El indomable Will Hunting
Dirección: Gus Van Sant. País: USA. Año: 1998. Color. Duración: 126 min. Intérpretes: Matt Damon (Will Hunting), Robin Williams (Sean McGuire), Minnie Driver (Skylar), Ben Affleck (Chuckie), Stellan Skarsgard (Lambeau), Cole Hauser (Billy),… Guión: Ben Affleck y Matt Damon. Música: Danny Elfman. |
SINOPSIS
Will Hunting es un joven rebelde y carismático con una capacidad intelectual fuera de lo normal. Al igual que sus amigos, Will realiza trabajos mal pagados y pasa su tiempo libre en el bar, donde en ocasiones tiene problemas con la ley.Tras una pelea en el bar, Will se ve obligado a ir a la cárcel. Su única esperanza es Sean Maguire (Robin Williams), un profesor y terapeuta que queda asombrado de sus capacidades y problemas emocionales. Entre ellos empieza una conflictiva y extraña relación.
CRÍTICA
Las tribulaciones de un listillo
Will Hunting es un genio. Y parece no darse cuenta: tan poca importancia concede al hecho de ser un superdotado. Su prodigiosa cabeza sólo la usa para humillar a sus rivales cuando está ligando con alguna chica. Un buen día, un profesor universitario descubre que el joven que limpia las aulas es capaz de resolver los más complicados teoremas matemáticos. Y lo toma bajo su protección. Pero existe un problema: el difícil carácter del chico, que requiere atención psiquiátrica. Y lo malo es que Will, gracias a su inteligencia prodigiosa, se dedica a hacer trizas –psicológicamente hablando- a todos los médicos que le tratan. Hasta que se topa con Sean McGuire, un psiquiatra viudo que hará que cambie su perspectiva de la vida.
Grandes interpretaciones, personajes complejos, entretenimiento… El film gustará a jóvenes y mayores, pues la sangre joven corre por las venas de Matt Damon, Ben Affleck y Minnie Driver, mientras que los maduros Robin Williams y Stellan Skarsgård representan un punto de vista más adulto. Al enfrentamiento generacional y al tratamiento de los problemas de los superdotados se suma una preocupación social (Will Hunting vive en los suburbios de Boston) y la inevitable y poderosa historia de amor.
Este film fue una de las sorpresas de 1997. Su génesis parece confirmar que, de vez en cuando, algunos logran hacer realidad lo de «el sueño americano». Matt Damon y Ben Affleck urdieron la historia de Will Hunting, y buscaron financiación por todas partes. Su condición para vender el guión era sencilla, pero de difícil cumplimiento: debían ser los actores protagonistas del film. La cosa no era fácil, pero gracias al apoyo del director Gus Van Sant, y del carismático Robin Williams, tuvieron el respaldo de Miramax. Y, a partir de ahí, vinieron las cosas rodadas: Globos de Oro, y Oscar para el mejor guión original y actor de reparto (el inefable Williams, en un papel de gran hondura dramática, comparable al profesor Keating de El club de los poetas muertos).
[Jerónimo José Martín. La Gaceta]
Este intenso melodrama se convirtió en una de las sorpresas de 1998. Co-escrito por los jóvenes actores Ben Affleck y Matt Damon, ha recibido numerosos premios, entre ellos, un Globo de Oro —guión original—, dos Oscar —guión original y actor de reparto (Robin Williams)— y otras siete candidaturas a las preciadas estatuillas. Con él, el director Gus Van Sant (Drugstore Cowboy, Mi Idaho privado, Todo por un sueño) abandona ¿temporalmente? su minoritario territorio independiente habitual, para adentrarse con decisión por la senda del cine comercial.
Will Hunting (Matt Damon) es un joven huérfano, carismático y violento, que arrastra por un suburbio de Boston el trauma de una infancia terrible. Cierto día, mientras limpia los suelos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), decide resolver un dificilísimo problema que el prestigioso profesor Lambeau (Stellan Skarsgard) ha dejado planteado en una pizarra. Asombrado por la resolución del problema, Lambeau descubre al inesperado genio de las matemáticas e intenta encauzar su extraordinaria inteligencia. Sin embargo, Will pronto se mete en líos y es condenado a una pena de prisión, aunque, gracias a la intervención del profesor, queda en libertad con la condición de recibir atención psiquiátrica. Su acidez irá quemando uno tras otro a los expertos que le asignan, hasta que se topa con la horma de su zapato: el Dr. Sean McGuire (Robin Williams), un veterano psicólogo, con infinita paciencia, criado en el mismo barrio de Will y atormentado por la reciente muerte de su mujer. A todo esto, Will se enamora de una encantadora estudiante de Harvard.
Ciertamente, sorprende la riqueza del guión, que afronta numerosos temas de gran calado dramático y moral: los traumas familiares, el valor de la amistad, el verdadero sentido de la investigación científica, las desigualdades sociales, la sinceridad en las relaciones humanas… Todos estos hilos están planteados con vigor y bien trenzados, de modo que provocan unas cuantas situaciones de enorme intensidad. Sin embargo, alguna trama —como la psiquiátrica— está resuelta de una forma en exceso liviana y sentimental, cuando no claramente tramposa. Esto, unido al tono artificiosamente descarnado de muchos diálogos y al enfoque permisivo de las relaciones sexuales, rebaja la hondura y, en consecuencia, la calidad interna del guión, con lo que resultan un tanto exagerados los premios que ha recibido.
Estos defectos se agravan con la poco sutil puesta en escena del otras veces sugestivo Gus Van Sant, que en esta ocasión alarga o subraya innecesariamente muchas situaciones, ahogando su poder de sugestión y fragmentando el ritmo narrativo. De todos modos, Van Sant salva con cierta brillantez el conjunto gracias a una bella resolución visual y sonora, y, sobre todo, a una solidísima dirección de actores. Todos están magníficos, sobre todo el propio Matt Damon, que en esta película sube muchos enteros como actor. Aunque, sin duda, la interpretación más sobresaliente —y justamente oscarizada— es la de Robin Williams, magistral en su papel de atormentado psicólogo. Después de haberle visto tantas veces sobreactuando, sorprende gratamente la contención y la variedad de registros que despliega en esta ocasión. Gracias a él, su complejo personaje —con más de un punto en común con el Profesor Keating de El Club de los Poetas Muertos, de Peter Weir— se hace cercano, entrañable, verdaderamente digno de admiración, a la vez que el de Matt Damon mejora ostensiblemente.
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