La última apuesta animada de Disney es esta fábula contemporánea en la que mamíferos de todo tipo conviven en la gran ciudad de Zootrópolis, una suerte de Nueva York animal que sirve de marco a una historia chispeante y con encanto.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Zootopia |
SINOPSIS
Han pasado ya muchos años desde que los animales eran salvajes y los depredadores devoraban a las presas. En la reluciente mega-ciudad de Zootrópolis todo tipo de mamíferos conviven en armonía hasta que una misteriosa serie de desapariciones empieza a inquietar a los ciudadanos. La agente Judy Hopps, la primera policía conejo que se incorpora al cuerpo, se encargará del caso con la ayuda del taimado zorro Nick Wilde.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de CinemaNet]
“Zootrópolis” es una película fresca, que parte de una premisa a priori poco original –animales parlantes, una idea tan ligada al imaginario Disney como la moralina o las princesas indefensas- y construye a partir de ella una fábula del nuevo siglo. Y es justo llamarlo fábula, pues la película toma como base muchas de las convenciones establecidas por los relatos originales de Esopo: como en aquellos cuentos, aquí cada animal se define por una característica humana. Las ovejas son cobardes; los lobos, astutos; los conejos, hogareños, y los leones, autoritarios.
Sin embargo, “Zootrópolis” es una ficción posmoderna hasta la médula, y no se conforma con copiar la estructura de fondo de las fábulas clásicas sino que las subvierte allá donde puede. De esta forma, la película adquiere carácter propio desde la misma protagonista, Judy. Ella es una conejita valiente y decidida que marcha a la gran ciudad a vivir el sueño americano –perdón, zootrópico- y que conscientemente busca ir más allá de lo que el mundo le dice que tiene que ser. La misma lógica de ir en contra de lo que uno espera es la que sirve como patrón para los personajes a partir de los cuales los directores transmiten su mensaje. Otro ejemplo es el caso del zorro co-protagonista, Nick Wilde, quien asume una personalidad astuta y traicionera como máscara detrás de la cual esconderse del mundo.
Esta voluntad consciente de jugar con los imaginarios y darles la vuelta no es gratuita, sino que, como buen elemento de una fábula, refuerza la moraleja de la película. La enseñanza de fondo que la cinta quiere transmitir es bastante evidente –es una cinta para niños, al fin y al cabo- y es doble: por un lado, es un canto disneysiano al “si quieres, puedes” y al “si luchas por tus deseos, se harán realidad”, por otro, “Zootrópolis” es un alegato muy claro en contra de los prejuicios. Es una defensa de la aceptación del otro frente a los prejuicios raciales, por supuesto –en la ciudad de la película conviven juntas todas las razas imaginables, cada una formando parte integrante de la maquinaria de la polis-, pero también un canto a no pre-juzgar a alguien sin conocerle y a no quedarse en las máscaras y los estereotipos que muchas veces la sociedad impone de facto.
En un plano más cinematográfico, visualmente la película es una gozada. La ciudad que da nombre a la cinta es un derroche de imaginación en el que los detalles y las notas de humor se suceden sin descanso y el ritmo de la cinta no decae en ningún momento. Con ojos de adulto se le puede achacar un guion un tanto previsible, pero como película infantil, “Zootrópolis” es una montaña rusa muy bien llevada, sustentada por un mundo colorido, un buen puñado de gags de los que te dejan la risa pegada a la cara, algunas referencias pensadas para los acompañantes jóvenes de espíritu aunque ya no tanto de edad y una moraleja que impregna sin complejos todo el metraje.
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