Os presentamos La dama de oro, que narra la apasionante historia real de una mujer que lucha por recuperar lo que es suyo y resarcir a su familia.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Woman in Gold |
SINOPSIS
A raíz de la aprobación de la Ley de Restitución de obras de arte expoliadas por los nazis, Maria Altmann, una anciana judía, contrata a un joven abogado para reclamar un cuadro de la familia. Esto supone un gran desafío para ambos, pues el retrato de su tía Adele Bloch-Bauer de Gustav Klimt es el símbolo del Belvedere de Viena; algo así como reclamar la Gioconda al Louvre.
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[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Los Ángeles, California, época actual. Maria Altmann (Helen Mirren), en el cementerio, despide a su hermana recientemente fallecida, el último pariente que le quedaba. Los objetos heredados de la difunta despiertan en María los recuerdos de su Viena natal, de la que huyó con su marido, hace ya más de medio siglo. Parecíale que se habían borrado de su memoria los atropellos, expolios y humillaciones sufridos por su familia durante la ocupación nazi. Pero de cada caja que abre surgen redivivos los fantasmas de su pasado que le urgen a salir de su letargo y comprometerse con la verdad y la justicia.
Algunos de los más preciados cuadros de la colección de arte que les fueron robados por los nazis ahora están colgados en el museo Belvedere de Viena. Entre ellos, el retrato de su tía Adele Bloch-Bauer, pintado por Gustav Klimt. En compañía de Randy Schoenberg (Ryan Reynolds), un joven e inexperto abogado de ascendencia austríaca, María viaja a Viena para reclamar lo que le pertenece. A pesar de haber promulgado una ley de restitución de obras de arte expoliadas durante la guerra, las autoridades no están dispuestas a atender las justas reclamaciones de la familia Bloch-Bauer. Pero Ryan no cejará en su empeño y lo que había comenzado para él como una oportunidad arriesgada para obtener beneficios, se convertirá en un compromiso ético.
La historia está narrada en dos planos temporales que se van trenzando magistralmente: uno, la actualidad, con una María llena de energía, pero que ya ha rebasado los 80 años; otro, sus recuerdos de infancia y juventud, hasta el momento durísimo de la peligrosa huida de su hogar. Las dos épocas están perfectamente presentadas, con unas bellísimas fotografías de Viena y Los Ángeles, cada ciudad según el momento en que transcurre la acción. En el plano de la realidad actual, María es protagonista; en el de las evocaciones, es mera espectadora que contempla con el corazón desgarrado. Hasta que al final, recobrada la paz interior, ambos planos confluyen y María, totalmente liberada de unos recuerdos que la atenazaban, se introduce sin temor en la historia de su vida y se mezcla con los seres a los que tanto amó.
Hellen Mirren lleva a cabo un trabajo magistral, y, junto a ella, Ryan Reynolds no desmerece en absoluto. Igualmente los actores secundarios están fantásticos en sus respectivos papeles. La historia atrapa totalmente y nos hace vibrar con la intriga, esperando tensos el desenlace. Como la misma María dice riendo, es una aventura de suspense y Ryan es como James Bond. Pero, además, en el fondo plantea una disyuntiva de gran calado y, en cierto modo, candente en nuestra propia sociedad: Hasta qué punto la voluntad de restañar y superar las viejas heridas nos puede llevar a la mayor de las injusticias, que es no reconocer el mal que se hizo y cubrir los crímenes y las vejaciones con el manto del olvido. Para evitar el rencor, se igualan a las víctimas con sus verdugos, con lo cual, con nuestro silencio, nos podemos convertir en verdaderos cómplices de acciones horrendas. Por otra parte, al cerrar los crímenes en falso, se les da “carta de naturaleza” y se dejan abiertas las posibilidades de que se puedan repetir en un futuro.
Una gran película, que envuelve totalmente al espectador y le deja ese regusto de calidad que invita a seguir disfrutándola con el análisis y la reflexión.
Crítica cedida por la Fundación López Quintás
[Maria del Pilar Madrigal y Alós – CinemaNet]
El relato de un proceso jurídico famoso que permitió a María Altmann recuperar unos valiosos cuadros pintados por Gustav Klimt pertenecientes a su familia nos llevará en esta película de Simon Curtis desde el S XXI a los tiempos de la II Guerra Mundial. Saltando geográficamente entre la Norteamérica moderna y la Viena ocupada por los nazis. En estos hechos reales se mezcla el interés legal por ganar un caso que a priori parece imposible con la descripción de conceptos como el dolor, los recuerdos, la humillación vividos de manera abrupta por una familia judía muy culta. El director recurre al flashback y el ritmo que establece entre las escenas de la señora mayor viviendo sola en su casa de Los Ángeles atendiendo su tienda de moda femenina y sus regresos mentales a un pasado rodeada de familiares en Viena mientras crecía segura y feliz compensa el tedio que puede producir el proceso judicial en el que se embarca para defender parte de su patrimonio perdido.
La elección de actores es clave para hacer creíbles los hechos que sucedieron en realidad. La gran Helen Mirren nos deslumbró como reina británica y espía, entre muchos papeles memorables, ahora se transforma en dama refinada. Su contención al expresar sentimientos hace que el espectador aprecie mejor lo que intenta transmitir: el dolor de perder a sus seres queridos, asombro ante un cambio político y social que destruyó su mundo, los ataques a la libertad y dignidad de personas valiosas, la herida de tener que enfrentar recuerdos duros y lugares a los que no quería volver. El detonante para todo ésto son unos cuadros, famosos, valiosos económica y artísticamente hablando. Sobre todo uno en concreto: “Retrato de Adele-Bauer”, pintado por el vienés Gustav Klimt en 1907. Una obra impresionante, como todas las que realizó este artista, adelantado a su tiempo en su visión, arte secesionista repleto de dorados. Sonrío al recordar el diálogo de una escena en la que explican que a los nazis no les gustaba este pintor, lo encontraban extravagante y raro. Sin embargo expusieron esta obra en el Museo Belvedere de Viena y llegó a considerarse la Mona Lisa austríaca. Esa posición de la obra hizo más difícil el proceso de recuperación. María se apoya en los conocimientos jurídicos de Randy Schoenberg, el joven abogado hijo de una amiga que no había tenido suerte montando su propio despacho en provincias y acababa de lograr un puesto en un afamado bufete. Ryan Reynolds nos tiene acostumbrados a interpretar papeles de hermoso simpático, en esta ocasión suaviza su físico con elegantes trajes y gafas de aire intelectual…y acierta de pleno, por primera vez ofrece el trabajo de un actor maduro en su expresión, y creíble. Sin grandes aspavientos acompaña a la dama por su viaje al pasado y recupera para su futuro una fortuna que era suya. El simbolismo estético de los dorados del “Retrato de Adele-Bauer” es perfecto para enmarcar por qué el filántropo Ronald S. Lauder le pagó a María 135 millones de dólares para exponerlo en su Galería Neue neoyorkina. Un oro arrebatado y devuelto tras el empeño de los protagonistas por demostrar su derecho como propietaria.
Buena película para amantes de la historia. Entretenidos pasos jurídicos para quienes disfruten con la justicia y la libertad. Preciosa la manera de presentar los sentimientos de las personas y su valía, quizá lo mejor del film. No hay exageraciones, ninguna. Trata de personas trabajadoras, educadas y cultas que se vieron arrolladas por algo inconcebible…y sobrevivieron en el caso de María Altmann y algunos de sus parientes. Otros quedaron prisioneros y lo perdieron todo en sus propias casas, en su país. El alegato implícito en el guión de Campbell a favor de la paz, la libertad y el acceso a la justicia de personas normales con derechos que deben ser protegidos, aunque se remonten a sesenta años atrás y a una nación situada en otro continente, es bueno. Siempre hay formas de hacer lo correcto, de hacer el bien, en definitiva muchas veces las decisiones las toman personas concretas que pueden permitir resultados óptimos. La tía Adele, tan querida por María como una segunda madre, viajó a EEUU y siguió siendo admirada por el público, único requisito que se estableció tras su venta.
La ambientación de épocas diversas es correcta, mejor para mi gusto la del pasado, más brillante y espléndida. Justo antes de la II GM Viena era famosa por su vida intelectual, sus artistas y escritores, la aparición del psicoanálisis de Freud o el arte de la Secesión de principios del S XX. Bullía a un nivel muy alto, eso lo vivió la familia de la protagonista en su propia casa, haciéndose retratar por Klimt, reuniéndose, cantando y tocando música. Asombra que el nazismo pudiera recibirse bien entre personas tan refinadas como las que componían la sociedad austríaca de entonces y que dañaran a buena parte de sus mejores elementos. Ha habido muchos holocaustos a lo largo de la historia, éste puede resultar más desconcertante al darse con calculada frialdad entre sociedades que parecían la élite del mundo. Un duro ejemplo de que la bondad es lo más valioso, porque el mal puede disfrazarse y disimular sus intenciones como sucedió entonces.
Quisiera destacar el papel interpretado por el actor español Daniel Brühl. Ha desarrollado su carrera en el extranjero y siempre me agrada su trabajo, es muy creíble haga lo que haga. En esta ocasión puede que tenga el secundario más bonito de esta película. Periodista independiente, se presenta voluntario para entrevistar a la protagonista y se ofrece para ayudarles en las dificultades que no paran de presentarse. Siempre está ahí para ellos, con una humanidad tan natural que enamora. Explica al final sus motivos. Demuestra que cada persona elige, que la libertad interior de cada uno decanta hacia unas u otras causas y que se puede hacer mucho bien de forma discreta. Por contraste aparece Katie Holmes tan desaliñada que te preguntas por qué no eligieron a otra actriz para representar a la esposa del abogado. De alguna manera consigue estropear la parte familiar que supongo debía resultar entrañable…y no es esa la sensación que deja, al contrario.
Un apartado especial dedicado al sentido del humor judío, no es un mito, existe y se compone de bromas inteligentes basadas en juegos de palabras y ciertos dobles sentidos aplicados a situaciones de todo tipo. Desde el principio te hace reír, hasta en momentos serios consiguen que sigas sonriendo o encienden la chispa con gracia. Es una gran virtud, el director hace bien en explotarla porque el pueblo judío no sólo se caracteriza por su inteligencia, cultura y costumbres, son también grandes maestros de la palabra y esa es una de sus aplicaciones: saben bromear en el mejor sentido. Me encantó disfrutarlo aún en un argumento tan aparentemente serio como éste. Es relajante y da vida a toda conversación.
Para quien desee disfrutar de la bella y elegante Viena le recomendaría que la viera. Es una ciudad con mucha personalidad a pesar de no ser de las capitales más grandes ni más modernas del mundo. Es ella misma sin necesidad de cambiar su estilo propio. La fotografía le saca partido a los palacios, jardines, museos y plazas. A quien ya la conozca le traerá muy buenos recuerdos, es como el sabor de la tarta Sacher, si la pruebas repetirás seguro.
En resumen, entretenida, correcta, interesante y bien interpretada. Por momentos puede atascarse un poco en el ritmo pero a la espera del resultado final das por buena cada etapa de esta aventura jurídica que ayudó a su protagonista a recuperar algo muy valioso y a reequilibrar un pasado muy difícil de afrontar. El famoso cuadro es el brillante hilo conductor de una trama que dio saltos en el tiempo y viajó de un continente a otro. Es una maravilla. De esas obras que no se olvidan. Parece que Adele también fue así en la vida real.
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