiva propiedad, agradable de poseer, pero no tanto como para asumir responsabilidades y renuncias personales. La sorpresa aparece cuando, paulatinamente, Maisie, sin dejar de querer a sus padres, se va encariñando con Margo y Lincoln.
La historia de Maisie es un buen ejemplo de que, cuando nos movemos en el nivel egoísta del dominio y la posesión, hasta los afectos que deberían ser más puros y altruistas, como el amor a los hijos, degeneran en espurios, y las relaciones humanas se hacen interesadas y agresivas. Pero, sobre todo, la película nos suscita un importante interrogante: “¿Quiénes son los auténticos padres de un niño, el varón que lo engendra y la madre que lo concibe, o quienes lo aman desinteresadamente, lo cobijan y educan, le proporcionan un hogar cálido y acogedor, una vida estable y feliz?”.
El guión es sólido y presenta bien la secuencia de actitudes y sentimientos de los personajes de la historia, pero donde la cámara se recrea con más acierto es en el rostro de Maisie, que, sin palabras, deja traslucir su desconcierto, pena, incertidumbre, miedo… ilusión y alegría. Magnífica la actuación de la pequeña Onata Aprile. También los cuatro protagonistas adultos llevan a cabo un buen trabajo que hace creíbles a sus respectivos personajes.
McGehee y Siegel nos ofrecen un drama contenido, sin sentimentalismo fácil ni concesiones a lágrimas edulcoradas de películas con niño. “¿Qué hacemos con Maisie?” es una buena película, que invita a la reflexión y al diálogo sobre temas tan tristes como presentes en nuestro tiempo.
[Jerónimo José Martín – COPE]
Maisie (Onata Aprile) es una cariñosa e inteligente niña neoyorquina de seis años, que se encuentra profundamente desconcertada en medio de la lucha por su custodia entre su madre Susanna (Julianne Moore) —una madura estrella del rock— y su padre, Beale (Steve Coogan), un importante marchante de arte. En la pugna de estos dos adictos al trabajo por conseguir el favor del juez, Beale se casa con Margo (Joanna Vanderham), la niñera de Maisie, lo que empuja a Suzanne a casarse con su amigo Lincoln (Alexander Skarsgård).
En esta actualización de la novela clásica What Maisie Knew (Lo que Maisie sabía), de Henry James, el californiano Scott McGehee y el neoyorquino David Siegel (En lo más profundo; La huella del silencio) desarrollan una dura pero lúcida disección del caótico individualismo dominante en las sociedades occidentales, y muestran sin complacencias sus trágicas consecuencias en tantos niños, desatendidos por sus padres y víctimas inocentes de sus divorcios, siempre amargos. Al guion de Nancy Doyne y Carroll Cartwright le faltan grises y le sobran blancos y negros en sus retratos de los personajes adultos. Sin embargo, su propuesta mantiene una veracidad conmovedora gracias a la sensacional interpretación de la niña Onata Aprile, y suaviza su cierto pesimismo con la luminosa y sencilla humanidad que aportan los personajes de Margo y Lincoln, interpretados con amplitud de matices por Joanna Vanderham y Alexander Skarsgård, respectivamente.
Esta riqueza dramática y ética es traducida en imágenes por McGehee y Siegel a través de una fresca puesta en escena naturalista, muy indie, que saca partido a las calles de Nueva York —abarrotadas de gente y también de soledades anónimas—, fotografiadas con sutil decadencia por Giles Nuttgens, y envueltas por la minimalista pero arrebatadora banda sonora de Nick Urata, completada con varias canciones que reflejan muy bien, en sus antagónicos estilos, la estridencia y la ternura entre las que se mueve la película. Queda así otra valiosa fábula moral sobre el perplejo, irresponsable y destructivo egoísmo de tantas y tantos, y sobre el verdadero sentido de la maternidad y la paternidad, con poderosos ecos de Kramer contra Kramer (1979), de Robert Benton.
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