Un thriller atmosférico pero desaprovechado en torno al mundo de las sectas es la última apuesta de Helena Taberna. La búsqueda de un hermano y una amante para encontrar a una desaparecida articula una película que empieza muy potente y se despeña por el camino.
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Título Original: Acantilado |
SINOPSIS
La vida de Gabriel (Daniel Grao), fiscal de éxito con la vida hecha, da un vuelco cuando recibe una llamada de la policía desde Gran Canaria: su hermana Cordelia (Ingrid García-Jonsson) puede estar entre las víctimas de un suicidio colectivo. Un grupo de fanáticos miembros de una secta se lanzaron al mar desde un lóbrego acantilado y falta un cuerpo por identificar. Cuando Gabriel y Helena (Juana Acosta) se dan cuenta de que el cadáver no es de el de Cordelia, aparece una luz de esperanza: tal vez siga viva.
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CRÍTICAS
[Guille Altarriba. Colaborador de CinemaNet]
Un grupo de hombres y mujeres narcotizados elevan antorchas al cielo en lo alto de un acantilado en mitad de la noche. La atmósfera inquietante a la vez que sugerente envuelve su caminar calmo pero decidido hacia el borde de la roca mientras el fuego crepita. Se lanzan al vacío con una frialdad sobrecogedora, y esa caída marca -desgraciadamente- el punto más alto de “Acantilado”.
La última película de Helena Taberna pretende ser un thriller atmosférico que usa elementos escalofriantes -el submundo de las sectas en Gran Canaria, una realidad no muy conocida pero demasiado extendida: la policía de las islas se ha visto obligada a crear incluso una división especializada en la materia- como telón de fondo para resaltar el conflicto íntimo de los protagonistas. El problema con la película es una desconexión entre la idea y el resultado. Sobre el papel no está mal pensado difuminar el tema de las sectas reales hasta convertirlo casi un macguffin para poner el énfasis en las sectas imaginarias o interiores en las que caen los protagonistas: usar lo concreto para hablar de lo universal. Hasta aquí todo bien.
El problema viene cuando uno se da cuenta de que el supuesto drama humano de Gabriel y Helena se presenta desdibujado e inconcreto, y que las partes supuestamente menos importantes -los retazos de la vida en la secta de la Madre que podemos atisbar aquí y allá en el metraje- son las que captan la atención. A pesar del esfuerzo de Daniel Grao, Ingrid García-Jonsson y Juana Acosta, la supuesta disección del alma de los personajes queda en una sucesión de clichés -el pasado oscuro inconfesable, el trauma freudianamente perpetuo por un abandono, el amor de película que aparece cuando al guion le conviene…-.
Es una lástima porque el punto de partida es interesante, la atmósfera inicial es atrayente y las ideas a priori son resultonas. Mirada con buenos ojos, la película podría dar pie a una reflexión posterior sobre las prisiones interiores, sobre la inercia de una vida sin riesgo y sobre la falta de sentido en las miradas vacías que pueblan la cinta. Por desgracia, el normalito thriller de Helena Taberna acaba desaprovechando este ímpetu inicial y despeñándose por el camino de lo insulso: parece que el salto desde el acantilado inicial sirve también como inesperada metáfora.
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