Crítica de la película Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023)
OPH. Oppenheimer. Robert Oppenheimer. Julius Robert Oppenheimer. Americano un tanto huraño, abstraído, discontinuo, un pelín bipolar, brillante. Según el teniente general Leslie Groves, un físico «melodramático».
El director Christopher Nolan se ha metido en la piel del denominado «padre de la bomba atómica», el hombre del sombrero de cinta de tweed que nunca sonríe, que no bromea, que cree haberse manchado las manos de sangre.
No existe una fórmula para construir la bomba atómica, cada estado, cada comité de defensa (de ataque), cada laboratorio nacional usa los ingredientes que más se le antojen, siempre con la premisa de destruir: la bomba atómica es la esencia del arma de destrucción masiva.
Un resplandor de mil soles. Los rayos gamma atraviesan el aire, que los absorbe y los empuña en forma de radiación térmica. Una muerte de mil soles. Una muerte de luz. Los destellos de luz injuriosa, vacía, sirven como hilo conductor.
La fórmula que propone Reportero Jesús para visionar Oppenheimer:
Tritio: unos cuantos isótopos de tritio.
El anglosajón Christopher Nolan ha grabado un filme inquietante, siniestro, metafórico. Ha sabido jugar con los flashbacks y los flashforwards, las imágenes que se adelantan y que retroceden, que anteceden y que se superponen como un Psicosis hitchcockiano.
Uranio: milmillones de neutrones.
Más que el nazismo, Estados Unidos teme el comunismo, el arte de repartir los bienes de manera equitativa. El científico OPH defendió la república democrática de la España en guerra. Mención a las Brigadas Internacionales, en las que combatió la primera pareja de la primera esposa de OPH, Katherine Kitty Puening, afiliada al Partido. En España nunca se publicó la relación epistolar de este voluntario por la libertad: Letters from Spain: by Joe Dallet, First Political Commissar (Mackenzie-Papineau Battalion), to His Wife.
Kriptón: la electronegatividad del gas noble.
Nolan ha rodado dos películas: la primera, el proceso de fabricación de la bomba más letal de la historia de la humanidad, en el marco del Proyecto Manhattan, el secreto mejor guardado de la Administración norteamericana (de Franklin D. Roosevelt a Harry S. Truman, presentado este como un auténtico papanatas). Auténtico guirigay: fácilmente se pierde el ritmo entre las acusaciones por espionaje y entre las discrepancias internas y las envidias de los investigadores –el arreglo floral del centro de la mesa redonda que molesta a unos y a otros en la escena de los reproches.
La otra película que ha rodado el director inglés dura una hora, al final del metraje. El falso juicio al que se sometió al hasta entonces héroe de América, enmarcado en la paranoia de la caza de brujas (1950-1956). En ocasiones se utiliza el recurso del blanco y negro, pero más con un fin estético (señalar la falta de transparencia).
Plutonio: seis kilogramos de plutonio, envuelto su núcleo en un manto de electrones saltarines.
Oppenheimer bebe de las anteriores entregas de su creador: por ejemplo, de Interstellar (2014) y de Dunkerque (2017). Ciencia ficción+no ficción. Ensalza la realidad con el impacto del hongo atómico. El uso de la cámara recuerda a Reportero Jesús el drama El árbol de la vida, de Terrence Malick (2011), que encaja en el minimalismo instrumental de músicos como Wim Mertens (Struggle for pleasure).
Hidrógeno: deuterios de litio listos para la fisión nuclear.
Sorprende que no se haya potenciado mucho más el espíritu de una de las mejores actrices del momento, Emily Blunt, en el papel de esposa de OPH. Faltan los momentos íntimos, las confidencias, la soledad de quien se pasa horas haciendo números y la soledad de quien se pasa horas en la cama, aburrida. Nolan no ha querido perderse en superficialidades, pero una lectura como la de Rojos (Warren Beatty, 1981) habría resultado convincente.
Agua.
Einstein aparece como secundario de lujo. Difícil la caracterización. Aún ha de llegar el Oppenheimer dedicado al descubridor de la relatividad. Con Einstein trató el cirujano catalán Moisès Broggi, con quien coincidió en el movimiento pacifista que intentó poner fin a la Guerra Fría. Moisès, que llegó a los 104 años de edad, plasmó sus memorias, en las escribe: «Si en el mundo quitáis el amor y la amistad, todo lo que queda es despreciable». Reportero Jesús le entrevistó en su torre, en el Putxet, en enero del 2007: «El socialismo es justo, pero el socialismo absoluto es una utopía».
Clint Eastwood le lleva cuarenta años a Christopher Nolan, por eso sabe más. Por viejo y por malo. Por eso Nolan podría hacer lo que hizo Eastwood con Banderas de nuestros padres (2005), que tuvo su contrario en Cartas desde Iwo Jima (2006).
Celebraríamos ver la versión de los vecinos de Hiroshima y Nagasaki, a quienes castigó Dios (los hombres en nombre de Dios) el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente.
Convirtamos ahora a los espectadores de Oppenheimer en lectores.
Deberes: compren un ejemplar de Hiroshima, de John Hersey, que visitó el hipocentro de la bomba nueve meses después de que el Enola Gay la hubiera lanzado.
El vocabulario que utiliza Hersey no es otro que este: petequia (manchas en la piel), diastasa (enzimas), diatermia (elevar la temperatura del cuerpo), etcétera.
Un desastre.
OPH mascullaba los versos del libro sagrado hinduista, el Bhagavad-gītā: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».