(Artículo cedido por su autor y publicado originalmente en el blog Cartas en el olvido)
Ayer pude disfrutar de lo lindo de este McDonald’s cinematográfico que es Los vengadores. La era de Ultrón. Una película de acción para –a priori- pasar un buen rato y pensar poco. Y digo poco porque siempre hay alguna cosa bonita en esas películas de machotes con capa, músculos y armas, de tiporras que reparten bofetones a espuertas sin despeinar su precioso cabello de ensueño.
Así, aparecieron varias también en esa cinta. Cito la primera y me quedo con la segunda, que explicaremos un poco. Resulta que, llegado un momento, los Vengadores están medio hipnotizados y depresivos, así que van a reunirse a un lugar seguro: a casa de uno de ellos, donde espera la fiel mujer con sus hijos pequeños. Todo un detalle. Forzando un poco, lo compararíamos al mítico Ulises volviendo a Ítaca: el hogar, ese imán irresistible si se ha logrado que sea más que una casa, más que puro ladrillo.
Y la segunda: un diálogo estremecedor por su absoluta y devastadora actualidad. Muy fuerte lo he dicho, sí. Pero es así.
La Viuda Negra, la vengadora a la que encarna Scarlett Johansson, se enamora de Hulk en su versión no monstruosa. Aclaro: Hulk es un científico –Bruce Banner- que no puede controlar su transformación a monstruo deforme y fortísimo, por abreviar. En un momento dado, ella se declara, y él se lo recrimina: no puede controlarse y ser normal. No puede tener hijos. En ese momento, la Viuda Negra dice que ella tampoco. En el proceso de aprendizaje de asesina profesional, la esterilizan. Ahí van sus palabras:
-Te esterilizan. Es efectivo. Lo único que podrían ser más importante que la misión.
Breve pero contundente. Malévolo.
Las mujeres -y también los hombres, pero especialmente ellas- tienen un natural instinto maternal. Quieren ser madres. Eso lo saben quiénes se dedican a explotar laboralmente a las mujeres. Y a los hombres. En la película, está clarísimo. En la vida, posiblemente sea algo más velado, pero también es claro.
A la espía del film la esterilizan para que nada se interponga entre ella y su trabajo. ¿Un hijo? No, que es fuente de distracción. Así piensan en la película.
¿Y en la vida real?
En la vida real es igual de contundente: no dar tiempo para criarlos o, si se da un embarazo, una cierta presión para que no tenga al bebé. Una presión que puede ser sutil y en forma de comentario: «Mira, no sé si tendremos sitio para ti después, si te vas». Esa presión no me la invento yo. Ya sé que hay empresas que lo hacen bien, por supuesto.
Para acabar, quisiera señalar que no hay que ser tan directo para ser dañino.
También es minador e igual de desestabilizador aquel trabajo que no te deja tiempo para los tuyos. Poca familia tendrá quien apenas esté en casa. Hay que estar, y hay que estar en momentos de calidad.
En resumen: me pareció ver en La era de Ultrón un alegato al antiguo y entrañable orden de prioridades. Primero la familia y luego el trabajo. Un equilibrio nada sencillo.