Título original: Yo, también |
SINOPSIS
Daniel, un joven sevillano de 34 años, es el primer europeo con síndrome de Down que ha obtenido un título universitario. Comienza su vida laboral en la administración pública donde conoce a Laura, una compañera de trabajo. Ambos inician una relación de amistad que pronto llama la atención de su entorno laboral y familiar. Esta relación se convierte en un problema para Laura cuando Daniel se enamora de ella. Sin embargo esta mujer solitaria que rechaza las normas encontrará en él la amistad y el amor que nunca recibió a lo largo de su vida.
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CRÍTICAS
En tierra de nadie
Una mirada a las personas con síndrome de Down, fijándose en una de ellas, Daniel, de 33 años, muy cercano a la normalidad, que incluso ha logrado la hazaña de obtener un título universitario. Ello ha sido posible gracias al cariño familiar, y de modo especial al esfuerzo extraordinario de su madre, que le ha leído libros y enseñado idiomas, desde que era niño.
Daniel es funcionario de la Junta de Andalucía, y allí conoce a Laura, una mujer atractiva pero promiscua y de pasado oscuro, que ha roto con su familia. Ambos se hacen amigos, hasta el punto de que Daniel se enamora de ella, razón por la que le va a tocar sufrir. Al tiempo, de modo paralelo y que invita al análisis comparativo, se describe el enamoramiento de dos Down más profundos, Luisa y Pedro, en la escuela de danza donde trabaja Santi, hermano de Daniel; y se muestra la reacción sobreprotectora de la madre de Luisa.
Lo primero a subrayar son las loables intenciones de los coguionistas y codirectores Antonio Naharro y Álvaro Pastor, que ya abordaron el mundo de los aquejados de síndrome de Down en su corto Uno más, uno menos. Además, Naharro tiene una hermana, Lourdes, con Down, una razón más ahondar en el tema. Los dos cineastas tienen una intención pedagógica, de concienciar al público de la inmensa humanidad de estos discapacitados, tan personas como cualquiera, y con gran capacidad de amar: tantas veces son más generosos que los llamados ‘normales’. Además, se han inspirado en su historia de ficción en el caso real de Pablo Pineda, quien ha aceptado interpretar el papel de Daniel, y lo cierto es que lo hace con grandísima naturalidad.
Como se trata de dar un aire realista a la narración, hay mucha cámara al hombro, iluminación naturalista, grano… Es buena la idea de jugar en una especie de terreno fronterizo con los personajes de Daniel y Laura, él casi normal, ella -meritorio trabajo de Lola Dueñas- algo asocial. Porque de ese modo se justifica bien su creciente amistad y afecto. Eso sí, el terreno se vuelve resbaladizo cuando se está hablando de amor, y pesa a Naharro y Pastor el modo de resolverlo, combinar realismo con optimismo. La solución no acaba de resultar satisfactoria, de algún modo implica una consideración de la sexualidad y lo afectivo demasiado a ras de suelo, donde queda fuera la palabra ‘compromiso’, darse del todo. En ese sentido es más razonable y creíble la historia de amor de Pedro y Luisa, tiene más sabor a auténtico; aunque no falte el tópico de la ‘clase de educación sexual’ con plátano y preservativo de por medio.