Al contrario que pasa con las madres, Lejano Oeste hay más que uno. La fascinación que esta nueva mitología ha ejercido en algunos de los cineastas más brillantes de la historia del séptimo arte ha llevado a casi tantas visiones de los relatos de indios y vaqueros como directores de cine se han puesto tras la cámara para contarlos.
Ocurría con los grandes clásicos del género -los Ford, Hawks, Leone y compañía-, pero también hoy en día. No es igual el Oeste macarra y sangriento de Quentin Tarantino que la helada supervivencia de Alejandro González Iñárritu, ni la gravitas del Clint Eastwood más maduro que un divertimento ligero con sello Disney. ¡Incluso Juan Manuel Cotelo se atrevía a dar su particular visión -espiritual y misericordiosa- con El mayor regalo!
A esa lista se unían los hermanos Joel y Ethan Coen en 2010 con Valor de ley, su primer western, implacable y mordaz. No hace tanto, regresaban a las praderas del far west con La balada de Buster Scruggs, estrenada directamente en Netflix. Se trata de un compendio de seis historias en las que los Coen adoptan sin miramientos los tópicos de las historias de vaqueros y los pasan por su particular filtro, cargado de cinismo pesimista y humor negro.
En las historias de estos directores -como apunta David Edelstein en su review de la película para Vulture-, los personajes bailan a merced de un destino caprichoso e incluso cruel. En La balada de Buster Scruggs esta manera de ver la vida se traduce en que personajes a la vez sobados y casi míticos como el ladrón de bancos, el buscador de oro o el pistolero solitario se dan de bruces con una realidad inmisericorde.
El resultado es una película filmada con mano experta y muy entretenida, pero amarga. Una colección de viñetas sin ningún nexo en común en lo superficial -pasamos de un freak-show ambulante a una caravana de carretas, por ejemplo-, pero que comparten una misma filosofía: la desgracia está a la vuelta de la esquina y los peores impulsos del ser humano -la delincuencia, el egoísmo o la barbarie- a menudo te empujan hacia ella.
La balada de Buster Scruggs abre la puerta, pues, a reflexionar sobre esa muerte que nos espera a todos. La respuesta que proponen los Coen -especialmente en una última historia que pone el lazo al paquete entero- es desoladora y yerma, pero a esa pregunta hemos de responder todos. Igual que entender el Lejano Oeste, responder a las preguntas últimas es cosa de cada corazón.