Adaptación libre, narrativamente desequilibrada y parcialmente discutible del relato del Génesis sobre Noé y el diluvio universal, siguiendo más la tradición judía que la cristiana. Aunque a ratos la película deriva hacia un enfoque más ecologista, mitológico y existencial que verdaderamente religioso y desaproveche fuerza dramática para el predominio del espectáculo, está bien rodada e interpretada y permite reflexionar sobre la fragilidad y trascendencia de la naturaleza humana.
ESTRENO Título original: Noah. |
SINOPSIS
En un mundo destruido por la perversión de los hombres, un humilde carpintero llamado Noé recibe una importante misión. Dios, cansado del corrupto y depravado comportamiento de los seres humanos a los que Él mismo dio vida, advierte a Noé de un necesario e inminente diluvio universal que depure y libere a la Tierra de la acción humana. El respetuoso carpintero de buen corazón se convierte en el elegido para asegurar el éxito de este plan divino, es responsable de proteger a aquellas especies que no son partícipes de la devastación de la naturaleza y la decadencia del planeta.
Noé tendrá que construir un arca gigante para salvar a su familia, donde deberá reunir a una pareja de cada especie animal para preservar su conservación y crecimiento tras el apocalíptico diluvio que acabará con la Humanidad y su fatídica conducta. El arca evitará que los seres que estén dentro mueran ahogados y los mantendrá con vida para una posterior reconstrucción del mundo.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Ocho generaciones después de Adán y Eva, la mayoría de los seres humanos se han degradado moralmente hasta límites insospechados, y están asolando la Tierra. Sobre todo los violentos y carnívoros descendientes del asesino Caín, que imponen su ley a sangre y fuego, despreciando la voluntad de Dios y la dignidad de cada hombre y mujer, creados a su imagen y semejanza. Sólo permanecen fieles a Dios y respetan la Naturaleza unos pocos descendientes de Set, el tercer hijo de la primera pareja. Los lidera un nieto del eremita Matusalén (Anthony Hopkins), el fidelísimo Noé (Russell Crowe), que vive pacíficamente con su esposa Naameh (Jennifer Connelly), los tres hijos de ambos —Shem (Douglas Booth), Ham (Logan Lerman), y Japheth (Leo McHugh Carroll)—, y la acogida Ila (Emma Watson), que es estéril, lo que enturbia su relación amorosa con Shem.
Un día, Dios anuncia a Noé en una visión que está harto del ser humano, y que va a destruir el mundo con un letal diluvio, para después rehacerlo de nuevo. Así que encomienda al piadoso patriarca la construcción de un arca, un inmenso barco que sólo dará cobijo a su propia familia y a una pareja de todas y cada una de las especies animales. En la construcción del arca ayudarán a Noé unos dolientes gigantes de piedra, los Vigilantes, que son en realidad ángeles caídos, condenados temporalmente a vagar por la Tierra. Los colosos también defenderán al patriarca y a su familia de los ataques de los crueles cainitas, liderados por el temible Tubal Caín (Ray Winstone). Mientras tanto, Noé se convence de que Dios quiere exterminar a todos los seres humanos, incluida a su propia familia. De modo que se niega a buscar novia a sus dos hijos Ham y Japheth, lo que genera un tenso conflicto familiar.
El singular cineasta neoyorquino Darren Aronofsky (“Pi”, “La fuente de la vida”, “Cisne negro”) adapta libremente el relato del Génesis sobre Noé y el diluvio universal, siguiendo más las tradiciones judías que las cristianas, sobre todo respecto a los Vigilantes, descritos en la Biblia con misteriosas palabras: “En aquellos días —y también después— había gigantes en la Tierra, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos; éstos fueron los héroes famosos de antaño”. Quizás por este planteamiento, a ratos la película deriva hacia un enfoque más ecologista, mitológico y existencial que verdaderamente religioso. De todas formas, en sí tiene interés el duelo que propone entre la fe inconmovible y algo tosca de Noé, y el voluntarismo casi nietzscheano del imaginario Tubal Caín, sobre todo porque asume la ayuda de la gracia divina al primero y el desesperado nihilismo hacia el que se encamina el segundo. Más discutible es el dilema ecológico-existencial de Noé sobre la pervivencia del ser humano y de su propia familia, pues contradice lo señalado en la Biblia, que pone en boca de Dios las siguientes palabras: “Entraréis en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos”.
De todas formas, este último conflicto dramático depara los mejores momentos del filme, sobre todo porque en ellos brillan especialmente las excelentes interpretaciones de Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson y Logan Lerman. En este sentido, la película sufre una notable irregularidad narrativa, pues este drama familiar tiene muchísimo más vigor que la trama épico-catastrofista —espectacular, pero convencional, en sus recreaciones de las batallas y del diluvio— o que la estricta recreación de las relaciones de Dios con Noé y sus antecesores, resuelta con un difuso onirismo visual, que se agrava con las insustanciales y crípticas apariciones de Matusalén, en las que se desaprovecha a Anthony Hopkins. De todas formas, también en este ámbito la película goza de aciertos parciales, como la radiante representación de la gloria edénica de Adán y Eva.
Queda así una película narrativamente desequilibrada y parcialmente discutible, pero bien rodada e interpretada, espectacular e interesante, que permite reflexionar sobre la fragilidad y trascendencia de la naturaleza humana.
[Juan Jesús de Cozar – Colaborador de CinemaNet]
Después de lo que ha “llovido” en relación con la película “Noé”, parecía obligado incluir en el blog una reseña de primera mano. El sexto filme deDarren Aronofski (Brooklyn, New York, 1969), estrenado en España el pasado viernes 4 de abril, provoca en el crítico sensaciones diversas y a veces contradictorias. ¿Cómo explicarlo? Supongamos que su imaginación conserva como modelo de cine bíblico el que realizó Cecil B. DeMille y el de quienes siguieron su estela: “Los Diez Mandamientos”, “Sansón y Dalila”, “La túnica sagrada”, etc; o aquella película de John Huston titulada “La Biblia”, que recuerdo haber visto de niño en pantalla grande. Pues bien, “Noé” choca frontalmente con estos esquemas.
Pensemos ahora en la juventud multipantalla, habituados a una estética de videojuegos, a los alardes digitales, a imágenes que se suceden a la velocidad de la luz… “Noé” encaja perfectamente en ese mundo audiovisual.
Soy consciente de que la mayoría de los lectores de una crítica buscan datos que disipen sus posibles dudas: ¿voy a verla o no? A la vez, ellos deben tener en cuenta que lo que leen no es más que una opinión personal. Dicho esto, hay que mojarse y lo que sigue pretende justificar que sí, que a pesar de tratarse de una película desmesurada, a veces extravagante, con escenas que chirrían y que pueden provocar cierto sonrojo en el espectador “clásico”, “Noé” tiene calidad y buenas intenciones.
La historia original es bien conocida; y a Aronofski, judío que se declara ateo, siempre le impresionó el relato. No es de extrañar, por tanto, que después del éxito de la cruda y sobrevalorada “El cisne negro”, consiguiera una financiación de 130 millones de dólares para su ansiada “Noé”. Aronofski –también guionista junto Ari Handel– ha llevado el texto bíblico a su terreno, de modo que le permitiera desarrollar la gran potencia visual que caracteriza a sus películas. Y, claro, se aleja del texto sagrado: propone una situación familiar algo distinta, presenta unos ángeles caídos que parecen rocosos transformers, introduce un villano (casi de cómic) llamado Tubal Caín…
El resultado es una mezcla de géneros no siempre bien armonizados, pero quegeneran una escenas vistosas, apabullantes desde el punto de vista técnico, y muy impactantes para el espectador; que se ve arrastrado por las imágenes, el sonido y una épica banda sonora de Clint Mansell, con variados elementos electrónicos, que a veces se antoja algo estridente.
Se dice que Aronofski no ha querido ofender a nadie, y pienso que la película le da la razón. Una actitud que –aparte de las convicciones personales‑ parece inteligente, teniendo en cuenta que para recuperar la inversión realizada, es mejor no fabricarse enemigos. Es verdad que el director inventa; pero, puestos a inventar, ¿por qué no colocar a Noé una segunda mujer jovencita que “animara” el arca?; o, ¿por qué no proponer una disputa entre Sem y Cam por Ila (Ema Watson)? Pues no. La película propone unas relaciones amorosas respetuosas, evita la violencia truculenta y utiliza un lenguaje lleno de corrección (Vamos, que no hay ni sólo taco).
Ciertamente, se nos presenta a un Noé (un creíble Russell Crowe) algo atormentado y oscuro, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de un Dios que a veces parece exigirle demasiado, y que no siempre sabe distinguir de sus propios deseos. Y aquí es justo reconocer la aportación al guión del papel de Naameh (Jennifer Connelly), la esposa de Noé, que moderniza el personaje al mostrarla como una mujer fuerte y llena de ternura, el gran apoyo de Noé y de sus hijos, pero lejos de ser una mujer sumisa. Menos interés tiene –a mi parecer– la inclusión de Matusalén (Anthony Hopkins), el abuelo de Noé.
El fulgor de los efectos especiales no oculta los temas de fondo: el plan salvífico de Dios, el pecado y la culpa, el castigo, el perdón; la compasión, el arrepentimiento, la presencia del mal en el mundo y en el propio corazón del hombre. Todo desde una perspectiva elemental, pero meritoria, teniendo en cuenta como está el “patio”. Incluso se apunta el deseo de Dios de hablar con los hombres, que fácilmente nos olvidamos de Él.
¿Noé, un líder ecologista? Desde luego hay una clara reivindicación del cuidado del medioambiente –Noé conserva y construye, mientras Tubal Caín consume y destruye‑, pero no está ahí la clave del filme. En realidad, no deja de ser una película de acción con el pre-texto del famoso diluvio.
¿Será así el cine bíblico del siglo XXI? Supongo que habrá de todo. En cualquier caso, “Noé” no es para nostálgicos, y abre la puerta a un tipo de filmes “religiosos” que –de esto no hay duda– estarán adaptados a los gustos estéticos de las nuevas generaciones.
[Josan Montull – Colaborador de CinemaNet]
Cuando la fe no hace aguas
Sin lugar a duda, la Biblia es el texto literario más veces llevado a la pantalla. Desde los más variados estilos y puntos de vista, han sido incontables los cineastas que se han acercado a la Sagrada Escritura para intentar traducir en imágenes algunas páginas del libro sagrado.
El director Daren Aronofoski (“El luchador”, “Cisne negro”…) hace una libérrima aproximación a los primeros capítulos del Génesis para narrar la historia de Noé y del diluvio universal.
Tras la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, dos linajes pueblan la Tierra. Los cainitas que son poco respetuosos con la naturaleza y con las personas y los pocos descendientes de Set, que aman la naturaleza y tienen una gran preocupación por cuidar de la Creación. De este grupo es el patriarca Noé, quien recibe una visión de Dios en la que le anuncia que la conducta de los hombres es tan perversa que ha decidido destruir todo cuanto existe. En un arca construida por él mismo, Noé –según la visión- deberá recoger una pareja de animales de cada especie y embarcar junto a su familia para salvar la creación del terrible diluvio que va a enviar el Creador y volver a empezar en un mundo en el que no haya corrupción ni pecado.
Partiendo del mito bíblico, cargado de reflexiones teológicas y filosóficas, Aronofoski opta por la aventura espectacular y así construye una película entre futurista y catastrofista, en la que la las enseñanzas de relato bíblico van poco a poco desdibujándose para devenir en una historia épica de superación y lucha contra las dificultades.
El vestuario ha huido de túnicas y mantos para tener un tono más semejante a “Mad Max” que a un film bíblico. La aventura tiene incluso seres fantásticos, unos ángeles caídos convertidos en monstruos de piedra que defienden el arca contra cualquier agresión. Los efectos especiales están cuidados y dosificados haciendo una puesta en escena espectacular y de gran fuerza visual, muy propia del director. Hay luchas, acción y persecuciones si bien el ritmo es irregular y la narración se ralentiza en alguna parte del metraje.
Claro que lo más interesante del film es la figura de Noé (Russel Crowe), sobre él recae toda la película. Noé es presentado como un ecologista militante, un hombre obstinado, convencido hasta los tuétanos de que nadie puede hacerle desistir de obedecer a Dios. Conforme avanza el film, el carácter del patriarca va haciéndose cada vez más oscuro y temible, su misión se convierte en una obsesión y la obediencia a Dios le lleva a ser despiadado.
Con frecuencia su figura recuerda a otros personajes bíblicos: un profeta de calamidades como Joel, un hombre falto de piedad como Jonás, un patriarca que tiene que sacrificar criaturas, como Abraham… Qué lejos queda la visión amable y bondadosa que del mismo personaje dirigió e interpretó John Huston en su película “La Biblia”. Este Noé es duro e implacable. La obediencia a Dios se torna en un ciego fanatismo que le lleva a ser capaz –si es menester- de destruir a su propia familia, a la que precisamente debe salvar. Este Noé obediente al Creador no reza nunca y llama la atención que la oración esté absolutamente ausente del film.
Menos mal que al final el personaje se humaniza y toma conciencia de que en sus actitudes hay una cierta tendencia a actuar como los descendientes de Caín. Y es que ni tan siquiera el hombre justo está libre de la fragilidad moral.
La película es interesante y recomendable, funciona bien como film de aventuras. Tal vez esté excesivamente lastrada porque el personaje central es comparado necesariamente con el Noé bíblico. Paradójicamente, el peor enemigo de este “Noé” espectacular es precisamente su comparación con el Noé bíblico. En la película hay mucho de Aronofoski y muy poco del Génesis.
Una joven, al salir del cine, inocentemente comentaba “La película está bien, pero creo que el libro es mejor”. Es cierto, en medio de tanto diluvio y tanta inundación, la Biblia apenas salpica y el Génesis acaba sumergido por las aguas de esta interesante película de aventuras.
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