Es la última película producida y dirigida por el incomparable director Clint Eastwood que a pesar de su 94 años sigue explorando el alma humana como lo hace siempre, con esa divina y sutil mirada de asombro y dualidad.
Nos presenta una historia muy normal en Estados Unidos, un juicio por jurados, que son los que deciden la culpabilidad o inocencia de una persona, es decir la vida o la muerte de un ser humano. Se equivocan muchas veces y tantas otras aciertan. Este es el sustrato que nos invita a explorar el director.
Una vez expuesto el caso, se eligen 12 personas que tienen en sus manos este dilema. Se reúnen y todos menos uno están seguros de que el asesino es quien les muestra la fiscal, una Toni Collette, como siempre muy solvente. El defensor, Chris Messina, no logra convencer a ninguno de la inocencia del acusado. Por lo tanto, el Jurado comienza a deliberar.
Se van los jurados a deliberar y hay entre ellos alguien que duda, porque estuvo en el lugar de los hechos y, con un pasado de alcoholismo, no recuerda qué hizo al volver a su casa en la que vive con su esposa que está atravesando el último trimestre de un embarazo de riesgo.
Es apasionante ver a esta gente con semejante responsabilidad tomarse el trabajo con tanta ligereza. Sin embargo, el Jurado #2, con sus dudas, logra por lo menos que piensen todos un poco más en serio.
Clint Eastwood vuelve a exponer una vez más un tema recurrente en sus mejores obras y los actores, especialmente Nicholas Hoult, se demuestra como uno de los grandes exponentes de su generación. Lo recuerdo muy chiquito con Toni Collette y Hugh Grant en Un gran chico (2002).
Para los que tienen Max la pueden ver desde la plataforma y es lamentable que no se pueda disfrutar en cine; cosas de la distribución ¿no?