Con el humor atemporal pasa lo mismo que con el cine en blanco y negro: pasado un rato, te olvidas de que aquello que te está haciendo reír a mandíbula batiente se ideó hace décadas, o siglos. Pasado el tiempo suficiente viendo un clásico del cine, uno casi diría que ve los colores: su cerebro inmerso en la historia no se preocupa por nimiedades monocromáticas. Tres cuartos de lo mismo ocurre con los buenos chistes.
Un hombre torpe dándose un porrazo contra el suelo por tropezar con una piel de plátano nos hace reír hoy igual que hace mil años, y lo mismo ocurre con el cine de Buster Keaton. Los gags del actor, guionista y director estadounidense –tan físicos, tan elásticos- funcionan hoy con la misma fuerza que en el día en que sus películas fueron estrenadas por primera vez: un magnífico ejemplo de ello es la cinta que hoy nos ocupa, El moderno Sherlock Holmes.
La película –estrenada en 1924- sigue siendo divertida a rabiar, pero lo interesante es que también su mensaje de fondo sigue vigente, sin haber envejecido un ápice. El moderno Sherlock Holmes sigue a un proyeccionista que sueña con ser un detective cuando, milagrosamente, se encuentra dentro de la película que está proyectando. Allí intentará salvar a su amada de las garras del villano.
La película muestra cómo el protagonista sublima sus anhelos a través del cine. La película que vive no funciona como una huida frente al mal, como una vía de escape a modo de narcótico, sino que le muestra el auténtico valor del heroísmo. El protagonista, que comienza la película siendo un pelele, logra tomar de la ficción lo mejor de un modelo de conducta que se le presenta y aplicarlo a su vida.
El moderno Sherlock Holmes nos permite pensar en el papel del cine –y, por extensión, de cualquier narrativa de ficción- como recurso didáctico. Nos provee de un ejemplo arquetípico en el que el factor determinante para el cambio a mejor del protagonista se da a través de una película: una obra de arte que toca su corazón de un modo distinto, que le inspira a actuar conforme a lo que su corazón le reclama.
Trayéndolo a un terreno más cotidiano, el relato que Buster Keaton nos propone en esta película nos puede ayudar en dos campos: a ver cine con ojos de alumno, buscando entre las imágenes aquellos retazos de verdad que pueden ayudarnos en nuestra vida, y a utilizarlo como recurso educativo. En CinemaNet hemos hablado de ello aquí, aquí y en nuestra Guía para preparar un Cinefórum, pero hay tantas vías de llevarlo a cabo como caminos abra nuestra imaginación.
El moderno Sherlock Holmes puede ser, en este sentido, una primera chispa, un impulso de motivación. Claro que también es, no lo olvidemos, un clásico divertidísimo. Uno, además, que es de dominio público, así que podemos disfrutarla completa y gratis aquí: