Un año difícil | Las adicciones son un tema muy serio

Mª Ángeles Almacellas

Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Crítica de cine. Miembro del Círculo de escritores cinematográficos. Directora del curso "El arte de ver películas" en la UPM. Directora de CinemaNet-Madrid.

Olivier Nakache, Eric Toledano son dos cineastas que dirigen una mirada benevolente y afectuosa sobre las personas y crean personajes que pertenecen a la gente común. En esta ocasión, su película trata, con un humor hilarante por momentos, de un tema de actualidad, el del calentamiento global y la emergencia climática, a través de un grupo de activistas entregados, a diferencia de los dos protagonistas, Albert y Bruno, que están agobiados por problemas de dinero a los que no pueden hacer frente.

La película comienza con la emisión en cadena de los discursos de los distintos presidentes de la República francesa de los últimos años (Georges Pompidou, Valéry Giscard d’Estaing, François Mitterand, Jacques Chirac, Alain Poher, Nicolas Sarkozy, François Hollande…) en los saludos de Año Nuevo, en los que todos repetían que el año había sido difícil, asumiendo que los franceses tendrían que seguir haciendo grandes esfuerzos fiscales.

Así arranca el tono de la película. Será con una mirada llena de humor cómo Nakache y Toledano van a acercarse a los dos pícaros, consumidores compulsivos en apuros, que no saben qué más imaginar para sobrevivir, y al grupo de idealistas que abominan del dinero y del consumismo.

Desde hace más de veinte años, el tándem formado por Olivier Nakache y Eric Toledano nos arrancan sonrisas y hasta carcajadas con películas que tratan temas que, en sí mismos, no son para reírse, como la discapacidad (Intocable), los inmigrantes sin papeles (Samba) o el autismo (Especiales), pero lo hacen con su estilo particular, mezcla de buen humor, bondad y ternura. De este modo no hay nada de irreverente en sus historias y, muy al contrario, obliga al espectador a contemplar realidades sobre las que tal vez tiende a apartar la mirada para que no le hieran su zona de confort.

Albert y Bruno se conocen casualmente, pero rápidamente se entienden puesto que comparten el mismo problema: una tal cantidad de deudas que ya no les es posible afrontarlas. Juntos van a ir a una terapia para vencer la adicción al consumismo que les imparte Henri Tomasi, quien, a su vez, es un ludópata irredento. Pero no es una mala persona y, con la mejor voluntad, los asesora para conseguir que se les perdonen las deudas. Casi por casualidad se introducen en un grupo de activistas ecológicos, aunque sus motivaciones no son otras que encontrar algo de comer y alguna cerveza que llevarse al gaznate. Así empiezan una sucesión de líos y aventuras.

A fin de cuentas, vienen a decirnos, cada año complicado es igual al anterior y al que vendrá después. Advierten en clave de humor sobre el consumismo desaforado y sobre los activistas pancarteros que ni resuelven nada ni sensibilizan a nadie, pero se sienten bien en sus actitudes de lucha por el planeta.

Los actores hacen un buen trabajo, tanto los personajes principales como los secundarios.  Así Mathieu Amalric nos ofrece escenas breves pero muy divertidas cuando intenta entrar en el casino.

La película no tiene el nivel de Intocable, por ejemplo, pero permite pasar un buen rato.