Impresionante thriller ambientado en la América profunda sobre un padre de familia envuelto por casualidad, y a raíz de un robo frustrado en su casa, en una espiral de misterio, violencia y venganza hasta entonces desconocida. Crepuscular, muy bien interpretada y con aroma a la antigua (o no tan antigua) usanza, mantiene la tensión al tiempo que plantea la fina línea entre la justicia y la venganza.
ESTRENO Título original: Cold in July. |
SINOPSIS
Richard Dane es un tipo corriente, padre de familia de una pequeña ciudad de Texas, que una noche mata en defensa propia a un ladrón que había entrado en su casa. El sheriff de la localidad le da la enhorabuena y el caso parece totalmente cerrado; pero el padre del ladrón, Russel, un ex convicto con un largo historial delictivo, llega a la ciudad dispuesto a vengar la muerte de su hijo.
Las cosas se complican más cuando Dane descubre que el hombre al que mató no es realmente el hijo de Russel. Ambos hombres deberán unir sus fuerzas para descubrir a quién ha matado Dane en realidad, dónde está el hijo de Russel, y quién les está manipulando en el marco de una trama de violencia y corrupción. Abrumados por un sentimiento común de culpa, se adentran en la búsqueda de la verdad ayudados por un detective proveniente del Houston más rústico apodado Jim Bob. Los tres descubrirán un secreto terrible, más oscuro y peligroso de lo que ninguno de ellos podría haber imaginado…
¡Debate esta película en nuestros foros!
CRÍTICAS
[Enrique Almaraz – Colaborador de CinemaNet]
Este regreso a la antigua fórmula del thriller violento en la América profunda demuestra que aún es posible revisitar lugares y géneros explorados, condimentarlos con un toque de originalidad y presentarlos como piezas donde los vapuleos tienen poca o ninguna cabida. El cineasta Jim Mickle —galardonado por este trabajo con el Premio al Mejor Director en la Sección Oficial Órbita del Festival de Sitges 2014, entre otros logros internacionales— bucea en los clásicos del cine negro y la serie B para rodar una película que bien podría datar, en líneas generales y con alguna inevitable adaptación coyuntural, de los últimos años 40 y 50, fechas extensibles dado el tono a los 70 y 80, aderezado con ecos de western contemporáneo para una historia de peso masculino en cada poro, capaz de anclar al espectador en su butaca de principio a fin.
El robo al azar en casa de Richard Dane (Michael C. Hall), perpetrado con nocturnidad y evidente fatalismo para su autor, es el punto de partida de la película y demuestra que un guión no necesita complicarse demasiado la vida para hacer lo propio con el protagonista. La posterior investigación identifica al autor del allanamiento y, en consecuencia, su padre, Russel (Sam Shepard), recién salido de la cárcel, comienza a acosar a Richard. Los hechos sucesivos hasta la detención de Russel, el descubrimiento de la verdadera identidad del asaltante y la situación personal de Richard, muy descolocado con todo el entorno y su situación presente, generan hacia la mitad de la historia —término referido más a la definición que a aspectos de cronómetro— un punto de inflexión muy estimulante y aplaudido. Es concebible que pueda generar, asimismo, otra clase de sorpresa, pero en cualquier caso, libre de malas críticas, pues dicho momento bisagra representa la mejor muestra de originalidad del título. En cualquier caso, puede presumirse que en caso de haber continuado la natural línea argumentativa de su inicio, el resultado tendría razones suficientes para augurar un éxito semejante. La presencia en esa segunda parte del detective Jim Bob, el anacrónico policía de Houston decisivo para la investigación, termina por redondear el elenco de los “buenos”, aunque el entrecomillado deje ver que no lo son, o no lo han sido, tanto. Don Johnson encarna con sorna y rudeza al crepuscular Bob, en un alarde de maneras poco ortodoxas con el calendario, pero compatibles y coherentes con esa sed de justicia que se busca cuando los libros de leyes y demás códigos de conducta oficiales hacen aguas precisamente en aquello pretendido. Esta condición se puede extender, desde otro punto de vista, a Russel, delincuente recién redimido y con su hijo como exponente de un gran dilema moral —que la tiene, insiste en tenerla— en medio de tanta barbarie quién sabe si de algún modo también heredada.
Además de en las bondades interpretativas, “Frío en julio” basa sus virtudes en un argumento dinámico, directo y emocionante, más propio de otros tiempos, con un gran pulso para la tensión, en el que la fina línea entre la venganza y la justicia invita desde su cruda desnudez a la reflexión mientras promete 100 minutos de impacto y buen cine.
¡Debate esta película en nuestros foros!