(El texto contiene spoilers de La niebla: si no la has visto, considérate advertido)
Resulta llamativa la fascinación que presenta Frank Darabont hacia las publicaciones de Stephen King. El director y guionista, con tan solo cuatro largometrajes dirigidos en su filmografía personal, ha adaptado tres relatos del ‘Maestro del terror’: Cadena perpetua (1994), La milla verde (1999) y La niebla (2007). Dichas adaptaciones han obtenido la aprobación general de la crítica y producido la satisfacción del público. Pero más allá de la buena acogida, ¿qué similitudes tienen en común los tres escritos originales?
Stephen King es el padre de numerosas criaturas mágicas y terroríficas, como el archiconocido payaso Pennywise. Sin embargo sus libros también inciden en la psicología y desarrollan las relaciones personales a través de personajes realmente humanizados con los que podemos llegar a sentir cierta empatía. Durante el metraje de Cadena perpetua no está presente ningún ser fantasioso y somos testigos de las relaciones entre los personajes encerrados en la prisión estatal de Shawshank.
La milla verde, por su parte, tiene lugar en la cárcel de Cold Mountain, Lousiana. El protagonismo recae en John Coffey, un hombre de enorme tamaño con capacidades paranormales, y que, pese a ser tratado como un monstruo, posee un carácter más bondadoso que la sociedad por lo que se ve rodeado. Por último tenemos La niebla, en la que sí se presentan dos bandos diferenciados según su naturaleza: seres humanos y criaturas de origen sobrenatural.
La premisa de esta última cinta resulta sencilla. La acción transcurre en un pueblo pequeño perteneciente al estado de Maine, cuando una tormenta genera desperfectos en la naturaleza, así como también presenta consecuencias negativas en la fachada y electricidad de diferentes locales y viviendas. Acto casi seguido, tanto personajes de la película como espectadores de la misma, somos testigos de la aparición de una misteriosa niebla.
El artista David Drayton (Thomas Jane), acompañado por su hijo Billy (Nathan Gamble) y el vecino de su propiedad Brent Norton (Andre Braugher) parten hacia el supermercado con el objetivo de obtener artículos que faciliten la supervivencia mientras que los problemas eléctricos permanezcan en el municipio. Dentro de la tienda son testigos del ataque a Dan Miller (Jeffrey DeMunn), acto que provoca el cierre del local y hace que los personajes antes mencionados se vean obligados a convivir con otros que se encontraban en el mismo recinto, -como la profesora Amanda Dumfries (Laurie Holden), la fanática religiosa Sra. Carmody (Marcia Gay Harden) o la jubilada Irene (Frances Sternhagen)- hasta que alguno de los habitantes del pueblo o las fuerzas especiales encuentre la manera de terminar con la niebla.
La forma del relato
Lo que más llama la atención del film, y más me sorprendió en el momento del visionado, es su proceso narrativo y el tiempo que toma el desarrollo del relato. El largometraje tiene una duración de 120 minutos y la trama transcurre en tres o cuatro días naturales consecutivos, por lo que no presenta ningún salto temporal que desubique a los espectadores de aquello que están presenciando y tampoco nos impide ser testigos del comienzo y desarrollo de las relaciones establecidas entre los personajes que se encuentran dentro de la tienda.
El propio Darabont confirmó en una entrevista al medio Classic-Horror que sus escenas favoritas en las películas siempre son aquellas en que los personajes ‘’hablan y se relacionan entre sí’’:
<<My favorite scenes in movies are always the ones where the actors just get to talk, to relate to one another in a moment and everyone was doing such great work>>
La adaptación cinematográfica del relato The Mist no cuenta con tecnología CGI o abundancia de muchos efectos especiales, y sin embargo esa parece la intención inicial de Darabont, que prestemos atención en los personajes humanos y no tanto en las criaturas como representación del mal. Esta idea se confirma durante las numerosas peleas físicas que mantienen el grupo entre sí y en el momento que se confirma el origen de la niebla: The Arrowhead Project, un experimento fallido y originado en una base militar.
Los verdaderos monstruos
Los monstruos originados por la niebla son una mera excusa para desarrollar a estos personajes en un perímetro de proporciones muy reducidas. Lo que se presentaba como la amenaza inicial con elementos fantásticos y malignos da lugar a la cara B de la naturaleza humana: alguien egoísta y codicioso. Durante estas dos horas se dan acontecimientos que requieren de la cooperación entre sí para salir adelante y sin embargo, no consiguen ponerse de acuerdo.
Un ejemplo de ello se da en el primer tercio del metraje cuando una madre (Melissa McBride), que había dejado solos a sus dos hijos en su casa, se expone ella sola ante la niebla tras no recibir la ayuda de ningún otro personaje para atravesar la niebla. Y el final de la película, aparte de ser muy diferente al del relato escrito original, resulta es una combinación entre karma circunstancial y lección moral que a más de uno no se nos borrará de las retinas en mucho tiempo.
En el escrito de King el desenlace resulta mucho más abierto de cara al destino de los personajes y la niebla no se termina de disolver. El largometraje nos muestra un clímax ideado por el propio Darabont en el que los personajes más relevantes en la versión cinematográfica (David, Billy, Amanda, Dan e Irene) escapan en un vehículo que termina por quedarse sin gasolina ante la amenaza de enormes criaturas envueltas en la niebla.
David toma la difícil decisión de emplear la poca munición que le queda en asesinar a los otros cuatro personajes para evitarles el sufrimiento y, en cuestión de escasos minutos, se ve cómo las fuerzas especiales se abren camino tras aniquilar a los monstruos y eliminar parcialmente la niebla. Los vehículos de guerra transportan a varios supervivientes de los altercados acontecidos en el pueblo.
Entre estos supervivientes se encuentra el personaje interpretado por Melissa McBride, quien había huido de la tienda, pese a las recomendaciones y advertencias de la gente, para proteger a sus hijos con la esperanza de que ellos permanecían con vida. En un plano bastante significativo se aprecia cómo, a través de un montaje a cámara lenta, este personaje le dirige la mirada a un David angustiado por haber arrebatado la vida de sus compañeros e hijo sin finalidad alguna. Si tan solo hubiesen aguardado dos minutos en el interior del coche aún seguirían vivos todos ellos.
La banda sonora que acompaña a esta pequeña secuencia resulta lenta e incómoda, pero viene como anillo al dedo y supone un complemento notable al desenlace que estamos presenciando. Una conclusión atronadora para un film que a mí, personalmente, me genera una incógnita: ¿los monstruos eran las criaturas originadas por la niebla y que atacaban a la gente sin motivo aparente, o la desaparición de la propia niebla permitió la visibilidad de los verdaderos monstruos que permanecían escondidos ante los ataques de esas extrañas criaturas?
La película nos enseña que pese a consolidarnos como animales racionales los seres humanos sucumbimos ante determinados circunstancias. Cometemos errores y tomamos malas decisiones en situaciones adversas cuando no reflexionamos o meditamos lo suficiente. En situaciones de esta índole nunca hay que perder la esperanza y rendirse.
Hay que comprender que quizás la solución no se encuentra únicamente en nuestras manos y es por eso que no se debe perder la fe en la humanidad. Debemos apoyarnos entre nosotros en las buenas y en las malas. Las personas, como sujetos sociales que somos, somos capaces de lo mejor y de lo peor en relación a los demás, y una simple acción puede simplificar o dificultar el camino del otro.