Selma

Pablo Gugel

Periodista y Comunicador Audiovisual. Mi pasión por el cine se ha ido alimentando con los años. Mi abuelo me inculcó una semilla cuando era niño, con las películas de Chaplin o los hermanos Marx, que desde entonces no ha parado de crecer. Entiendo el séptimo arte no sólo como un entretenimiento, sino también como un medio para remover conciencias.

Historias sobre las reivindicaciones de la población negra no son ni mucho menos una novedad en el cine. La lucha que esta etnia llevó a cabo por la defensa de una causa justa y el sufrimiento que padeció durante miles de años ha sido expuesto por grandes directores del séptimo arte a lo largo de toda la historia. Además, en la actualidad es un tema que gusta mucho en la industria cinematográfica. En los últimos años han visto la luz películas como El mayordomo, Criadas y Señoras, o 12 años de esclavitud, coronada como mejor película para la Academia en los Oscar del año 2013. Sin embargo, a pesar de esta aparente sobrecarga de películas con este asunto de fondo, Selma es una película muy necesaria.

Selma narra la vida de Martin Luther King a partir del año 1964, tras recibir el premio Nobel de la Paz. Se centra concretamente en los esfuerzos que realizó en 1965 en la ciudad de Selma (Alabama) por conseguir el derecho real al voto para la población negra que en la práctica era una quimera. El objetivo final de toda la actuación conjunta de King, el comité de la SCLC (Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano) y el SNCC (Comité Coordinador Estudiantil No Violento) era realizar una marcha pacífica y simbólica entre Selma y Montgomery, la capital del estado, que despertara las conciencias norteamericanas.

La directora estadounidense Ava Duvernay describe perfectamente la angustia vivida por la población negra de Norteamérica en el estado de Alabama durante todo este proceso. Martin Luther King y su equipo no fueron ajenos a ello y tuvieron que luchar contra todo para poder llevar a cabo su plan, incluido el FBI y el presidente Johnson, al que la historia sitúa como uno de los mayores impulsores de la igualdad de derechos en Estados Unidos.

El tratamiento de la música, con la inclusión de canciones góspel, country, e incluso rap como la galardonada «Glory», otorga mucha fuerza dramática a los momentos cumbre del filme, que en su mayoría están en la segunda parte del metraje. Un metraje que tiene un ritmo pausado y espeso, interrumpido por alguna secuencia de acción como el «Bloody Sunday», pero en el que predomina la fuerza de la palabra. El mensaje de Selma es claro y contundente. El espectador lo recibe desde el principio en los diálogos y discursos de Martin Luther King, y va in crescendo hasta desembocar en el éxtasis final. Es una película hecha con el corazón y eso se nota en la fuerza con la que transmiten los sentimientos sus personajes, de entre los que destaca sobremanera la actuación magistral de David Oyelowo.

A pesar de todo lo dicho, la mayor virtud de Selma es que nos presenta la parte humana de Martin Luther King. Duvernay retrata a un hombre con miedos y dudas, consciente de su responsabilidad y de que la total implicación en sus proyectos suponía dejar de lado sus relaciones familiares, una circunstancia que cobra especial relevancia en el filme. King es un padre de familia más, un hombre de raza negra igual que los demás, indefenso ante los ataques y alejado del mito que su figura tiene en la historia.

Selma es una película de total vigencia. Los hechos que en ella se narran sucedieron hace cincuenta años, pero desgraciadamente hoy en día sigue habiendo gente que es maltratada por culpa del color de su piel. Ava Duvernay lo sabe y lo denuncia. Martin Luther King fue un gran ejemplo, pero todavía queda mucho por hacer.

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