Operación Fortune: El gran engaño | Mismo algoritmo

Gabriel Sales

Licenciado en Periodismo, Máster en Comunicación y Branding Digital, Máster en Matrimonio y Familia y Máster en la Unión Europea. Apasionado comunicador y crítico de cine, personalista practicante y absoluto seguidor del séptimo arte más reflexivo. Cada película es una ventana hacia nuevas perspectivas y emociones, no subestimemos las historias que retan nuestro acomodo mental.

Again Guy Ritchie

Hablar de Guy Ritchie es adentrarse en un mundo complicado. Es querido y odiado a partes iguales. Director de auténticas joyas del siglo XXI, películas icónicas que han pasado a formar parte de nuestra filmografía preferida y, lo que es más importante, habitual. ¿Cómo desconfiar de quien nos regaló Snatch. Cerdos y diamantes? Te puede o no gustar, pero el talento de este tipo es único e inimitable. El británico ha sabido brillar cuando se ha centrado en explotar su estilo en géneros concretos. Todo lo que se ha salido de esto es mejor olvidarlo.

Porque ha ido claramente hacia abajo. Nada se puede comparar a Lock & Stock o la misma Snatch, y de eso hace ya más de dos décadas. Pues ese mismo fantástico director saboreó el ridículo quedando barrido por las mareas de Madonna, aunque recuperó el rumbo con cintas de notable altura como RocknRolla (2008) y Sherlock Holmes (2009). Después más desastres, algo reseñable como Operación U.N.C.L.E. (2015), The Gentlemen (2019) o Despierta la furia (2021), y ahora esta Operación fortune que no es más que un reboot de su misma obra.

Nada nuevo

Es cierto que Ritchie hace algo muy suyo, elabora un producto muy característico, una mezcla explosiva de algunos puntos sello de Tarantino y sus propios fuegos artificiales. Y lo hace como nadie, lo que le ha permitido grabar su nombre a fuego para que aquellos que gozamos con sus primeras genialidades no le olvidemos tan fácilmente. No obstante querido amigo de Hatfield, cada obra debe analizarse por separado. No se puede vivir del pasado como otros tantos, y salvando las distancias, de la altura de James Cameron, que sigue adelante como sombra de lo que una vez fue. Operación Fortune repite esa fórmula tantas veces vista en el británico. Esto no es malo, si te funciona es una victoria.

El problema llega cuando no cambia nada, ni ambiciona ni un ápice, y nos ofrece una blanqueada copia de sus mejores hits. Es una especie de revoltijo entre el Pierce Brosnan de 007 y Tom Cruise en Misión Imposible, pero sin alma ni identidad propia. La clásica obra algoritmo en la que ningún ingrediente ha faltado: comicidad, trío actoral atractivo y carismático con los roles habituales, escenarios internacionales y secuencias de acción frenéticas.

Si Ritchie nos ha dado una de cal y otra de arena, ahora toca la parte mala, porque Wrath of Man es más película. Básicamente nos da lo mismo pero con una falta de sorpresa pasmosa y absolutamente carente de profundidad. Parecido a lo de siempre en el sentido más desesperante. Y no porque veamos por enésima vez a Jason Statham a las órdenes del director en el papel de toda su carrera (esto nunca cansa), sino porque no arriesga y te deja con la peor sensación posible, el de la intrascendencia. Sinceramente creo que esta cinta no se recordará a medio plazo o largo plazo, como sí lo han hecho sus glorias de los años 2000.

Es cierto, y eso sí se lo concedo, que el de Hertfordshire es consciente de su ingenio para filmar esas escenas y secuencias de acción que tanto le caracterizan y, todo sea dicho, nos encanta ver. Ahí no hay objeciones, es un maestro y se sabe virtuoso, porque come en la mesa de los grandes del género. Y, por si fuera poco, en Operación Fortune está más contenido que nunca, con un estilo más sobrio y con la elegancia puro british que siempre le ha engrandecido.