Las dos caras de la justicia | Sanando las heridas de víctimas y delincuentes

José Martín Goenaga

Cinéfilo por afición, me gusta seguir de cerca la actualidad cinematográfica para comprender mejor a la sociedad actual y valorar la idea que esta transmite sobre la persona humana y sus circunstancias.

«Je verrai toujours vos visages» (Siempre veré vuestras caras) es el título original de esta película francesa que muestra un ejemplo de los encuentros entre víctimas y delincuentes que se llevan a cabo en cárceles francesas desde 2014 de manera voluntaria. La finalidad es la comprensión del otro, el diálogo entre estas personas, el entender los motivos que llevan a los criminales a delinquir y las consecuencias de estos delitos en las personas que los sufren. Los agresores no lo son de esas víctimas concretas que conocen pero sí que ellos han cometido delitos similares.

La verdad es que la película es muy enriquecedora si se ve con ojos de comprensión hacia unos y otros. Nos damos cuenta de que muchas veces los «traumas» que pueden causar algunos atracos o robos en ciertas personas pueden ser profundos, y que necesitan de ayuda externa para sanar esos problemas que les han llegado a causar tantas dificultades posteriores en su día a día. Y vemos cómo estas conversaciones, más o menos tuteladas, y muy preparadas con antelación, llegan a sanar esas heridas y traumas que tenían ambos.

Obviamente, alguien que da el paso de hablar con víctimas o agresores ya tiene una actitud de busqueda de entendimiento y, en el fondo, de reconciliación con alguien o algo que le está haciendo daño. Y a lo largo de las distintas escenas podemos ver cómo cada personaje tiene sus propias razones para acercarse a estos encuentros, que pueden ser muy distintas. Además, el film no idealiza los encuentros, no busca un final feliz, sino mostrar de la manera más natural posible cómo se realizan esos encuentros, toda la preparación que hay detrás y cuales son las consecuencias positivas que pueden surgir de ellos.

También, de forma paralela, se nos narra la gestión de un encuentro más complicado entre una víctima de agresiones sexuales en la infancia y su agresor, que era su propio hermanastro. Se va viendo como ese encuentro es mucho más complejo de gestionar, pues mientras que en los otros no son las víctimas y agresores reales, sino que son personas que han comentido delitos similares, en este caso sí que la situación es completamente real.

El ritmo de la película está muy bien gestinado y el espectador no se aburre de la trama en ningún momento. Los actores hacen todos un muy buen papel, algo muy necesario en este tipo de metrajes pues el guión se sostiene fundamentalmente por las diversas conversaciones que se van sucediendo y las reacciones de unos y de otros ante los hechos que se narran. En definitiva, una película recomendable y muy humana que logra mostrar el lado humano de agresores y víctimas de un modo muy respetuoso con todos los presentes. Además, logra mostrar la inmensa labor que realizan esos profesionales voluntarios que llevan a cabo toda la preparación, propia y ajena, para que estos encuentros se puedan llegar a realizar del mejor modo posible.