La última aventura que Robert Zemeckis traslada a la pantalla es la historia real del «crimen artístico del siglo»: Philipp Petit (Joseph Gordon-Levitt) fue un funambulista obsesionado con atravesar el vacío entre las ahora desaparecidas Torres Gemelas. Una historia de obsesión y superación que, sin embargo, no deja la huella que podría parecer.
ESTRENO Título Original: The Walk |
SINOPSIS
Durante la madrugada del 7 de agosto de 1974, el equilibrista y artista de la cuerda floja Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt) realizó la hazaña que se denominó como «el crimen artístico del siglo». Con la ayuda de un cercano grupo de amigos, pondría en práctica su sueño: recorrer el inmenso vacío entre las ahora extintas Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.
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CRÍTICAS
[Carlos Robisco. Pantalla 90]
«The Walk» (traducida como «El desafío») cuenta la historia de Philippe Petit, el funámbulo que cruzó las torres del World Trade Center de NY en 1974 sobre un cable. La película está dirigida por Robert Zemeckis, responsable de obras como «Forrest Gump», «Náufrago» o «El vuelo». La historia se desarrolla en torno a la explicación de los hechos por parte del personaje de Philippe, quien va guiando la narración, destapando las intimidades que le acompañaban durante el trayecto hacia su objetivo. “Caminar en el cable es la vida” se atreve a afirmar.
El film narra el proceso por el que Petit organizó, junto con el equipo que fue reuniendo, el desafío que le llevaría a la fama mundial. El proyecto en sí mismo puede resultar admirable o delirante, pero en cualquier caso es real. La película, sin embargo, es otra cosa: una recreación constante, que devuelve a la vida a las desaparecidas Torres Gemelas. Cuenta, sin embargo, con un fuerte y constante componente desfavorable: un guión que no resulta cautivador. Se busca que el espectador no tenga espacio alguno para la duda, no da ocasión a que se pierda en ningún momento. Y, durante toda la película, el guión sustenta una trama que se debilita por momentos, que no consigue resultar cautivadora. Todo se narra siguiendo un código particular que mezcla surrealismo, humor e inmediatez narrativa, con el que la película, en lugar de convertirse en un producto original, se queda a medias tintas, sin efectuar un tiro certero, quedando en el terreno de lo impreciso.
Con el ritmo acelerado del film se construye una espectacularidad que sorprende en ocasiones, desplegando un concierto de recreaciones digitales prácticamente en todo momento. Consigue ciertamente transmitir una sensación de vértigo, llevando a la tensión en ocasiones. En este sentido, en cuanto a poder recreativo y a espectacularidad, la película acierta a momentos. Pero, en su conjunto, resulta un plato sobrecargado de guarnición y con poca carne.
El desarrollo del sueño de Petit se desenvuelve con la estructura narrativa del objetivo que se va tejiendo hasta su consecución (como se ve en películas del estilo de «Ocean´s Eleven» o «La red social»). Puede lanzar, por estos atributos, a querer vivir y luchar por un objetivo, pero no tiene la fuerza necesaria para despertar de este modo, ni ofrece un entusiasmo aplicable a la vida cotidiana: muestra un individuo obcecado en una aspiración, que va construyendo sin seguir una línea muy coherente su camino hasta la meta.
La película, pese a estar basada en hechos reales, resulta alejada de la realidad. Se tratan temas interesantes, como la confianza en uno mismo o la compañía, factores que resultan fundamentales para avanzar hacia el objetivo. Sin embargo, un producto tan masticado y edulcorado deja atrás estos valores frente al ritmo incesante y desesperado por no dejar al espectador atrás.
En definitiva, «El desafío» es un carnaval de recreación digital que ofrece un homenaje a las Torres Gemelas aprovechando la figura de Philippe Petit y tratando de ofrecer un buen rato. Sin embargo, hay pocas razones por las que estas dos horas de rato merezcan ser vividas. Incluye buenas interpretaciones, buenas imágenes, pero poco realmente interesante que aportar. «El desafío» estimula el manifiesto que se está dando en los últimos tiempos de superproducciones cinematográficas: se puede aspirar cada vez a una mayor perfección formal, pero no por ello hacer mejores películas.
[Diego Portillo. Sayonara Baby]
Robert Zemeckis («Forrest Gump», la trilogía de «Regreso al Futuro», «Náufrago») dirige una historia sencilla sobre como un equilibrista francés, Philippe Petit, descubrió que se estaban construyendo las Torres Gemelas en Nueva York y se obsesionó por tender un cable entre las mismas para lograr el «golpe artístico del siglo».
Hay que destacar el impresionante trabajo que realiza el norteamericano Joseph Gordon-Levitt como el francés Philippe Petit. Siendo una de las decisiones más cuestionadas del casting cuando se dio a conocer (por aquello de que un californiano interprete a un francés), Gordon-Levitt ha logrado hacer el personaje suyo y hablar con un acento francés muy creíble que ha recibido grandes elogios en los lugares donde se ha proyectado en versión original.
La trama del film es extraordinariamente simple, pues toda la película nos cuenta cómo Petit idea el plan y cómo consigue llevarlo a cabo, con unos breves apuntes sobre su niñez y juventud, así como por su pasión por el equilibrismo desde que lo descubre en un circo. Ahí reside una de las mayores virtudes de Zemeckis, pues consigue realizar una película de más de dos horas sobre una historia tan sencilla que no aburre en (casi) ningún momento, lo que lo eleva como uno de los grandes directores de la actualidad.
Sin embargo, sí hay que añadir que, pese a que no aburre, tampoco consigue emocionar, siendo una película de fácil consumo pero cuya trama se olvida bastante rápido una vez abandonada la sala de cine. Quedan, eso sí, en la retina del espectador los trucos visuales con que adereza Zemeckis los momentos con Petit en lo alto de las Torres.
La película gana enormemente visionada en pantalla grande (preferiblemente, si se tiene la posibilidad, con el sistema IMAX), pues Zemeckis consigue transportarnos a los años 70 y logra dotar a las Torres Gemelas del suficiente carisma como para que pasen a ser un personaje más del film. Los efectos visuales están perfectamente integrados, pues hasta las partes en que el director juega con la narración para expresar los sentimientos y sensaciones del equilibrista están compuestas con una sensibilidad asombrosa.
La banda sonora, sin pasar a ser memorable en ningún momento, cumple su función de acompañamiento de manera sublime, ayudando a resaltar de manera magistral las emociones del protagonista cuando se encuentra ideando el plan y, especialmente, cuando se halla suspendido en el cable entre las dos Torres. Sin embargo, no es una partitura que desees comprar o buscar en internet nada más abandonar la sala de cine como ocurre en otros títulos.
En resumen, estamos ante una buena película, que entretiene y da a conocer la historia de este equilibrista francés (para quién no haya visto el premiado documental «Man on Wire»), pero que no llega a emocionar al espectador como podría haber hecho una historia así si hubiese sido tratada desde una perspectiva más cercana al personaje y menos centrada en el hecho en cuestión.
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