El inicio del nuevo año marca una época de especulaciones y quinielas sobre películas candidatas a los próximos premios cinematográficos.
En diciembre pasado, los Premios Forqué supusieron el pistoletazo de salida para caldear el ambiente, de expectativas para unos y de responsabilidad para otros al votar. El cinco de febrero tendrá lugar la gala de entrega de las Medallas CEC (Círculo de Escritores Cinematográficos) y solo cinco días después, la ceremonia de los Premios Goya, este año en Valladolid (justo un mes antes de los Óscar 2024).
En el ámbito del cine, estar nominado a un certamen de prestigio supone un reconocimiento de calidad, aun sabiendo que solo unos pocos alcanzarán los codiciados galardones. Pero conviene que no olvidemos que muchas películas que no han llegado a ser incluidas en las listas de honor no son por ello menos valiosas ni menos meritorias. Es curioso recordar que grandes actores que recibieron el Óscar honorífico, nunca habían recibido antes un Óscar por su trabajo, como, por ejemplo, Greta Garbo (1955), Cary Grant (1970), Orson Welles (1971), Kirk Douglas (1996) o Peter O’Toole (2002).
Esto no supone minusvalorar los premios ni subestimar a los galardonados, sino reconocer que hay más obras y personas dignas de reconocimiento que número de trofeos. Por tanto, «gloria y honor» a los que han alcanzado los laureles, pero teniendo en cuenta que 2023 ha sido un año prolífico que nos ha dejado auténticas perlas del séptimo arte, algunas de las cuales han podido pasarnos casi desapercibidas.
En el cine español, ya hicimos referencia a la interesantísima película de Rafael Gordon, La pasión de Kierkegaard,con un Víctor Rivas en estado de gracia, una música maravillosa de Eva Gancedo y con un cartel bellísimo, obra de la artista Ouka Leele.
Otro ejemplo es Brother, un documental del director francés Arnaud Fournier Montgieux, que llegó a nuestras pantallas con cierto retraso. Su estreno en salas ha sido desigual y, sin embargo, es una de esas joyitas que merece la pena no perderse.
Se trata de una película intimista, a la vez dura y realista, que sigue la trayectoria del hermano François, un parisino de buena familia, ingeniero ferroviario, que acabó dejando un porvenir profesional prometedor y se hizo franciscano del Bronx. Las confesiones íntimas del hermano François sugieren una reflexión sobre el misterio de la vocación religiosa, de la llamada de Dios a un hombre en particular. El joven ingeniero no tomó en consideración el primer susurro del Señor y transcurrieron algunos años hasta que la llamada se repitiera y François tomara la decisión de dar un giro a du vida.
Pero su respuesta a la llamada y su entrega no fueron el final de una historia, sino el principio de una relación cotidiana de amistad con Dios, de encuentros íntimos en la oración, que lo nutren para salir a la acción, a entregarse en cuerpo y alma, con todas sus fuerzas, a consolar a tantas personas marginadas y con vidas al límite. Es una película documental que merece ser vista, rumiada y comentada.
Hay también películas que, a pesar de su calidad, tienen incluso dificultades para entrar en los canales normales de difusión en el mercado, como pueden ser, por ejemplo, las de temática religiosa. Merecen una reflexión aparte, como la Jornada de Análisis del Cine Católico que organiza CinemaNet el próximo 15 de enero. Sin duda se aclararán muchas dudas, pero tal vez también se suscitarán no pocos interrogantes. El encuentro promete dar mucho de sí para cinéfilos. No podemos perdérnoslo.